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El hombre al que llaman los superricos cuando quieren comprar felicidad

Jan Gerber

El hombre al que llaman los superricos cuando quieren comprar felicidad

Paracelsus

Alcoholismo, drogas, depresión... Cuando el cerebro de los millonarios hace crac, recurren a este hombre. Suites decoradas con obras de arte, un consejo médico del que forma parte un Premio Nobel... Entramos en la clínica de rehabilitación y salud mental más exclusiva del mundo.

Viernes, 12 de Enero 2024

Tiempo de lectura: 6 min

Al pie de la escalerilla del avión que me ha llevado en primera clase de Londres a Zúrich, en la misma pista, un asistente me invita a subir en un Mercedes negro. Este es el comienzo de mi viaje al mundo secreto de la atención psiquiátrica para la élite. En la zona de llegadas del aeropuerto, otro conductor uniformado me entrega un ramo de flores y me abre la puerta de un Bentley Flying Spur de 200.000 euros. Atravesamos Zúrich antes de llegar a la entrada de la clínica de salud mental y tratamiento de adicciones más exclusiva del mundo.

Me recibe Jan Gerber, director general y fundador de Paracelsus. Gerber, de 42 años, sabe que para ayudar a sus millonarios a lograr la estabilidad tiene que satisfacer sus disparatados caprichos, además de ofrecerles una atención médica de vanguardia. Los clientes son atendidos en apartamentos privados con todos los servicios imaginables.

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En terapia. Vista general de la clínica Paracelsus, en Zúrich.

Antes de que se registren, se les ofrece un folleto con obras de arte para que elijan, aunque algunos siguen trayendo a sus propios diseñadores de interiores para que empapelen y decoren sus habitaciones. Varios clientes de Oriente Medio han instalado tiendas beduinas en la azotea del ático. Nada de esto inquieta a Gerber. «No es que hayan perdido el contacto con la realidad, es que viven en una realidad muy distinta».

La mayoría de los clientes llega en jet privado, claro. Algunos, me cuenta Gerber, aparecen en la escalerilla del avión con aspecto de «vagabundos»: llevaban días sin lavarse ni comer y apenas pueden andar. A menudo recibe solicitudes de ingreso en el mismo día. «Alguien que dice: 'Estamos en el aire y desviamos el avión para aterrizar en Zúrich. Llegaremos en dos o tres horas'». Desde esos aviones ha habido varias llamadas angustiosas y tensas de familiares preocupados por el comportamiento errático de su pariente en pleno vuelo.

Para tratar a sus pacientes, Gerber emplea a algunos de los mejores médicos del mundo, y un premio Nobel de Medicina forma parte de su consejo asesor. Incluso los chefs trabajan con reputados nutricionistas para «restaurar bioquímicamente» a los clientes.

La clínica tiene una ratio de 15 empleados por cliente. Y los terapeutas están disponibles las 24 horas. Algunos millonarios se los llevan incluso luego a sus casas

Aunque Paracelsus es elegante, tampoco es de superlujo: es más modesto que las casas de los clientes. Entonces, ¿por qué los más adinerados vienen aquí? Una razón es que, además de contar con los mejores médicos y una proporción de 15 empleados por cada cliente, la clínica ofrece terapeutas que viven las 24 horas del día, los siete días de la semana, a disposición de sus pacientes: ven la televisión con ellos, hablan con ellos a las tres de la mañana cuando no pueden dormir, comparten todas las comidas...

La duración media de una estancia aquí es de seis semanas y la más larga fue de seis meses. Cuando los clientes se marchan, a veces su terapeuta regresa con ellos a su país de origen, como un miembro más del personal de la casa, como una 'póliza de seguro' durante semanas, meses o incluso años.

Uno de los terapeutas, bajo condición de anonimato, me cuenta que ha pasado tres temporadas en Riad (Arabia Saudí), donde vivía en un complejo y acompañaba a su cliente al desierto para visitar granjas de camellos. Su trabajo más largo en esas condiciones de acompañamiento completo fue de 18 meses en Suiza.

En Londres, donde las empresas que cotizan en Bolsa están dirigidas por consejeros delegados cuyos colapsos mentales pueden conmover los mercados, hay consejos de administración que han autorizado que haya terapeutas que acompañen a sus altos directivos. Lo hacen 'encubiertos', como biógrafos o asesores de relaciones públicas.

Una semana: 100.000 euros. El tratamiento medio: dos meses

El programa de una semana cuesta unos 100.000 euros. La mayoría de los clientes reserva ocho semanas, lo que –haga las cuentas– supone una factura considerable. Gerber se encuentra en una posición única para observar cómo evoluciona la psique de las personas con más éxito del mundo en su momento más bajo, si bien él nunca se propuso tratar a los ultrarricos. «Simplemente, sucedió», revela.

De niño, en un hogar de clase media en Escafusa (norte de Suiza), solía asistir a las conversaciones profesionales de su padre, psiquiatra, y su madre, especialista en enfermería clínica, pero juró que nunca se dedicaría a la sanidad. Se licenció en finanzas en la London School of Economics, trabajó como consultor y fundó varias empresas en Suiza hasta que un amigo de un amigo necesitó ayuda para salir de su alcoholismo.

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Lujo clínico. Uno de los Bentley para el traslado de clientes y una de las suites en las que pueden hospedarse, aunque suelen acondicionarlas a sus propios gustos.

Como se trataba de un alto ejecutivo de una empresa que cotiza en Bolsa, los cuidados «debían mantenerse totalmente ocultos». Gerber y su familia organizaron su tratamiento, contratándole un mayordomo y un profesor de yoga. «Y vimos que era un nicho viable desde el punto de vista empresarial», afirma.

Fundó Paracelsus hace once años en honor de un médico suizo del siglo XVI que experimentó con técnicas novedosas frente a la sabiduría convencional con gran éxito. Gerber, que dirige la empresa, pero no trata a sus clientes, emula la actitud no dogmática de Paracelso. La clínica ofrece acupuntura, respiración asistida, equitación, arte y terapia canina.

Como muchos de sus clientes, Gerber también sufrió su propio colapso. Durante la pandemia tuvo problemas con su negocio, con su pareja y hasta su hijo lo estaba pasando mal en el colegio. Empezaron los ataques de pánico, seguidos de «episodios depresivos en los que no podía salir de debajo de la manta».

Fue a tratarse en una clínica rival de Zúrich. Cuando le pregunto por qué no en su propio establecimiento, responde que no habría sido «terapéutico» hacerlo. «Fue interesante porque tengo grandes conocimientos sobre salud mental y, aun así, me pilló completamente por sorpresa». Y confiesa: «Fue una experiencia humillante».

La reputación lo es todo, y muchos de los que acuden a Gerber son algunos de los cerebros con más éxito del mundo. Los clientes británicos, sobre todo los consejeros delegados, son «a menudo muy ejecutivos, hasta que dejan de serlo», dice Gerber. Muchas veces es algo minúsculo lo que causa la grieta en el parabrisas.

El ingreso de los más altos directivos suele estar vinculado a las drogas. Es un trabajo que atrae a psicópatas y narcisistas

En 2020, los ingresos en su clínica de directores generales (entiéndase también consejeros delegados o directores ejecutivos) aumentaron un 500 por ciento. A menudo ignoran los problemas psicológicos, agobiados por la presión de seguir adelante y, de repente, «se queman». Pero añade que «el agotamiento de los directores generales suele deberse a problemas de drogadicción».

El de director general es el trabajo que atrae a más psicópatas y narcisistas, y Gerber dice que se sienten atraídos crónicamente por sustancias relacionadas con la dopamina, más comúnmente por la cocaína. A veces, dice, «esnifar cocaína ya no funciona, bien porque el subidón se ha desvanecido o porque la nariz está destrozada, así que en algún momento empiezas a inyectártela».

Gerber también ha tratado a deportistas profesionales obligados a ingresar «tras un escándalo» o que han tomado demasiados medicamentos con receta para superar una lesión. También ha tratado a artistas que se han registrado en mitad de una gira y ha trabajado con políticos y jefes de Estado de otros países. A un líder político extranjero «lo acompañamos a reuniones de gabinete y comparecencias ante la prensa. Y se buscaban 'tapaderas' para explicar que no estaba bien –ya sabes, resfriado, gripe– porque, si eres jefe de Estado, no tienes excusa para no aparecer. No hay forma de ser reelegido con ese estigma».

No es fácil sentir compasión por quienes, en teoría, lo tienen todo. ¿Por qué la merecen? «El dinero no puede comprar la felicidad; todo lo contrario», afirma Gerber. «No importa cuánto dinero tengas o cómo te llames: el dolor es real. La probabilidad de que tengas una vida plena como multimillonario es, en realidad, una fracción de lo que podría ser si fueras un miembro de la población media». Se explica por la falta de propósito y el aburrimiento, y la falta de autoestima que conllevan. «La mayoría de estas personas están institucionalizadas en las jaulas doradas en las que nacieron, pero totalmente indefensas fuera de ellas», sentencia.


© The Sunday Times Magazine