A finales del año pasado, Françoise Bettencourt Meyers –que ostenta el título de la mujer más rica del mundo (hombres los hay más ricos, aunque no muchos)– se convirtió en centibillonaria. Es decir, su fortuna superaba los cien mil millones de euros, según Forbes. La palabra 'multimillonario' se queda corta: hay demasiados. Centibillonarios hay menos: en concreto, 28.420, según la organización New World Wealth. Eso sí, hay más del doble que hace 20 años. Pero lo más curioso de estas astronómicas fortunas es que son, en su mayoría, heredadas.
Françoise Bettencourt Meyers es la nieta del creador de la compañía de cosméticos francesa L'Oréal, Eugène Schueller. Y, aunque los amantes, amigos y empleados de su madre, Liliane, se 'pulieron' una cantidad considerable de la fortuna familiar –miles de millones que su madre dispensaba con soltura, un culebrón que acabó en los tribunales–, Françoise ha logrado pasar la barrera de los 100.000 millones limitándose prácticamente a gestionar el patrimonio familiar. No es la única. Y desde luego no es la más escandalosa. Al contrario.
El último informe del banco de inversión UBS destacó el hito alcanzado en 2023: por primera vez, los multimillonarios del mundo han acumulado más riqueza por herencia que por iniciativa empresarial. De las 137 personas del estudio que alcanzaron el estatus de multimillonarios en el último año, 53 de ellas heredaron, en su conjunto, 150.800 millones de dólares. Los 84 nuevos multimillonarios que se hicieron a sí mismos en el mismo periodo de tiempo ganaron 140.700 millones.
En el planeta no solo hay hoy más multimillonarios, sino que su riqueza promedio sigue aumentando y distanciándose de la de 'los mortales' gracias a los rendimientos históricos del mercado de valores y del capital acumulado. Es decir, cuanto más tienes, más ganas. Y no tienen que hacer demasiado para que la fortuna siga aumentando. Aunque algunos herederos están involucrados en el negocio familiar –Bettencourt Meyers, por ejemplo, forma parte de la junta directiva de L'Oréal–, la mayoría ni siquiera hacen eso.
De los encuestados por UBS, más de la mitad declaró que planeaban perseguir «sus propias ambiciones»; solo el 43 por ciento dijo que se uniría a la dirección de las empresas familiares.
Lo que está pasando es lo que Forbes llama 'la gran transferencia de riqueza' (que viene a ser lo contrario a 'redistribución de la riqueza'). En las dos próximas décadas se espera que un millar de personas ultrarricas transfieran más de 5,2 billones de dólares a sus herederos.
Ya han empezado: de ahí que todos los nuevos multimillonarios menores de 30 años hayan heredado su riqueza. Es el caso, por ejemplo, de Leonardo Maria del Vecchio, de 28 años, y sus hermanos, que heredaron en 2022 al morir su padre, Leonardo del Vecchio, el fundador de la empresa de gafas de sol Luxottica (Ray-Ban, Oakley...). Tienen ahora 4700 millones de dólares cada uno.
«Una persona muy rica debería dejar a sus hijos lo suficiente para hacer cualquier cosa, pero no tanto como para no hacer nada». La sentencia de Warren Buffett es ingeniosa, pero poco específica. Así que la revista The Atlantic intentó averiguar si había alguna cifra concreta de ‘herencia perfecta’ preguntando a millonarios y expertos. No hablamos de la media de las herencias (que... Leer más
Pero, según UBS, esta gran transferencia de dinero de la generación de boomers a sus hijos millennials se está produciendo sin necesidad de que los padres hayan fallecido. Es decir, los padres están entregando parte de su patrimonio sin llamarlo 'herencia': a través de dinero en efectivo, acciones, propiedades o una colección de arte. La prisa por la transferencia puede tener que ver con que los ultrarricos «temen lo que la próxima generación hará con su fortuna», dice Michael Kosnitzky, abogado experto en patrimonios familiares. Los padres quieren establecer alguna forma de control sobre cómo sus herederos gastan su dinero estando ellos aún vivos. Porque el heredero a menudo discrepa sobre cómo administrar el negocio familiar, o incluso si mantener una fortuna tan grande es ético y no debería ser donada, como han hecho Warren Buffett o Marlene Engelhorn.
La cantidad de multimillonarios es tal que ha generado una industria profesional: la explosión de las llamadas family offices, 'oficinas familiares', empresas cuyos empleados, que se cuentan por decenas, trabajan a tiempo completo para preservar y hacer crecer los activos de un solo clan. Una práctica aún más extendida en Estados Unidos, donde el mito de los 'empresarios hechos a sí mismos' empieza a limitarse a Silicon Valley, una pequeña factoría de nuevos ricos muy vistosa, pero que no representa la mayor riqueza del país.
De hecho, un informe del Instituto de Estudios Políticos de 2021 sobre las dinastías más ricas de Estados Unidos señaló que 27 de esas 50 familias de la lista Forbes de 2020 ya estaban en la lista de 1983. Y que sus riquezas, desde entonces, se habían multiplicado por más de diez.
Otro dato significativo es que, según UBS, los nuevos herederos están mucho menos dispuestos a compartir su dinero o a destinarlo a la filantropía que sus predecesores. Chuck Collins, director del Programa sobre Desigualdad en el Instituto de Estudios Políticos, cree que se debe a que «la primera generación tiene confianza en su capacidad para crear riqueza, mientras que la segunda no». «Así que esas segundas generaciones invierten mucho en la defensa de su riqueza, en lobbies». Eso significa, por ejemplo, oponerse a cualquier aumento del impuesto sobre el patrimonio. Collins cree que en algún momento esta desigualdad, que lleva a la polarización, se volverá imposible de soportar: lo llaman 'punto de inflexión de la oligarquía'.
Mientras tanto, este verano, los centibillonarios han celebrado uno de los eventos del año. Mukesh Ambani, el hombre más rico de la India, con una fortuna aproximada de 123.700 millones de dólares, casó a su hijo y heredero, Anant, en una boda con un presupuesto de 100 millones de dólares. Eso sí, la boda ha durado 134 días.