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El drama de los 16.000 niños desaparecidos de Ucrania

El gran secuestro de Putin

El drama de los 16.000 niños desaparecidos de Ucrania

Los soldados rusos han sacado a multitud de niños de orfanatos, hospitales y sótanos ucranianos. Se los llevan a Rusia para ser adoptados por familias rusas y convertirlos en perfectos seguidores de Putin, que los presenta en su país como «salvados de los nazis». The New York Times acaba de localizar a 46 de esos niños, a lo que incluso han cambiado sus nombres.

Miércoles, 28 de Junio 2023

Tiempo de lectura: 9 min

Un autobús se detuvo delante del orfanato, los cuidadores apenas tuvieron tiempo de darles a los niños ucranianos algunas provisiones para el viaje, y el vehículo arrancó. Era octubre y Jersón seguía en manos rusas. En el autobús había 15 menores, el más pequeño tenía 9 años. Dormían en las camas de la imagen de arriba, de uno los dormitorios del hogar infantil en las afueras de Jersón. El director del orfanato, Volodímir Sahaidak, asistió impotente a su marcha. Se los llevaban a Crimea, territorio ocupado por los rusos. «No pude hacer nada por impedirlo –dice hoy–. No pude esconderlos ni sacarlos de aquí». Dos adultos se subieron al autobús con ellos, no querían dejarlos solos.

Sahaidak dirige un centro de rehabilitación social y psicológica a las afueras de Jersón. En la parte trasera hay un jardín donde jugaban los niños hasta que, hace un año, el Ejército ruso invadió el país. La institución es una residencia temporal: ningún niño está aquí más de nueve meses. Cuando los rusos entraron en la ciudad, el 3 de marzo, había 50 niños. Para todos ellos, ese día empezó la pesadilla, el temor constante a ser descubiertos.

Crimen de guerra

Las autoridades rusas han sacado a multitud de niños de orfanatos y otras instituciones en los territorios ocupados para llevarlos a Rusia. Nadie sabe con precisión cuántos han sido deportados. Para el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, esta deportación es un crimen de guerra: «Necesitamos la fuerza de todo el mundo para traerlos de vuelta».

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La 'toma' del orfanato. El 4 de junio del año pasado, soldados rusos entraron en el orfanato de Stepanivka, en Jersón. Las cámaras de seguridad captaron cómo entraban hasta el comedor, donde estaban 15 niños, y pasaban lista. Los metieron a todos en vehículos militares. No revelaron su destino.

Algunos juristas defienden que estos transportes podrían ser prueba de un genocidio. Basan su afirmación en la Convención de Ginebra. Según este tratado, los militares rusos deberían llevar a los niños a territorio ucraniano a través de un corredor seguro. En vez de eso, han entregado a cientos de niños en adopción a familias rusas. De hecho, en abril, funcionarios del Kremlin se vanagloriaron de haber deportado a Rusia a 2000 niños sin padres desde el Dombás. En agosto, los servicios sociales del distrito ruso de Krasnodar anunciaron que más de un millar de niños de Mariúpol habían encontrado nuevos padres en Siberia: «Y más de 300 aguardan con impaciencia a conocer a sus nuevas familias en Krasnodar», decían. Las autoridades rusas llaman a este secuestro 'evacuación'. Según fuentes ucranianas, los rusos han sacado del país a más de 16.000 niños; entre ellos, los huérfanos de Jersón.

En la televisión rusa justifican las deportaciones diciendo que los ucranianos querían vender los órganos de los niños

Al principio, Sahaidak intentó mantener su orfanato oculto a los invasores: borró la página web y todo rastro en redes sociales. Los niños solo podían salir al jardín en grupos pequeños y sin hacer ruido. Voluntarios les llevaban la comida. Era como si aquel lugar no existiera: «Los rusos no sabían nada de nosotros», dice Sahaidak.

No era el único que estaba escondiendo a niños en Jersón. Trabajadores del hogar infantil Campanilla ocultaron en el sótano de una iglesia a los 46 pequeños que tenían a su cargo. «Al principio lo hicimos para protegerlos de las bombas», dice Pavel Smoliakov, director de la comunidad protestante que gestiona la institución. Pero luego los rusos entraron en la ciudad y «temíamos que los deportaran –añade–. Por eso, los mantuvimos escondidos allí abajo».

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Los rostros del horror. Las autoridades ucranianas han creado la plataforma Children of War para encontrar a niños desaparecidos, rescatarlos y liberarlos de lugares de desplazamiento forzado o deportación. Estos son algunos de los menores que están en paradero desconocido.

En abril, agentes del servicio secreto ruso localizaron el escondite: una funcionaria ucraniana había desvelado su existencia al reclamar en redes sociales que evacuaran a los niños a un lugar seguro. A la mañana siguiente, soldados rusos llamaron a la puerta de la iglesia. Registraron todo con la excusa de que buscaban armas. Luego llegaron varios civiles, agentes y un militar, que dijo ser representante ruso para asuntos humanitarios. Este mismo hombre regresó días más tarde con cámaras de televisión. Los periodistas contaron en el canal estatal ruso que los ucranianos querían llevarse los niños a Estados Unidos para vender sus órganos. Soldados rusos se los llevaron a Crimea.

Las autoridades rusas reconocen abiertamente que el objetivo de estas deportaciones es convertir a los niños ucranianos en pequeños patriotas y las describen como un acto de humanidad. Incluso usan 'el rescate' de los menores para justificar la invasión: fotografías de niños ucranianos protagonizan exposiciones sobre los presuntos crímenes que se cometen en Ucrania.

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Carne de propaganda. Como parte de una operación de propaganda, la televisión rusa muestra imágenes de niños ucranianos, presuntamente huérfanos, que llegan a Rusia tras haber sido «salvados de los nazis». En la imagen, una escena de la llegada de niños ucranianos a Moscú.

«Todos los padres que quieran adoptar a un niño pueden hacerlo», anunció en octubre Marija Lvova-Belova, comisionada rusa para los Derechos del Niño. Según sus datos, para entonces ya se habían gestionado 350 adopciones y otro millar estaba a punto. Para permitir este secuestro masivo, Putin aprobó un decreto que le daba soporte jurídico: desde mayo, a los niños de Ucrania se les concede la nacionalidad rusa de manera exprés. Putin anunció la medida como «el mejor regalo para celebrar el cercano Día del Niño».

A Lvova-Belova se la considera la organizadora de la deportación de niños. Ella misma, junto con su marido, sacerdote ortodoxo, ha adoptado a un chico de 16 años de Mariúpol. «Al principio, Filipp se pasaba el día sin hacer nada –escribió en Telegram–. Echaba de menos su casa y su ciudad». Pero ahora ya es feliz, añadía.

Los primeros menores del Dombás llegaron a Moscú en abril. Una familia rusa que había acogido a un niño de 13 años contó a la prensa que las autoridades los habían animado a hacerlo, les dijeron que los niños ucranianos tenían una gran capacidad de adaptación. «No me voy a quedar para siempre. En septiembre volveré a casa», dijo el pequeño a su llegada. Pero al cabo de un mes le concedieron la nacionalidad rusa y el gobernador de la región le regaló un coche a la familia ante los medios de comunicación.

A los niños ucranianos se los ha repartido por toda Rusia. «¡Ya no los reconozco, ahora son todos pequeños ciudadanos nuestros!», declaró a la prensa Ksenia Mishonova, responsable de temas de infancia de la región de Moscú. Cuando llegaron, dijo, algunos hablaban mal de Rusia y cantaban el himno ucraniano. «A lo mejor al principio había una actitud negativa –corrobora Lvova-Belova–, pero eso se transformó en amor a Rusia».

Ya en Moscú, algunos niños protestaban y cantaban el himno ucraniano. La organizadora de la deportación concede que hubo una «actitud negativa de inicio», pero «se transformó pronto en amor a Rusia»

Hace unas semanas publicó el vídeo de una niña huérfana de Donetsk, Nastia, de 16 años, cantando una canción en el canal del Ejército ruso. Cuando Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea incluyeron en la lista de personas afectadas por sus sanciones a Lvova-Belova, un indignado Putin salió en su defensa. El traslado de niños dijo era «una misión noble», y ella había puesto en riesgo «su salud y su vida» por ello.

Los niños ocultos en las casas

En el Jersón ocupado, Volodímir Sahaidak reunió a sus empleados cuando supo que el servicio secreto ruso había dado con los niños del sótano de las iglesias. «Solo era cuestión de tiempo que nos encontraran a nosotros –cuenta–. Decidimos esconderlos en nuestras casas». Una de las trabajadoras se llevó a cinco.

Como se temía Sahaidak, los soldados rusos acabaron descubriendo el hogar infantil. Llegaron en junio. «Nos dijeron que pasábamos a estar bajo el control ruso», cuenta. Luego se llevaron los expedientes de los niños y todos los discos duros. Poco después, los soldados volvieron, pero esta vez con periodistas de televisión. «En uno de los vídeos decían que enseñábamos a los niños a odiar a Rusia», añade Sahaidak. Los invasores instalaron en su centro a 15 menores procedentes de otro orfanato, esos fueron los niños a los que Volodímir no pudo salvar de la deportación.

No siempre el traslado de menores a Rusia se hace de forma organizada. Por ejemplo, muchos niños que abandonaron sin sus padres la ocupada Mariúpol para pasar a territorio ucraniano fueron interceptados en los controles militares rusos y llevados a Donetsk. Amnistía Internacional ha documentado el caso de un niño de 11 años cuya madre había sido encarcelada y al que obligaron a ir a un hospital en Donetsk. Su abuela consiguió dar con él a través de Facebook.

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Escondidos en el sótano. El pastor protestante Pavel Smoliakov en el sótano de una iglesia en Jersón. Su comunidad trajo aquí a varios huérfanos, pero los rusos descubrieron el escondite.

Por otro lado, algunos campamentos de vacaciones organizados por los rusos, presuntamente para alejar a los niños de los combates, resultaron ser una trampa. En la ocupada Jersón, los rusos prometieron que mandarían a los niños a Crimea para protegerlos. Muchos padres aceptaron. Pero cuando el Ejército ucraniano reconquistó Jersón, nadie los trajo de vuelta. Los padres tuvieron que hacer por su cuenta el complicado viaje hasta territorio ruso para recogerlos. Según las autoridades de Jersón, todavía hay docenas de niños en Crimea.

Mientras se retiraban de Jersón, los rusos también intentaron llevarse a menores de un hospital: nueve bebés y niños muy pequeños, separados de sus padres por la guerra. Los médicos hicieron creer a los rusos que no estaban en condiciones de viajar: se inventaron diagnósticos graves y les pusieron máscaras de oxígeno. «Así los salvaron de los rusos», dice Inna Holodniak, médica jefe del hospital.

Otros casos son incluso más desgarradores. Denys Derevianko, un programador de la ciudad de Kupiansk, vivió un infierno hasta que pudo recuperar a Pasha, su hijo de 10 años. El niño y la madre huyeron de la zona de guerra, pero él decidió quedarse para cuidar la casa. Durante la fuga, la madre murió al recibir su coche un impacto. El niño quedó herido y los rusos se lo llevaron a un hospital de la región ocupada de Lugansk. Su padre, desesperado, no sabía qué había pasado, solo que no podía localizarlos por teléfono. Poco después, un amigo le envió un enlace. Era un vídeo de una televisión rusa donde aparecía su hijo contando que su madre había muerto. Así se enteró Derevianko de que había perdido a su esposa.

También intentaron llevarse bebés de un hospital. Los médicos se inventaron diagnósticos graves y les pusieron máscaras de oxígeno. Así los salvaron de los rusos

Aterrado, le pidió a un conocido que vivía en la zona que fuese a ver a su hijo al hospital. Las noticias con las que volvió no eran tranquilizadoras: si no iba a por el niño en diez días, lo meterían en un orfanato. Por miedo a la movilización, Denys pensó que lo mejor era enviar a la abuela de Pasha. La ciudad estaba a solo 200 kilómetros, pero debido a la guerra la anciana tuvo que dar un rodeo por Polonia, Lituania y Moscú. Su viaje duró tres días. Cuando por fin llegó, las autoridades no le dejaron llevarse al pequeño. La abuela necesitaba solicitar la nacionalidad rusa. Pasaron dos meses antes de que le permitieran volver con su nieto. Ahora viven todos en la República Checa.

El director del orfanato de Jersón mantuvo siempre contacto con los niños deportados. Gracias a una organización humanitaria, los menores finalmente acabaron en Georgia. «Se puede decir que sí, que están a salvo», dice Sahaidak.

No es lo mismo que les ha sucedido a los 46 niños que ahora, en junio de 2024, ha logrado localizar The New York Times, tras meses de exhaustiva investigación. Fueron secuestrados de un orfanato en Jersón. 22 de ellos fueron puestos 'en adopción' en una web rusa dedicada a este tipo de procesos, lo que permitió a las investigadoras seguir su pista. A través de la web, lograron determinar dónde habían terminado estos pequeños, en qué familias, y han podido identificar a los oficiales rusos que han llevado a cabo la operación ilegal. Incluso les han cambiado el nombre, para 'rusificarlo', algo que constituye un potencial crimen de guerra.


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