Viernes, 06 de Septiembre 2024
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Cada domingo, desde mediados de 2016, la cineasta y escritora catalana Isabel Coixet lee toda la prensa para saber qué temas no tratar en su nuevo artículo de XLSemanal. «Sí, cada domingo (porque mi día de entrega en esta revista es el lunes) leo toda la prensa para descartar el tema sobre el que voy a escribir: no voy a hablar de lo que habla todo el mundo. ¿Qué puedo aportar yo nuevo sobre Ucrania?», confirma.
El resultado es siempre una pieza literaria llena de intimidad y ajena al ruido del día a día. Tras recibir por una de ellas (Saber de alguien) el XXXV Premio de Periodismo del diario El Correo en 2022, ahora reúne en Te escribo una carta en mi cabeza (Círculo de Tiza) más de cien textos publicados en nuestras páginas (más otros inéditos). Destacan a su vez en el libro —atención futuras y futuros cineastas— los brillantes Abraza la niebla —el discurso que Coixet pronunció al recibir el Premio Nacional de Cinematografía— y Veinte lecciones de cine, entre otros.
«Uno de los grandes lemas de mi vida —confiesa la directora— es el de Ernesto Sábato: me emocionan los detalles, no las generalidades. Siempre estoy por ello a la escucha y eso es una bendición y una maldición porque generas una empatía que hace que la gente te confiese muchas cosas y eso es bonito, pero a veces también complicado», sonríe.
En el prólogo del libro —Un prólogo para alguien que odia los prólogos—, la escritora Laura Ferrero (coguionista a su vez con Coixet de su más reciente película, la estupenda Un amor) apunta: «Enamorarse del mundo tiene que ver con una renovada capacidad de sentir asombro, y es ese estado de permanente curiosidad el que hilvana estos textos en los que Coixet comparte su búsqueda de la singularidad —a veces llamada belleza— y la encuentra en las cosas aparentemente más corrientes: una buena comida, los cisnes de toalla sobre la colcha del hotel, los cafés pendientes, su amor por las gafas, el vestido rosa de Greta Garbo, la lluvia, que ya no es como la de antes, o en calcetines de lunares que alguien querido le regaló. También aquí se cuelan nostalgias, homenajes a los que amó y perdió, faros como es la impronta luminosa de Victoria, su madre, o la constante mirada hacia su hija, y son todos estos los elementos que componen algo así como un territorio en el que es preciso adentrarse sin guías o instrucciones que valgan».
«Porque las instrucciones —concluye Ferrero—, bien lo sabe Isabel Coixet, se encogen, caducan. Son, pues, estos textos algo así como contraindicaciones, una invitación a los rincones menos obvios. [... En ellos] se cuela el quizás, el tal vez. Porque de lo único que podemos estar seguros al navegar la filmografía de Isabel Coixet o los textos comprendidos en Te escribo una carta en mi cabeza es de que existe el misterio y hacia él hay que caminar. Pero no para entenderlo, solo para abrazarlo».
Geoffrey Hinton, el 'padrino' de la inteligencia artificial