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Isabel Coixet Cineasta «Todos estamos aplastados por cosas que escapan a nuestro control»

Cada domingo la cineasta catalana lee toda la prensa para saber de qué temas no debe tratar su columna de XLSemanal. El resultado siempre es una pieza literaria llena de intimidad y ajena al ruido del día a día. El próximo día 26 recibirá el XXXV Premio de Periodismo del diario El Correo por Saber de alguien.

Por Virginia Drake | Fotografía: Zoe Sala Coixet

Sábado, 14 de Mayo 2022, 01:30h

Tiempo de lectura: 8 min

El día 26 de mayo recibirá en Bilbao el XXXV Premio de Periodismo El Correo por el artículo Saber de alguien, publicado en XLSemanal el 25 de abril de 2021. En esa columna, Isabel Coixet (San Adrián de Besós, 1960) se conjura contra el postureo retratando el comportamiento de un hombre solitario cuando nadie lo observa. A Isabel le interesan los detalles pequeños y cotidianos. Ni se casa con nadie ni enarbola pancarta alguna. Prefiere provocar la reflexión sobre los dilemas morales entre los que nos debatimos cada día.

Licenciada en Historia, Premio Nacional de Cine y Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, esta cineasta tiene en su haber los premios más deseados: Forqué, Gaudí, Feroz… y ocho Goya. Es empática, generosa, divertida y espontánea. Quedamos con ella para hablar de reconocimientos, de espionajes… y de sainetes patrios.


XLSemanal. Enhorabuena: otro premio más en su haber, ¡qué barbaridad!

Isabel Coixet. [Ríe]. Debo de estar en la edad en la que te dan premios porque te ven mayor.

XL. Pero si los lleva recibiendo desde hace 30 años…

I.C. Mmmm, sí. Este tiene de especial que es la primera vez que me premian un artículo.

XL. ¡Ya tocaba! Lleva escribiendo desde antes de los 18 [risas].

I.C. Sí, empecé a esa edad a publicar en la revista Sal Común, luego estuve en Fotogramas, donde hice muchas entrevistas y descubrí que soy la peor entrevistadora del mundo [ríe]. Y con el artículo dominguero llevo 23 años.

XL. Si sale a hacer algún recado, ¿pone la antena y de cualquier pequeño detalle escribe un artículo o un guion?

I.C. Siempre estoy a la escucha, sí, y eso es una bendición y una maldición porque generas una empatía que hace que la gente te confiese muchas cosas y eso es bonito, pero a veces también complicado. Cada domingo (porque mi día de entrega en esta revista es el lunes) leo toda la prensa para descartar el tema sobre el que voy a escribir: no voy a hablar de lo que habla todo el mundo.

XL. Pues sí que se complica la vida.

I.C. ¿Qué puedo aportar yo nuevo sobre Ucrania? Uno de los grandes lemas de mi vida es el de Ernesto Sábato: me emocionan los detalles, no las generalidades.

XL. Pero los tiempos son convulsos: pandemia, crisis económica, guerra en Europa, el rey Juan Carlos en Abu Dabi, espías por doquier hackeando móviles…

I.C. ¿Qué está pasando? Explícamelo tú [ríe]. Ante esta superposición de catastróficas desdichas, yo me imagino que estamos ante una tarta a la que se le van añadiendo capas y que, a lo mejor, lo que hay en el medio es bueno. No lo sé, pero estamos aplastados por cosas que escapan a nuestro control. Estamos como anguilas intentando salir un poco a la superficie para respirar.

«Ante esta superposición de catastróficas desdichas, yo me imagino que estamos ante una tarta a la que se le van añadiendo capas y que, a lo mejor, lo que hay en el medio es bueno»

XL. ¿El posible espionaje a líderes del procés reaviva el discurso independentista?

I.C. ¿Oxígeno? No sé. Creo que nunca sabremos quién espió a quién. Igual estaban espiándose los unos a los otros porque se llevan todos a matar. El sainete culmina con un señor que dice que es el presidente en el exilio y que vive en Waterloo [ríe]. Yo, que procuro mirar las cosas con cierta distancia, esto lo veo muuuy raro.

XL. Por las amenazas que recibió al criticar el procés, estuvo a punto de abandonar Barcelona. ¿Quizá por eso compró una antigua charcutería en Montolieu y la convirtió en su nueva casa?

I.C. No, la compré para convertirla en un refugio maravilloso al que voy mucho menos de lo que me gustaría. Está en una zona bastante desconocida, en la que en pleno agosto estás en un bosque junto a un lago y no te encuentras a nadie. Es una casa muy humilde, en un pueblo pequeñito (800 habitantes), pero en el que hay 18 librerías. Tú sales de casa con diez euros y te vuelves con cinco libros de segunda mano que son tesoros.

XL. Volviendo al affaire Pegasus, parece que con este software también han hackeado los móviles de Pedro Sánchez y Margarita Robles.

I.C. ¡Yo qué sé! ¿Qué sabemos de lo que hay detrás de todo esto? Creo que ya nos espían a todos por todo. Lo sé porque a mí me estuvieron espiando –no sé quién– durante bastante tiempo.

XL. Por cierto, entre las cosas que le han ofrecido, está la de ser ministra de Cultura. ¿Cuánto tardó en rechazarlo?

I.C. Ni me lo planteé siquiera. En la vida, yo escogí hacer películas y escribir mis cosas. Tengo muy claro para lo que sirvo y para lo que no.

XL. Cuenta que de niña, gordita, con gafas y flequillo, sufrió bullying y que de mayor los haters representan como la continuación del patio del colegio.

I.C. Es que es así, sí. Lo bueno es que, como a mí me empezaron a insultar muy pronto, hará 30 años, te vas creando un callo que hace que ahora te den igual las críticas.

«Creo que nos espían a todos por todo. Lo sé porque a mí me estuvieron espiando durante bastante tiempo»

XL. Tener en su haber los reconocimientos públicos más importantes ¿es su venganza particular ante críticos cinéfilos y detractores políticos?

I.C. No me lo tomo como venganza porque a esa gente no le doy tanta importancia. No me da el punto de venirme arriba por los premios. Vivo con otra escala de cosas.

XL. Doce nominaciones a los Goya y en ocho ocasiones consiguió llevarse el cabezón, supongo que en alguna de ellas pensó que lo conseguiría. ¿Ensayó en casa el discurso?

I.C. ¡Nooo!, siempre es mucho mejor improvisar, aunque te salgan balbuceos. Yo soy muy de improvisar en todo, pero mi pareja (Reed Brody) es muy de planificar las cosas: la hora a la que llegar al aeropuerto, el coche que alquilaremos, los sitios a los que iremos…

XL. ¡Pues no está nada mal!

I.C. Bueno… [ríe]. En mí hay una resistencia infantil a tenerlo todo planificado. No soporto ir por una ciudad mirando todo el rato el Google Maps, prefiero ir a mi aire. No me va el estar pendiente de lo que me digan Siri y Alexa, ni que me digan qué salida de la siguiente rotonda tengo que tomar… Entre otras cosas, porque siempre hay una salida cortada que te lleva a un polígono industrial que Siri no cuenta como salida y acabas dando mil vueltas a la rotonda del monumento al botijo [risas].

«Como a mí me empezaron a insultar muy pronto, hará 30 años, te vas creando un callo que hace que ahora te den igual las críticas»

XL. Reed Brody es un conocido abogado americano, fue portavoz de Human Rights Watch en Europa, asistente del fiscal general de Nueva York… ¿En qué idioma hablan en casa?

I.C. En inglés y en español, porque él lo habla muy bien y, cuando estamos en París, en francés; nos entendemos bien en cualquier idioma [sonríe].

XL. Seguimos con las cosas que no soporta: tiene miedo al oculista, nunca haría un crucero, odia los patinetes eléctricos… ¿Va a resultar una maniática?

I.C. ¡Totalmente! Una vez, hace muchos años, rodé en un crucero un anuncio de Danone y fue terrible la experiencia: de ahí viene el «nunca más» [ríe]. Lo del patinete eléctrico tiene su razón de ser: me he subido, me he caído y me han atropellado, con lo cual lo tengo descartado. Pero con los años procuro domesticar algunas de mis manías.

XL. Con frecuencia habla de sus visitas a Mercadona y Primark, de su afición a ver el programa First dates, de su gusto por las croquetas… ¿El glamour, a raya? 

I.C. ¡Jajaja! También me gusta el caviar, ir a la tienda de Yves Saint Laurent… ¡Cuidado! Tengo los dos extremos: me encanta el vermú en el bar de barrio y que me lleves a un restaurante de tres estrellas.

«Tengo los dos extremos: me encanta el vermú en el bar de barrio y que me lleves a un restaurante de tres estrellas»

XL. En el fondo, el rechazo o la aprobación de los demás le importa un pepino.

I.C. ¡Gracias a Dios!, cada vez me importa menos. Esta es una de las ventajas de tener cierta edad.

XL. Pues vamos a hablar de años…

I.C. [Me interrumpe]. Lalalá, lalalá… ¿Es necesario? [Ríe].

XL. ¡Qué mal sienta cumplir 60 años! ¿Eh? ¿Se cree que los tiene?

I.C. Es que no los tengo [ríe]. En una misma vive la niña de 7 años, la adolescente de 15, la mujer de 40… y todas están ahí conviviendo en una especie de locura perpetua. Pero, claro, notas que te cuesta más levantarte de un sofá, que te pesa más la cámara…

XL. ¿Y se le pasa por la cabeza que pueda tener principio de alzhéimer cada vez que va a un cuarto y, antes de llegar, ya no recuerda a qué iba?

I.C. También me pasa, sí, pero hay que relajarse porque, si lo tuvieras, no te lo preguntarías. Un neurólogo me dijo que todos los que tememos el alzhéimer no debemos preocuparnos porque los que lo tienen no son conscientes de ello.

«No creo que la enfermedad mental te haga mejor persona ni más sensible. Son cosas que se llevan de fábrica y unos las cultivan y otros no»

XL. Hablemos de salud mental. Cuando se conoce la vida de los que han triunfado en su profesión, con mucha frecuencia se descubren traumas, complejos y falta de autoestima… ¿Los genios como usted vienen 'tocados' de fábrica? 

I.C. Creo que 'tocados' estamos la mayoría y que todos estos episodios de vidas complejas con montañas rusas pueden ser muy creativos e inspiradores, pero yo me he distanciado de calificar las cosas. A mí, esta victimización profesional me da mucho apuro. Estamos en un momento en que una persona con una enfermedad mental la lleva, además de como un estigma, como una medalla de honor. Yo nunca la he considerado así. Yo he tomado antidepresivos durante muchos años, unas veces más y otras menos, unas veces los dejo y otras vuelvo… Somos personas que tenemos que ir por la vida con un par de muletas; pero esto lo veo como algo normal, algo que es parte de mi vida. No creo que la enfermedad mental te haga mejor persona ni más sensible. Son cosas que se llevan de fábrica y unos las cultivan y otros no.

XL. Para terminar, hablemos de su próxima película, El techo amarillo, que se estrenará después del verano. 

I.C. Sí, es una película documental sobre un hecho real: los abusos sexuales por parte de un profesor de una escuela de teatro para adolescentes. Los testimonios que se recogen son todos reales. En la película se habla de cómo, teóricamente, todos estamos en contra del abuso, pero que, cuando alguien lo destapa, no lo creemos, no lo apoyamos. Tenemos que hacer todos una reflexión profunda sobre esto.