Pimba, el género musical que arrasa en las verbenas de Portugal

Brais Suárez
Brais Suárez OPORTO / E. LA VOZ

AL SOL

Brais Suárez

Al margen de su calidad, las canciones han sido criticadas por su sexismo

19 ago 2024 . Actualizado a las 16:50 h.

En verano nadie está a salvo. Con las celebraciones de São João, que abren la veda a las fiestas populares al aire libre, cualquier plaza portuguesa puede convertirse en un escenario de pimba. Este género, toda una intimidad cultural lusa, recupera el esplendor de hace dos décadas y devuelve la juventud a los arraiais, o verbenas populares.

Sus letras provocadoras, su melodía simple y repetitiva, y su ubicuidad hacen de la pimba una especie de virus contagioso, muy difícil de expulsar de la cabeza. Esa connotación negativa es un sambenito que arrastra desde que el término fue acuñado para englobar a toda una oleada de artistas que, en su afán comercial, dieron con una tecla sentimental para el público luso.

Desde los años ochenta, un país en plena experimentación, desinhibido tras los pudores de la dictadura, vio brotar este nuevo género musical, burdo, popular, caracterizado por su falta de tapujos y su banalidad. Las tradicionales orquestas de pueblo comenzaban a simplificarse por tríos de acordeón, trompeta y organillo, que acompañaban a un cantante. Ya entonces, el aún famoso Quim Barreiros encabezó el movimiento, pero el género no sería bautizado hasta que Emanuel lanzó Pimba Pimba, en 1995. «Todos tenemos el deber de dar a nuestras mujeres mucho cariño y afección. Son las más lindas del mundo, dueñas de nuestro corazón [...]. Si quieren un abrazo o un besito, nosotros pimba pimba […]. Si quieren fiesta por la noche, nosotros pimba pimba». El eufemismo, extraído del tema de la banda de pop rock Ex-votos Subtilezas porno-populares... e pimba (1994) y de evidentes alusiones sexuales, condensaba perfectamente la esencia de todo el género.

Nuevo repertorio

Actualmente, siguen representándose muchas de las canciones de antaño, pero el repertorio se renueva con artistas como Jorge Guerreiro, Clemente, Sete Saias, Tânia, Banda Lusa, Iran Costa, Avô Cantigas o Rosinha. Todos ellos están representados por Ana Peixoto, que recientemente comentaba a Jornal de Notícias el éxito del género: «Afortunadamente, las agendas están llenas. Los meses de verano son muy complejos. El mercado es todo el país, que recorremos de norte a sur».

La simple composición del grupo y la puesta en escena facilitan las giras y rejuvenecen las fiestas populares. En los últimos años, se ha actualizado el sonido incorporando bases y motivos de funaná, género caboverdiano asimilable al kuduro. «La música pimba es global, porque hasta las personas que son de ciudad tienen ganas de divertirse cuando visitan su tierra», dice Peixoto.

Otra de las viejas conocidas es Rosinha, gracias a canciones como Eu levo no pacote, Descasco-lhe a banana o Eu chupo?, pero nadie es tan popular como Quim Barreiros, que cruzó fronteras gracias a los «peitos da cabritinha». Su espíritu de karaoke, la repetición de fórmulas rítmicas y la esencia abiertamente kitsch hicieron de Barreiros un fijo en radios, televisiones o mítines políticos, y hasta un referente del Portugal popular contemporáneo.

Más allá de su calidad musical, tanto Barreiros como el género en su conjunto han recibido críticas por el sexismo y conservadurismo de sus letras. A Barreiros se le asocia con la extrema derecha por su participación en mítines de Chega —aunque ha actuado para otros partidos—, y se le afean canciones como Casamento gay («invitaron a la familia, a los amigos y a los maricas», dice la letra). El intérprete aseguró desconocer qué es «homosexual» u «homófobo», pero «sí sé qué es un maricón, e hice una cancioncita usando el portugués corriente, porque mi público no va a la Gulbenkian [prestigioso museo de arte]».

El artista musical João Peste escribió en el 2021 que «la pimba es la expresión máxima del subdesarrollo cultural portugués, de la homofobia y del racismo». También en el semanario Expresso, el columnista Henrique Raposo define el género como «la banda sonora de la violencia doméstica» que «convence a los hombres de que tienen derecho e incluso el deber de humillar a su mujer y a las mujeres», y critica que las televisiones sigan empleando constantemente este tipo de canciones.