Los jóvenes que rescatan los carretes y las cintas en el verano del 2025

AL SOL

Adrián Pujana muestra orgullosamente su Walkman y camiseta de Liam Gallagher.
Adrián Pujana muestra orgullosamente su Walkman y camiseta de Liam Gallagher. .

La nostalgia analógica atrapa a una generación que busca vivir más despacio en la era digital

02 ago 2025 . Actualizado a las 13:12 h.

Da la sensación de que quedan ya muy atrás los años en los que, para disfrutar de las canciones de moda, era necesario comprar un casete o un cedé, o que, para inmortalizar unas vacaciones de verano, había que elegir con cautela qué momentos capturar en las escasas 36 exposiciones que traían los carretes fotográficos. Ninguna de estas cosas parece tener ya cabida en el mundo digital e inmediato que nos rodea.

Un fenómeno que ha cogido a muchos por sorpresa es el resurgir de algunos de estos formatos analógicos. La denominada Generación Z (correspondiente a aquellos nacidos entre el año 1997 y el 2012), en lugar de ver estos dispositivos como trastos arcaicos, siente una atracción por el pasado. En los últimos años, muchos jóvenes han empezado a usar cámaras analógicas, Discman, walkman, videocámaras o reproductores de DVD a modo de contracultura, desconexión y oposición contra la tecnología y lo efímero. Bajo la filosofía de capturar los momentos, disfrutar del arte y generar recuerdos tangibles, cada vez son más los zoomers que optan por desconectarse. Un ejemplo de esto son Ethan Álvarez, Carlota Paredes, Adrián Pujana y Nuria Barbazán, quienes optan por dejar a un lado el móvil y vivir un verano detox.

Ethan Álvarez con su discman y Carlota Paredes tomando una fotografía analógica.
Ethan Álvarez con su discman y Carlota Paredes tomando una fotografía analógica. .

Los cedés giran de nuevo

Todavía faltaban veinte años para el nacimiento de Ethan cuando la marca Sony lanzó al mercado el primer discman, el D-50. Esta brecha temporal no fue un condicionante para este joven coruñés, quien, a día de hoy, utiliza su propio discman para disfrutar de sus álbumes favoritos. «Escuchar CDS, cassettes o vinilos me transporta siempre a cuando era pequeño. A mi padre siempre le ha gustado la música que no suelen poner en la radio, así que tengo un montón de recuerdos escuchando discos en el coche durante horas y horas», relata Ethan. Aunque, para Ethan, el comprar música en físico es algo más que una vuelta al pasado. Él considera que es una buena forma de apoyar al artista y de desconectarse un poco de las tecnologías.

Algo similar siente Adrián Pujana, quien, pese a tener 19 años y no haber vivido en el siglo XX, afirma haber crecido entre los resquicios de esos tiempos por el contexto en el que se crio.

«En mi casa, de niño, recuerdo ver películas y series en deuvedé, e incluso en VHS. También escuchar los cedés y casetes que me ponían mis padres». A día de hoy, este joven vigués posee una gran colección de música en físico. Llegando a tener más de 70 discos compactos y un walkman, explica que su pasión por estos formatos viene de cuando empezó a interesarse por los artistas de los años noventa. «El rock noventero que tanto me gusta a mí no estaba hecho para ser escuchado con un móvil y unos cascos cutres. Tenía claro que la música en cedé y en casete iba a sonar un millón de veces mejor», añade.

Para todos aquellos escépticos o incapaces de entender por qué las nuevas generaciones optan por estancarse en un pasado que ni siquiera les corresponde, Adrián cree tener una respuesta. Él considera que el gusto por lo analógico y los formatos físicos que tienen los jóvenes de ahora, viene dado por el miedo de una generación entera a olvidar lo que realmente nos hace humanos: los recuerdos y la nostalgia.

En un mundo donde todo es inmediato, reproducible y desechable, estos cuatro chicos hacen un llamamiento para este verano, recordándonos la importancia de conectar con las memorias que creamos y con las cosas que consumimos. Así que si alguno estaba buscando una señal para desinstalar Spotify, acudir a un cine de verano o desempolvar su antigua cámara para las vacaciones, es esta.

Vacaciones entre deuvedés y fotos analógicas 

Hoy en día, sacar una foto es tan fácil como desbloquear el móvil y abrir la cámara. ¿No te gusta cómo ha quedado? La repites. ¿Te convence? La compartes. Así de rápido y simple. Pero hay quienes prefieren ir más despacio, dejar el teléfono a un lado e inmortalizar la vida como se hacía hace más de tres décadas: con cámaras de carrete.

Jóvenes analogicos

Carlota es una coruñesa de 21 años que lleva ya un tiempo disparando en 35 milímetros. Para ella, las películas analógicas tienen «una vida y un color que el digital solo puede emular». La imperfección y el grano son para ella lo que le da a la imagen una personalidad que el móvil no puede replicar. «Son fotos con carácter que prefiero mil veces para capturar la vida», cuenta.

Por otro lado, Nuria también es una apasionada de la fotografía analógica. Lo que más le gusta a esta joven negreiresa es poder ver el proceso completo de la toma: desde el momento en el que aprieta el disparador, hasta la espera y las ansias por ver el revelado. Le encanta pensar y tomarse el tiempo para definir bien qué va a fotografiar, puesto que, a diferencia que con el teléfono, no tiene infinitos intentos para hacerlo.

También disfruta la experiencia de ir a tiendas de fotografía de toda la vida. «Son tendas que as leva xente maior, e claro, a moitos lles sorprendía que alguén da miña idade estivese indo alí a mercar carretes para unha cámara analóxica. Sorprendíalles que nesta xeración aínda houbese interese por estas cousas», cuenta Nuria. Ella ha aprendido un montón de estos establecimientos; los propietarios le cuentan con nostalgia anécdotas sobre qué carretes usaban para inmortalizar bodas o comuniones antiguamente.

Otro elemento vintage con mucho valor para Nuria son las cintas VHS y los deuvedés. «Ti ves que teñen o seu menú, e podes ver escenas de detrás das cámaras, iso da esa posibilidade de mergullar máis na película». Además de esto, Nuria indica que ver largometrajes en plataformas de streaming hace que se pierda la experiencia. Para ejemplificar esto, habla de Perfect Days, filme que ella tiene en formato físico. La posibilidad de ver la película una y otra vez, sin depender de una suscripción para consumirla, le da tranquilidad.

Para ellas dos, este será un verano de ver en bucle sus deuvedés favoritos y de inmortalizar en 35 mm los mejores atardeceres.