Desayuno de domingo con... Carmen Lomana: «Siempre he sido una persona muy humilde que nunca ha presumido de nada»
León, 1948. Soy cualquier cosa menos 'socialité', que no sé ni lo que es; pero aún me gusta menos celebrity. No me voy a definir. Publico mi cuarto libro, 'Pasión por la vida' (editorial La Esfera), el más personal, el que más me ha costado escribir porque son mis memorias.
Viernes, 14 de Febrero 2025, 10:07h
Tiempo de lectura: 5 min
XLSemanal. Después de tantos años en los medios, parecía que estaba más vista que el tebeo [risas].
Carmen Lomana. Me conocéis mucho mediáticamente, pero solo sabéis que soy una mujer viuda porque mi marido se mató en un accidente. Nunca he vendido mi vida ni he dado ningún escándalo ni le he quitado el novio a nadie... ni esas cosas por las que se sale en las revistas.
«Nunca he vendido mi vida ni he dado ningún escándalo ni le he quitado el novio a nadie... ni esas cosas por las que se sale en las revistas»
XL. Hay quien se inventa un pasado mejor para engrandecerse y otros que exageran sus antiguas calamidades. Pero sus historias son tan fantásticas que cuesta es creerlas.
C.L. No necesito hacer lo uno ni lo otro; al revés, me he cortado un poco al contar la estupenda vida con mis padres, que tenían un coche inglés con chófer en una España en la que nadie vivía así.
XL. Mucho no se ha cortado, parece una niña rica mimada a quien nada le negaban.
C.L. Porque fui hija única durante cinco años, pero nunca me he quejado ni he dicho que haya pasado necesidades.
XL. ¡Solo faltaba! Cuenta que con 5 años la llevaron por las peleterías para que eligiera un abrigo de piel.
C.L. Y elegí uno de mouton dore precioso. Me lo hicieron crecedero y, cuando me hice hippie, a los 13 años, lo convertí en chaleco [ríe].
XL. También cuenta que el día de su primera comunión le hicieron un ajuar completo, lleno de camisones y ropa interior, que expusieron en el comedor. Esto no ocurre ni en las mejores familias...
C.L. Será que no conoces a mucha gente así; a mí me lo hicieron mis abuelos, que me adoraban, y toda la ropa del ajuar era maravillosa y llevaba bordada mis iniciales. Al llegar, todos los invitados iban a verlo al comedor de mi abuela.
XL. Y cuenta que, cuando una niña en el colegio le quitó la silla y usted se cayó al suelo, les pidió a sus padres no volver a clase y se lo consintieron.
C.L. ¡Pero qué bien! ¿No? [Ríe]. ¿A ti no te hubiera encantado? Solo fui al colegio un mes en mi vida, me pusieron profesores particulares.
XL. Toca un tema muy serio que, de no ser cierto, sería tremendo jugar con él: que su padre estuvo amenazado por ETA.
C.L. ¿Crees que voy a jugar con esto y con el miedo que pasamos? A mi padre le mandaron una carta y se tuvo que marchar, le pusieron un coche blindado que pesaba un montón. Papá tenía la costumbre de dar un paseo todas las tardes después de comer por el Paseo Nuevo y se lo prohibieron. Y te puedo decir lo que ponía en la carta con el sello de ETA… Pero ¡para qué!
XL. ¿Se la pasado bien escribiendo sus memorias?
C.L. No, a ratos lo he pasado muy mal recordando algunas cosas. La vida también me ha dado golpes muy duros.
XL. Como a todo el mundo.
C.L. Es así, sí. Pero no solo fue la muerte de mi marido, también fue muy dura la barbaridad que me hizo aquel médico que me cortó las trompas y me dejó estéril con 21 años, cuando yo quería tener cinco hijos. Después, me hice cinco fecundaciones in vitro, en las que me dejé la salud. Y desde entonces tengo una hipertensión desatada bestial que no hay manera de controlar. No todo ha sido fácil y divertido. Pero, a estas alturas, me he reconciliado mucho con la vida y no me quejo de nada porque no soy de lamentaciones. Siempre he sido una persona muy humilde que nunca ha presumido de nada.
XL. Por cierto, ¿quién es Sandra?, a quien le dedica el libro: «Por su lealtad y cariño —dice—. Sin ella todo sería más difícil».
C.L. La persona que lleva 23 años trabajando en mi casa, es mi empleada y se lo merece. Es la mujer más discreta que puedes conocer.
XL. ¿Descarta que un día salga en televisión, ella o algún vecino, contando cosas feas de usted?
C.L. Eso no va a pasar nunca. Sandra está conmigo desde que vine a Madrid y es parte de la felicidad de mi vida. Le han ofrecido alguna vez entrevistarla para hacerle incluso un homenaje y ha dicho que jamás hablará. Y solo somos cinco vecinos que nunca hemos discutido en una junta de comunidad, que casi ni hacemos porque no tenemos nada que decirnos.
XL. Carmen, estas memorias suyas son una continua provocación para dar titulares, uno detrás de otro.
C.L. ¡Ah!, ¿sí? Te prometo que no me doy cuenta. Dicen que estar conmigo es estar soltando titulares, será que soy yo así: 'Doña titulares'.
XL. ¿Doña Titulares se ha dejado muchas cosas en el tintero para una segunda parte?
C.L. Pues no he contado, por ejemplo, nuestra vida en San Francisco porque me parecía ya demasiado [ríe]. No dudes que mi vida da para mucho más, pero también porque espero que me quede mucha por vivir. Pero si a esta niña, tan mimada de pequeña, le hubieran dicho todo lo que le iba a pasar en la vida nunca se lo hubiera creído.
XL. Coge por lo pelos una cita de Jean Paul Sartre, para decir en sus memorias que «no importa que las cosas sean ciertas, el caso es que a nosotros nos lo parezcan». Con esto ya está dicho todo [risas].
C.L. Yo leí a Sartre con 13 o 14 años, cuando me dio por leer a los existencialistas, y me entusiasmó. Tengo varias frases de él que se me quedaron grabadas desde entonces. Pero te aseguro que esto no justifica ninguna exageración ni mentira que creas que he metido en el libro; no sabría hacerlo, porque mi vida, en sí, ya es fantástica. ¡Cómo le voy a poner más todavía! Te puedo prometer, porque no me gusta jurar, que no hay nada inventado.
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El té, siempre
«Tomo varias tazas de té con unas nubecitas de leche de arroz o almendras. Una papilla de plátano, galletas y zumo de naranja. Y un bollo suizo con mermelada».
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