Ribadeo, Cuba y Barreiros, el ourensán que cambió la historia del automóvil

Martín Fernández

A MARIÑA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

02 sep 2019 . Actualizado a las 19:23 h.

La Asociación de Profesores de Automoción de Galicia (APAGA), que preside el ribadense Álvaro Doural, homenajeó en el 8º Fórum de Innovación y Formación sobre Vehículos, celebrado en la Granja Pedro Murias, a Eduardo Barreiros, el ourensán que cambió la historia del automóvil. Lo hizo por ser referencia de la automoción y ejemplo de emprendedor. Pero también porque un ribadense, Carlos Rafael Rodríguez, hijo de un emigrante de Couxela, lo llevó a Cuba para crear la industria automotriz del país, los populares motores Taíno.

Barreiros fue el paradigma del emprendedor: el humilde mecánico de Gundiás, una aldea de Nogueira de Ramuín (Ourense), que se casó con su vecina Dorinda Ramos, abrió un taller y con su esfuerzo e inteligencia consiguió en 1952 convertir los motores de gasolina en diésel en plena carencia de gasolina en posguerra. Eso fue un hito y lo llevó a la cima. Pero antes tuvo días de sudor y lágrimas para subir, peldaño a peldaño, una larga y empinada escalera…

Su padre, Eduardo Barreiros Nespereira, había emigrado a Gran Canaria cuando él estaba en el vientre de su madre, Luzdivina Rodríguez. El niño Eduardo, que nació en 1919, lo conoció cuando tenía 4 años. A su vuelta a Galicia, en 1925, el progenitor compró un viejo autobús que hacía la ruta Ourense-Luintra. Y con 12 años, el joven Eduardo se incorporó como revisor del coche de línea familiar mientras era aprendiz en un taller ourensán. Estalló la guerra y marchó a ella como conductor del autocar requisado a la familia.

Tras la contienda, en un modesto taller reconstruyó ómnibus, fabricó gasógeno y vendió coches hechos de coches. Hasta que modificó los motores y creó Barreiros SA para fabricar camiones, tractores, grupos electrónicos... Una década después tenía el complejo industrial más importante de España y socios como la francesa Simca o el gigante americano, Chrysler.

300 camiones El Abuelo

Su creatividad y capacidad de trabajo eran infinitos. En 1963, con un todo terreno llamado El Abuelo, ganó un concurso en Portugal para suministrar 300 camiones al Ejército en competencia con ingleses, americanos y franceses. Y entre otros, en los años 60, fabricó 210.000 motores, 36.000 tractores, 56.000 camiones, 140.000 turismos y 3.500 autobuses. Daba empleo directo a 25.000 personas, indirecto a un millón y exportaba a 27 países. Había crecido tanto que era difícil la financiación. Y en 1969 vendió la empresa a Chrysler con el compromiso de que él no fabricaría motores en 5 años. Se introdujo en el sector ganadero y produjo el vino Luis Mejía. Pero su vida era la mecánica. Y transcurrido el tiempo acordado inició contactos para retomar su pasión. Conoció a Carlos Rafael Rodríguez, vicepresidente de Cuba, y su vida tomó nuevo rumbo…

El decálogo del buen empresario, los mejores colaboradores y una familia unida como una piña

Barreiros siempre creyó que lo mejor de una empresa era su material humano. Así que se rodeó de los mejores colaboradores ?Antoñanzas, luego director del INI, Cabanillas o Íñigo Cavero, luego ministros, Guisasola, ingeniero…- y de un equipo unido como una piña. Era el mayor de seis hermanos, el aceptado líder y protector del clan.

En Barreiros SA él era el presidente y sus hermanos Valeriano, responsable financiero; Graciliano, encargado de producción, calidad, proyectos y personal; Celso, el menor, ingeniero y adjunto al presidente; Mari, cajera; y Luchi, la menor, licenciada en Química pero que profesó monja. Los Barreiros convivían con los trabajadores, pagaban bien y nunca sufrieron una huelga a pesar de que Antoñanzas decía que “con Barreiros se instauraron en España las 35 horas de trabajo…. diarias”. Quienes trabajaron con él recuerdan su generosidad y que solo le interesaban “los motores, el trabajo, su familia, sus trabajadores y la caza…”.

Barreiros tenía un Decálogo que, según él, le permitía tener éxito y dirigir bien a muchos operarios. Era este: “Hacer siempre honor a los compromisos; no mirar a nadie por encima del hombro; ser muy tenaz; rodearse siempre de buenos colaboradores y amigos; convivir al máximo con los que trabajan con uno; estimularlos en la mayor medida; no querer ganar para sí la última peseta; trabajar con intensidad; escuchar las sugerencias aunque procedan de gente modesta; y tener vocación y firme fe”.

En tiempos de subvenciones, especulación financiera y deslocalización ¡cómo se echa de menos un tipo así y qué necesidad tiene este país de unos cuántos Eduardos Barreiros!

martinfvizoso@gmail.com

Carlos Rafael, la victoria sobre Nissa, el motor Taíno y la gloria

Barreiros conoció a Carlos Rafael en 1977 a través del embajador de Cuba, Carlos Alfaras, y le mostró un proyecto para desarrollar una industria automotriz propia. Carlos Rafael era Vicepresidente del Consejo de Estado y del de Ministros y un reconocido intelectual, número dos del Régimen. Había hecho la Reforma Agraria, presidía el Partido Comunista y fuera varias veces ministro. Era hijo de Pedro Rodríguez Vilameitide, de Couxela (Ribadeo), y de Antonia Rodríguez, que regentaban un comercio de peletería, talabartería y artículos de primera necesidad llamado La Ópera y otro, denominado La Principal, en Cienfuegos, donde nació Carlos Rafael en 1913. El plan de Barreiros le gustó tanto que hizo que acudiera en 1982 a un concurso del gobierno en el que se exigía una prueba comparativa con un motor Nissan de 8 cilindros. Los motores estuvieron funcionando 1.000 horas, rodando día y noche sin parar. Según los profesores García Ruiz y Santos Redondo, la consultora Lloyds dictaminó que el Barreiros resistía mejor y ganó el contrato de automoción del país.

Ahí comenzó una aventura. Estaba acostumbrado a las cortapisas del franquismo ?el INI le hacía la vida imposible con SEAT y ENASA- pero no a la burocracia, la ineficiencia y las carencias de un país comunista. Así que creó DIMISA y empezó desde cero con fábricas de tornillos, fundición, complementos, formación laboral, selección… Fabricó los motores Taíno (nombre de raza precolombina) de 6, 8, 10 y 12 cilindros para versiones industriales, agrícolas y marinas; camiones, autobuses y autotrenes; y dieselizó motores soviéticos Zil-130, según Pablo Gimeno. No logró llegar a 10.000 motores al año porque cayó el Muro y con él el comunismo. Pero organizó tan bien toda una industria que en 1991 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana, él que casi no había podido pisar una escuela… Meses antes de morir en 1992, declaró en La Voz de Galicia que políticamente era de derechas pero defensor de un “socialismo capitalista” al estilo de Olof Palme…