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09 abr 2003 . Actualizado a las 07:00 h.CUANDO JOSÉ COUSO viajó a Bagdad para cubrir el conflicto era consciente del riesgo que asumía. La posibilidad de fallecer en la contienda era limitada, pero existía. Y ejerciendo una labor pocas veces valorada en su justa medida, informar a la opinión pública de lo que ocurre, falleció. Seguro que nunca imaginó la repercusión que iba a tener su muerte en Ribadeo, aquel pueblo donde veraneaba de cuando en vez. Su óbito ha provocado una inusitada reacción de los grupos políticos, de modo que parece que a José Couso le salen ahora amigos íntimos por todas las esquinas y que pocos vecinos eran tan queridos en la villa, de modo que el pesar de algunos es tan profundo que se amenaza con depresiones colectivas. Tras conocer la noticia se divulgó el primer comunicado de condolencia, al que el Concello reaccionó ordenando que las banderas ondeasen a media asta. «¿Cómo amaneció hoy Ribadeo?», preguntó Luis del Olmo en su programa Protagonistas... y España lloró por Ribadeo. Pero la realidad suele poner a cada uno en su sitio. En la misma página de La Voz en la que se informaba del «pesar» de Ribadeo también se daba cuenta de que un vecino de A Pontenova, realizando su trabajo, de camionero, falleció en la carretera. Su riesgo era menor y por lo tanto el fatal desenlace, por inesperado, resulta si cabe más dramático. Fue enterrado ayer y ninguna bandera ondea por él. Que quede claro: respeto y comparto sinceramente el pesar de los verdaderos amigos de José Couso y lamento que sus familiares tengan que asistir a este bochornoso espectáculo. Pero dicho esto, no es menos cierto que algunas actitudes, más que repulsa, lo que dan es asco.