Rodríguez Salvatierra, el ribadense testigo de la incautación del Centro Gallego de Cuba

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

ARCHIVO FOTOGRÁFICO DE MARTÍN FERNÁNDEZ

El régimen de Fidel Castro intervino el Centro y se lo hurtó a sus legítimos dueños, los emigrantes gallegos, en el 1961

26 dic 2021 . Actualizado a las 22:49 h.

En la entrada del Centro Gallego de La Habana por la calle San José, hay una placa que dice: «Antonio Abad Fernández, honrado obrero, hijo de Galicia. El Centro Gallego, a quién aquel dejó por heredero, quiere perpetuar su recuerdo consignándolo en esta tarja, en testimonio de gratitud y honor a su memoria. 1940». Para ese gallego honrado, el Centro era su casa. Ayudó a levantarlo con sus cuotas, fue su refugio, su formación y protección. Y tenía el orgullo de que era el mayor símbolo de galleguidad en el mundo. En él dio el último suspiro, lejos de su familia y de su tierra. Por eso le legó cuanto tenía. Para que fuese lo mismo para miles de compatriotas en Cuba. Y así fue hasta que, en 1961, el régimen de Fidel Castro intervino el Centro y se lo hurtó a sus legítimos dueños, los emigrantes gallegos.

Testigo de aquel atropello fue el ribadense Álvaro Rodríguez Salvatierra, nacido en Vilaousende el 6 de agosto de 1901, hijo de Antonio y Balbina, vecinos de esa parroquia en la que su abuelo había sido maestro. Sus padres cuidaban el Pazo de Quintalonga, entonces aún amurallado y cuyo interior era todo un pueblo con su capilla, pozo, almacenes, zonas de cultivo, criados y familias residentes…

Allí vivió Álvaro una vida aldeana, apacible y casi feudal hasta los 18 años cuando el fantasma de la Guerra de Marruecos lo acechó. Entonces, sus padres prefirieron verlo lejos y vivo antes que recibirlo herido o muerto. Y arreglaron su viaje a Cuba adonde llegó en el vapor inglés Ortega en 1921. Trabajó en una bodega, se vinculó a Naturales de Ribadeo y al Centro Gallego y participó en sus actividades. Se casó en 1933 con la cubana Ana Benigna Rodríguez y cuatro años después se nacionalizó. 

Con Álvarez Gallego y Castelao

En 1936, al comenzar la guerra civil en España, el Centro Gallego estaba presidido por el falangista Cayetano García Lago, líder de Afirmación Gallega, uno de los tres partidos o grupos de socios de la entidad. En 1938, llegó a La Habana Castelao para recabar ayudas para la República. Y aglutinó en torno a él a demócratas, galleguistas y republicanos que organizaron el partido Hermandad Gallega, liderado por X. Álvarez Gallego, para conquistar el Centro.

El 1 de enero de 1939 se celebraron las elecciones previstas en sus estatutos. El día antes Castelao y Álvarez Gallego pidieron expulsar a caciques y falangistas de la sociedad y García Lago, a su vez, retiró del edificio la bandera republicana dejando solo la gallega y la cubana. En ese crispado ambiente se celebraron unos polarizados comicios, con los ánimos exacerbados y un auténtico pulso entre defensores de la legalidad republicana y simpatizantes del golpe franquista.

Ganó por mayoría minoritaria Hermandad Gallega pero no pudo formar gobierno ni lograr la presidencia. García Lago pactó con la minoritaria Defensa Social y logró los 34 apoderados precisos para gobernar. Rodríguez Salvatierra participó en la campaña, apoyó a Álvarez Gallego y fue elegido apoderado y representante de la Hermandad en el Centro hasta que Castro lo incautó en 1961.

Un enorme patrimonio quitado a los 55.000 socios del mayor símbolo de galleguidad en el mundo

El 1 de enero de 1959, cuando Castro llegó al poder, el Centro Gallego tenía 55.000 socios. Dos años después, en noviembre de 1961, un interventor de su gobierno tomó el Palacio Social cesando al presidente, Camilo Vila Rodríguez, que pertenecía a Unión Social, heredera de la vieja Hermandad Gallega de Álvarez Gallego y Castelao. Antes, ya el régimen requisara el sanatorio La Benéfica y el colegio Concepción Arenal con el pretexto de que, como la sanidad y la educación iban a ser universales y gratuitas, no hacían falta entidades étnicas, societarias o privadas… Con esa excusa, quitaron a los emigrantes lo que era suyo y se apoderaron de todo el patrimonio del Centro Gallego.

En ese momento, la sociedad poseía el suntuoso Palacio donde se impartía —a través del Plantel Concepción Arenal que dirigió la mindoniense Andrea López Chao— a cientos de niños y mayores enseñanza primaria, clases de comercio, taquigrafía, contabilidad, corte y confección, etcétera. También disponía de una Academia de Bellas Artes con cursos de modelado, pintura y escultura y de una Academia de Música, con rango de conservatorio, dirigida por Rodríguez Carballés, de Celeiro (Viveiro).

Antes de la intervención, las prestaciones sanitarias eran la clave del éxito del Centro Gallego porque no solo daban servicio a los socios sino a toda la sociedad cubana. El prestigio y la fuerza de La Benéfica era tal que, del presupuesto de 1,7 millones de pesos del Centro en 1952, 1,1 se invertían en ella… Su sanatorio atendía 650 enfermos al día y a más de cien ancianos —en su mayoría gallegos— internos en tres pabellones por carecer de recursos y familia para atenderlos. Diez años antes, en 1942, se había inaugurado la Unidad Quirúrgica, un edificio de cinco plantas totalmente equipado para servicios de Cirugía. Aquel mismo año realizó más de 3.000 intervenciones...

Todo lo incautó el castrismo. Y hoy —tras ¡62 años! de dictadura— sigue a disponer de él.

Del apoyo inicial a la oposición a la dictadura de Castro

El primer empleo de Rodríguez Salvatierra en Cuba fue en una bodega. Tenía 20 años. Luego se ocupó en la dulcería La Cruz Blanca, en el almacén de víveres El Águila y en una tintorería. Más tarde abrió una de su propiedad, La Flota Blanca, que liquidó en 1930 para trabajar en la fábrica de ropa El Gallo hasta 1944. Desde esa fecha, regentó una bodega propia, La Moderna, en Esperanza nº 402. En la vida societaria fue secretario de Naturales de Ribadeo, apoderado de Hermandad Gallega en el Centro Gallego y dirigente de Beneficencia Gallega. Fundó Socorros Mutuos de El Gallo y fue ejecutivo del Sindicato Textil y de la Aguja.

Siempre fue republicano. Y, como tantos gallegos disconformes con los abusos de Batista, apoyó al principio la revolución de Castro. Pero después de la Declaración de La Habana se opuso al comunismo y trató de sobrevivir. Tras el viaje de Fraga en 1991, contactó con su familia de Ribadeo pues había enviudado y vivía solo. A mediados de los 90 viajó a Galicia y se quedó en Ribadeo con sus familiares.

Álvaro vivió de cerca la intervención del Centro Gallego y la destitución de su directiva; la instalación en los años 60 de la Sociedad de Amistad Cubano-Española, controlada por comunistas exiliados; la reconversión en los 70 del edificio en el Liceo de la Habana Vieja que desmanteló el mobiliario, archivo, biblioteca, pinacoteca, etcétera; y también la incautación del Palacio al que el castrismo quiso rebautizar como Teatro Patricio Lumumba, Teatro García Lorca o Gran Teatro Nacional… Dio igual. Todo el mundo sabe que es el Centro Gallego. De los emigrantes gallegos…