El norte más bravo en cinco calas

AL SOL

Senén Rouco

Los mordiscos del mar en los acantilados han dejado paisajes escondidos

28 jul 2018 . Actualizado a las 18:04 h.

Rincones desconocidos y a la vez encantadores. Escondites vírgenes en los que el ser humano es el extraño y, la naturaleza, la protagonista. El norte de Galicia, desde A Coruña a Ribadeo, esconde muchos mordiscos realizados por el mar que merece la pena visitar. Aquí van cinco propuestas. 

Lume Boo (Ferrol)

Premio tras el riesgo

Un complicado sendero lleva hasta Lume Boo, cerca de Doniños
Un complicado sendero lleva hasta Lume Boo, cerca de Doniños SENÉN ROUCO

Más allá de Punta Penencia, el extremo menos bullicioso de la playa de Doniños, hay un pequeño secreto: la cala de Lume Boo. Allí el sonido del Atlántico batiendo contra las rocas es lo único que se escucha. Todo lo demás es un pedazo de naturaleza en estado virgen, con arena fina y aspecto paradisíaco. No obstante, llegar no es fácil. Hay que hacerlo a través de un largo y estrecho sendero al borde de los acantilados, desde el aparcamiento de Penencia, en el que hay que poner mil ojos. Eso sí, una vez alcanzada la meta, el entorno recompensa el esfuerzo. El nudismo, así como el surf, son habituales en este rincón ferrolano. 

Loiba (Ortigueira)

Belleza bajo el banco

En el entorno del banco de Loiba hay calas pedregosas como esta
En el entorno del banco de Loiba hay calas pedregosas como esta SENÉN ROUCO

El banco de Loiba, ese que llaman el más bonito del mundo, tiene a sus pies varios escondites. Son una sucesión de calas vírgenes, rodeadas de un halo de misterio -dicen desde el Concello-, que están situadas a lo largo de la llamada Ruta das Algas. Alguna se puede visitar, como la playa de As Furnas, y otras, más pedregosas, es preferible apreciarlas de lejos por la peligrosidad.

Corveira (Arteixo)

Un cajón de arena

SENÉN ROUCO

Bajo el paseo litoral que serpentea la costa de Arteixo, entre las playas de Repibelo y Valcovo, aparecen pequeñas calas con un encanto especial. Cuando el paseo pasa por la punta de A Corveira, se aprecia una pequeña cala, de aguas cristalinas, con el mismo nombre. Desde arriba se ve el esplendor del océano y desde abajo se respira tranquilidad. Una roca en medio de las aguas bravas le da personalidad y los acantilados la protegen del viento. El acceso es algo complicado, pero se puede visitar. 

Portonovo (Viveiro)

Al calor de las rocas

El arenal de Portonovo se encuentra en el límite entre Viveiro y Xove
El arenal de Portonovo se encuentra en el límite entre Viveiro y Xove SENÉN ROUCO

A la sombra del monte Faro se encuentra uno de esos puntos de A Mariña más desconocido: la cala de Portonovo. Está ubicada en el límite de los municipios de Viveiro y Xove, y se accede por una pista de tierra que parte de la carretera de Faro a Esteiro. La ocupación sigue siendo baja y, entre los usuarios que acuden, se pueden ver muchos aprovechando el calor de las rocas que la rodean. Esa sensación de entorno virgen sigue intacta. 

Río Castro (Fene)

Un antiguo molino de mareas

El resto de un molino de mareas hace especial la cala de Río Castro
El resto de un molino de mareas hace especial la cala de Río Castro SENÉN ROUCO

El lugar de la ría de Ares donde desemboca el Río Castro, en Fene, guarda un vestigio del pasado: los restos de un molino de mareas. Allí, en ese pequeño hueco bajo el bar El Emigrante y muy cerca de la playa de Almieiras, las piedras están desperdigadas y los árboles intentan tocar la arena. Y el resto del molino, una pared con un ventanuco, le da un carácter casi de película.