El festival de la isla de San Simón apuesta por las mujeres y la ecología
28 jul 2018 . Actualizado a las 16:40 h.El Sinsal San Simón era un festival para connaisseurs, pero ahora ya lo sabe todo el mundo. Saben que es el festival más especial de las Rías Baixas, el único al que solo se puede acceder en transporte marítimo, el único que se celebra en un espacio en el que se respira la historia reciente de la España más oscura y de los pocos que no anuncian su cartel. Las Festas de Donón 2018 le andan a la zaga y anunciaron este mes «un grupo de gaitas» y «dous grupos musicais».
El pequeño festival encantador se ha convertido en un exitoso evento y el único secreto que le queda es su cartel, los extraños y exóticos músicos que integrarán su programa de conciertos. Lo bueno es que dada sus características geográficas, por mucho que se sepa lo especial que es estar allí, es que nunca estará masificado. Ahora hay mucha gente, pero no hay agobios. El polifacético Marcos de la Fuente, poeta organizador del Festival Kerouac junto a la artista Vanesa Álvarez y hostelero, recordaba ayer que empezaron a servir cócteles en la isla en la segunda edición. Con una mesita pequeña les sobraba para cortar fruta y colocar la licuadora. Ahora ocupan un enorme puesto, como los muchos de los que jalonan el paseo que de un lado da al bosque de bojs y del otro, a la isla de San Antón.
La jornada del jueves (este año hubo propina) arrancó con la imponente presencia del grupo nigeriano Les Filles de Illighadad que integran tres mujeres tuaregs. La apuesta por la presencia femenina en el certamen también ha sido clara: más del 60 % de los artistas de este año son mujeres. Ayer el público comenzó disfrutando de una propuesta la escénica Terra de Ensemble Galería, la africana Nélida Karr, los pamplonicas Doña, las barcelonesas de Side Chick y el proyecto Papaya de la canaria Yanara Espinoza.
El acoso al género femenino también está presente en la campaña para evitarlo que la Diputación desarrolla desde hace dos años en el circuito Fest.
El problema del festival ahora es cómo seguir adelante sin morir de éxito, pero lo están haciendo bien, Sigue siendo especial porque, por ejemplo, pocos hay con un compromiso ecológico tan claro. Más en una isla como la de San Simón y con un público que solo responde al vacuo perfil festivalero por los borsalinos y gorros de paja. Por lo demás, ya solo por dejarse guiar y aceptar las propuestas sonoras de la organización, merecen una consideración aparte.
Este año ya no hay Nemos, las fichas de plástico que servían de moneda de cambio en el recinto. El dinero se recarga telemáticamente en las pulseras que sirven como entrada. Tampoco hay papel. La redactora se olvidó la libreta y para conseguir un trozo donde escribir tuvo que jurarle por su vida al del puesto de Dinamización Lingüística de la Xunta que el superútil folleto acabaría en un contenedor de reciclaje.