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Félix Rodríguez de la Fuente: los secretos de un naturalista

50 aniversario 'El hombre y la Tierra'

Félix Rodríguez de la Fuente: los secretos de un naturalista

Fue el precursor del conservacionismo moderno en nuestro país y un pionero en la filmación de vida salvaje. Su hija Odile y el director de documentales Fernando González-Sitges hacen un repaso a la vida del hombre que ha inspirado a generaciones de biólogos y realizadores. Cuando se cumplen 50 años del estreno de El hombre y la Tierra, recuperamos sus palabras.

Jueves, 14 de Marzo 2024

Tiempo de lectura: 6 min

Allí estaban: una serie de extraordinarios dibujos donde se veía, congelada en el tiempo, la implacable caza de un león a su presa, la tensión de la carrera, la flexión del salto, el dramatismo del abrazo mortal. Nada se movía, ni siquiera la cámara de Televisión Española que transmitía en blanco y negro las imágenes sin una sola panorámica ni un ligero zoom. Todos, hasta los operadores del estudio de Prado del Rey, parecían hipnotizados. Porque a través de aquellas láminas dibujadas los espectadores podíamos ver al león moverse, correr, atrapar a su presa y acabar con ella con sus poderosas mandíbulas. Una voz conseguía el milagro. Era la de Félix Rodríguez de la Fuente, el mejor comunicador que ha habido en España y el primero en llevar la naturaleza al interior de los hogares españoles.

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Magistral divulgador. Félix Rodríguez de la Fuente, el mejor comunicador que ha habido en España y el primero en llevar la naturaleza al interior de los hogares españoles.

El camino no había sido fácil, porque lo que hoy parece un ‘clásico’ de televisión, los documentales de naturaleza, hace 40 años no existía en España ni como concepto. Por no existir, no existía ni la noción de ‘medio ambiente’. Para empezar, el joven Félix tuvo que superar los recelos de la familia. Hijo de un notario, nació en Poza de la Sal (Burgos), en 1928 y se esperaba de él que siguiese la tradición como abogado o, como ocurrió, que optase por la Medicina. Lo que no imaginaban era que la vida salvaje iba a acabar por imponerse en la carrera del vástago. Cuando tenía 15 años, su familia se trasladó a Briviesca (Burgos), y allí definitivamente iba a comenzar el idilio de Félix con la naturaleza. Para su familia, el joven era un tanto raro, todo el día en el monte buscando y observando pájaros. No tardaría en crear la primera estación de cetrería de España, al mismo tiempo que dejaba constancia de sus dotes físicas al ganar el campeonato de altura en los juegos universitarios.

Por aquel entonces escribe sobre cetrería y, pese a doctorarse como estomatólogo, orienta su carrera definitivamente hacia la Ciencias Naturales. Empieza en aquellos días una larga y constante lucha por la conservación de nuestro patrimonio natural. A pesar de que muchos intentan quitar importancia a su labor, argumentando que en ese momento sólo había una televisión y que el campo de la divulgación estaba virgen en España, los inicios de Félix estuvieron sembrados de barreras que para la mayoría habrían sido, incluso hoy, infranqueables. La mayor parte de los españoles apenas sabía nada de su fauna y flora, salvo que lo que era comestible había que cazarlo o pescarlo y lo que no resultaba inútil y despreciable. Un urbanismo creciente y desordenado amenazaba enclaves ecológicos de vital importancia. En resumen: casi nadie hacía nada por conservar nuestra riqueza natural porque, fuera de los círculos especializados, nadie conocía nada de la misma.

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El accidente. Félix murió en un accidente aéreo el 14 de marzo de 1980 mientras rodaban el Iditarod, la famosa carrera de trineos tirados por perros a las afueras de Anchorage, en Alaska.

Y entonces apareció Félix en escena. Su primera reivindicación fue el halcón. Gracias a él consiguió su primera portada en un periódico, ABC, al ganar las jornadas internacionales de cetrería de 1964 con Durandal, su ave de presa. Ese premio lo llevaría por primera vez a un programa de televisión presentado por José Luis Uribarri. Desde su primera aparición en la pequeña pantalla, el público quedó atrapado por sus palabras. Las llamadas y las cartas a TVE se multiplicaron; tanto, que la directiva decidió darle diez minutos en cada programa para que hablara de lo que le pareciera oportuno. Y Félix empezó a hablar del tesoro natural de España y de la necesidad de cuidarlo.

Tras ganar un concurso de cetrería, lo invitaron a TVE. El público quedó atrapado por sus palabras; tanto, que decidieron darle diez minutos semanales

Las series FaunaPlaneta azul, y sobre todo, El hombre y la Tierra consiguieron lo que parecía imposible. La gente dejó de ver la naturaleza como un lugar distante y amenazador y se acercó hasta montes, bosques y humedales buscando a los protagonistas de los capítulos de Félix. Y muchas de nuestras especies más emblemáticas y amenazadas pasaron de ser enemigos mortales del hombre a convertirse en tesoros de un patrimonio por cuya conservación merecía la pena luchar. Animales como el oso, el lince o el águila imperial consiguieron un marco legal en el que salvarse in extremis de la extinción.

A su labor se debe la abolición de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos; la protección por ley de animales como el lobo o las rapaces nocturnas; la creación del Parque Cinegético del Hosquillo (Cuenca), el refugio de rapaces de Montejo de la Vega (Segovia) y la reserva biológica del Hato del Frío (Venezuela); el cese de especulaciones urbanísticas en los parques nacionales de Doñana y Las Tablas de Daimiel; la fundación de Adena, de la que fue vicepresidente, etcétera.

Animales como el oso pardo, el lince ibérico o el águila imperial consiguieron salvarse in extremis de la extinción

Pero recordamos, sobre todo, El hombre y la Tierra. Con su estreno, en 1974, nuestra fauna adquirió realismo y personalidad. El mayor de los logros se había conseguido. La gente empezaba a disfrutar de la naturaleza; empezaba a quererla. Y de forma inevitable muchos empezamos a intentar protegerla.

La serie se vio en más de 30 países y cosechó premios allí donde se proyectó. Nunca se había rodado nada igual. Los linces cazaban frente a las cámaras, las águilas despeñaban muflones, las nutrias hacían aguadillas a los cervatillos y los osos ejercitaban sus músculos cerca del objetivo oculto. La naturaleza española entraba por la puerta grande en nuestras casas.


Hace 25 años que mi padre murió en un accidente de avioneta en Alaska. Yo sólo era una niña, acababa de cumplir, un mes antes, siete años. Muchas veces me pregunto quién era mi padre y trato de encontrar entre mis recuerdos rastros del ser humano detrás del personaje.

Recuerdo imágenes, como fotos inconexas de un álbum familiar, pero, sobre todo, siento a mi padre abrazarme y olerme profundamente, siento su curiosidad y su contagiosa pasión por la vida. Recuerdo cómo nos hacía sentir su asombro, especialmente porque lo que más le asombraba éramos nosotras y nuestra forma de percibir el mundo. Estar con él era una aventura en la que el hombre más importante de mi mundo, mi padre, se emocionaba observándome ser, sin condiciones ni limitaciones, incentivándome a ser yo, completamente.

Estas sensaciones han cobrado todo su sentido a medida que he ido creciendo. Es difícil encontrar a adultos que entiendan de verdad a los niños y niños que se sientan entendidos por los adultos. Tener la enorme suerte de crecer con un padre que admira tu curiosidad e inocencia, que se alimenta de la desbordante humanidad de los niños, es un regalo que no te abandona el resto de tu vida. Mi padre era un adulto con capacidad de sentirse niño, con capacidad de asombro. Creo que ése era su secreto. Y el éxito de su mensaje: era capaz de hablarle directamente al niño que todos los adultos llevamos dentro.