Viernes, 05 de Julio 2024, 09:18h
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Hay bruma y lluvia y mucha melancolía bajo el cielo sombrío de la costa bretona, donde un famoso actor decide ir solo a hacer una cura de reposo en un balneario en Quiberon en temporada baja. Este largometraje poético y conmovedor, en el que el tiempo parece haberse detenido, tiene un arranque cómico irresistible. Con sus chanclas de plástico y su albornoz blanco de spa, Guillaume Canet parece sacado directamente del mundo de Jacques Tati. Con música de ascensor de fondo y un escenario aséptico y gris, Canet resulta hilarante intentando dominar una imposible máquina de café, mirando desde su cama cómo una puerta se abre y se cierra incansablemente y haciéndose selfies metido en una máquina que se supone debe relajarlo y respondiendo a preguntas absurdas de un extraño entrenador que no lo reconoce.
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