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¿Por qué esta chica da pavor a Elon Musk, Jeff Bezos... (y compañía)?

Lina Khan contra los monopolios

¿Por qué esta chica da pavor a Elon Musk, Jeff Bezos... (y compañía)?

Tiene 35 años, se llama Lina Khan y dirige la Comisión Federal de Comercio. Fue nombrada por el presidente Joe Biden y trabaja con un objetivo: que las grandes tecnológicas dejen de actuar como monopolios. Enfrente tiene a poderosos magnates: Elon Musk, Jeff Bezos, Peter Thiel... los llamados 'broligarcas'. Es un combate desigual, pero Khan avanza... con la ley en la mano.

Viernes, 11 de Octubre 2024

Tiempo de lectura: 9 min

El término 'bro' no es nuevo, pero en los últimos años ha alcanzado una nueva y trascendental dimensión económica. La abreviatura de brother, 'hermano' en inglés, se usa en medio mundo para referirse a un 'colega', pero ahora ya se habla de los 'criptobros' (los fanáticos de las criptomonedas) y los 'broligarcas' (la nueva élite tecnológica).

Los broligarcas más conocidos son Elon Musk, Jeff Bezos y Peter Thiel, pero hay otros, menos famosos pero igual o aún más poderosos. En común tienen que son hombres, multimillonarios, tecnooptimistas, opuestos a cualquier regulación y que están convencidos de que son 'seres superiores'.

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Uno de los nuestros. Los broligarcas ven en Trump, que promete recortes fiscales y una regulación más laxa, a uno de los suyos. Peter Thiel —(en la foto) cofundador con Elon Musk de PayPal— lo asesoró durante su presidencia y sigue recaudando fondos para él, lo mismo que David Sacks, otro fundador de PayPal. Thiel es un gran accionista de empresas como Facebook, Palantir y SpaceX. Otro destacado broligarca es el inversor de capital riesgo Marc Andreessen, creador del navegador Netscape y accionista de Skype, Twitter, Facebook, Airbnb...

Frente a todos ellos se ha plantado una mujer de 35 años: Lina Khan, directora de la Comisión Federal de Comercio (FTC por sus siglas en inglés), abogada de formación y de origen pakistaní. Enunciado así, no parece un enfrentamiento equilibrado. Ni siquiera su cargo suena 'poderoso'. Pero lo es. Porque Khan quiere –y puede– poner un límite a los broligarcas. ¿Cómo? Impidiendo que sus negocios actúen como monopolios. ¿Quién puede defender que es bueno para el consumidor que una empresa tenga patente de corso para ejercer una actividad en exclusiva o que su producto sea el único disponible en el mercado? En cualquiera de sus acepciones, 'monopolio' es un privilegio y no parece muy atractivo para el común de los mortales a no ser que se trate de un juego de mesa con billetes de mentira y casitas de plástico. Y, sin embargo, es una de las mayores tentaciones del libre mercado, tanto que este ha inventado numerosas estrategias para camuflarlo e incluso ha generado el oxímoron 'monopolio competitivo'.

La ley antimonopolio de Estados Unidos se remonta nada menos que al siglo XIX, a 1890, y fue la primera del mundo que se creó para limitar esas enormes acumulaciones de poder. Entonces se trataba de poner un límite a la codicia –algunos lo llamarán 'ambición'– de magnates como Andrew Carnegie (industria del acero) o John D. Rockefeller (petróleo). La ley se llama Sherman Antitrust Act en honor del senador John Sherman, que impulsó aquella cruzada. Pues bien, quien hoy porta el estandarte antimonopolio en Estados Unidos es Lina Khan, nacida en Inglaterra y que se fue a vivir con su familia al país norteamericano cuando tenía 11 años. Khan fue nombrada por Joe Biden directora de la FTC en 2021. El cargo la habilita a vigilar que «el mercado sea eficiente y beneficie al consumidor». Y Khan ha usado su poder.

Su gran apuesta es la demanda presentada contra Amazon por violar la ley antimonopolio. Muchos se han puesto nerviosos, y hasta donantes demócratas de Silicon Valley piden su cabeza

Su gran golpe de mano fue la demanda que interpuso el año pasado, junto con los fiscales de 17 estados, contra Amazon. Argumenta Khan que la empresa de Jeff Bezos viola la ley antimonopolio de muchas maneras; entre otras, penalizando a los vendedores que operan en su plataforma si descubre que venden más barato sus productos en otras webs. Eso se llama 'abuso de posición dominante'. Como también lo es que, si quieres que tu producto sea más visible y atractivo para el cliente (Amazon Prime), obligatoriamente tengas que contratar el sistema logístico de Amazon.

La empresa de Bezos, obviamente, se defiende. Según David Zapolsky, su vicepresidente, si Lina Khan gana «habrá menos productos disponibles, aumentarán los precios, las entregas serán más lentas y habrá menos alternativas para las pequeñas empresas. Exactamente lo opuesto a lo que la ley antimonopolio persigue». Khan lleva siguiéndole la pista a Amazon muchos años. En 2017, cuando era estudiante en Yale, escribió un ensayo sobre La paradoja antimonopolio de Amazon, que hoy se ha convertido en toda una referencia. Su artículo llevaba un mensaje implícito: la ley antimonopolio está obsoleta; el poder de las grandes tecnológicas de Silicon Valley ha desbordado la legislación. La riqueza y el control de los broligarcas sobre las grandes redes digitales los convierten en actores globales y no solo determinan la industria tecnológica, sino también la legislación y la democracia.

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Muchos ven en la demanda contra Amazon una advertencia a Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft. De hecho, Khan también ha iniciado acciones legales contra esta última para tratar de impedir que comprara Activision, una empresa de videojuegos, por 69.000 millones de dólares. Su cruzada contra los gigantes digitales ha hecho que Lina Khan tenga enemigos poderosos. Por ejemplo, Reid Hoffman –fundador de LinkedIn y gran donante demócrata– quiere su cabeza. Y tiene razones personales: el magnate forma parte de la junta directiva de Microsoft y la FTC ha tratado de impedir también que esta compañía compre una empresa de inteligencia artificial cofundada por él.

La trampa de las adquisiciones

¿Por qué Lina Khan está tan empeñada en bloquear adquisiciones de compañías? Básicamente porque quiere poner freno a la estrategia favorita de Silicon Valley: las empresas de capital riesgo financian start-ups y las empujan a crecer y a crecer... porque buscan un rápido retorno de la inversión. ¿Cómo? La start-up en cuestión logra hacer mucho ruido en poco tiempo –bien porque tiene un producto disruptivo o por su propia habilidad mediática–; esa publicidad hace de cebo para que una tecnológica la compre rápidamente por una cuantiosa cantidad de millones. Resultado: las empresas de capital riesgo ganan una fortuna... pero ¿y qué pasa con esa prometedora start-up dentro de la gran tecnológica? O la integra –y refuerza con ello su monopolio en el sector– o, si cree que es un competidor peligroso que puede dañar su negocio principal, la mata, con lo cual también refuerza su posición de monopolio.

Khan tiene claro lo perverso del sistema: los fondos de inversión inyectan cantidades millonarias en 'start-ups', las tecnológicas las compran para evitar competencia... y el que pierde es el consumidor

Khan tiene claro lo perverso de este sistema, que ha sustituido a la tradicional salida a Bolsa, donde se recompensa a los inversores a mucho más largo plazo. Y está dispuesta a ponerle freno. Sus detractores alegan que si los inversores no ven un retorno rápido dejarán de darles dinero a las start-ups, lo que impedirá que surjan nuevos competidores con ideas disruptivas. Aunque es pronto para evaluar el impacto de las medidas de Khan, según un análisis de The Atlantic –que cita a la Asociación Nacional de Capital Riesgo–, la inversión en capital riesgo, lejos de disminuir, ha aumentado en comparación con 2023. Y tampoco se han creado menos start-ups.

Además, aclaran desde la FTC, nadie dice que todas las adquisiciones sean malas. Algunas empresas crean programas disruptivos que no sobrevivirían sin integrarse en una maquinaria corporativa más grande, y también es cierto que algunos emprendedores son buenos inventando pero no gestionando empresas. La pregunta es dónde establecer el equilibrio.

El ‘emprendedor solitario’

Tim Wu, profesor de Derecho de Columbia y asesor de Joe Biden, asegura que aplicar la ley antimonopolio permite que las nuevas empresas tengan más probabilidades de sobrevivir y competir con los gigantes. Wu pone como ejemplo las décadas de los setenta y ochenta, cuando la aplicación más estricta de la ley no impidió que surgieran empresas como Oracle, Apple, Microsoft... El mismo sistema que facilitó su prosperidad a través del Estado de derecho, los impuestos y la regulación es el que ahora les 'molesta'.

La economista Mariana Mazzucato ha documentado en detalle el caso de Elon Musk y el dinero público. Musk, que ahora se opone a pagar impuestos o regirse por la regulación estatal americana, es el empresario que más le debe agradecer al Estado y a los impuestos. Sin las subvenciones del Gobierno de Estados Unidos a las energías verdes, Musk no existiría. Sus tres empresas –Tesla, SolarCity y SpaceX– han recibido 4900 millones de dólares de dinero público. Además, el Estado es el principal cliente de SpaceX. A lo que hay que añadir el uso que hace de la NASA y la Estación Espacial Internacional, todo ello financiado con los impuestos de los americanos. Es más, ¿dónde se venden más coches Tesla? En Noruega, porque su Gobierno –uno de los que más impuestos recaudan del mundo– es el que más subvenciona la compra de coches eléctricos. Pero eso no impide que Musk intente vender el mito del 'emprendedor solitario'.

Su colega Peter Thiel, que afirma que la libertad y la democracia son incompatibles, tiene como referencia literaria no solo a Ayn Rand –como todos los libertarios americanos–, sino también el libro The sovereign individual, de James Dale Davidson y William Rees-Mogg. El texto compara a los ultrarricos con los dioses griegos y asegura que merecen la dominación mundial: «El individuo soberano rediseñará los gobiernos y reconfigurará las economías». Peter Thiel es asesor de Trump y uno de sus principales donantes. De lo que ocurra en las elecciones de noviembre depende, obviamente, el futuro de Lina Khan, pero incluso si gana Kamala Harris no es seguro que resista las presiones para reemplazarla. Cuando le han preguntado a Khan –que tiene un hijo de 1 año– sobre su futuro, se limita a responder que no puede predecir lo que ocurrirá a partir de noviembre, pero que está satisfecha con lo hecho hasta la fecha: poner el peligro de los monopolios en el centro de la conversación. «Ahora hay una comprensión mucho más clara no solo de lo que significan, sino de cómo afectan directamente a la vida de las personas».