
«Mondoñedo, entre los pueblos más bonitos para visitar en Navidad y la ría de Vicedo entre las estampas más espectaculares; destacan el conjunto histórico de la ciudad episcopal, muy acogedora». «National Geographic sigue apostando por Mondoñedo como destino turístico este 2025. También incluye a la ciudad episcopal entre los pueblos con bienes Patrimonio de la Humanidad». Son titulares de La Voz.
Entre tanto ruido desde el periódico de los gallegos busco y encuentro algunas noticias que me insuflan orgullo identitario; esperanzas en una sociedad civil desde la que algunos de sus dirigentes se dediquen a fomentar la cultura -derecho social que nos hace libres- y además contiene nichos con riqueza y empleo de calidad; fortaleza para seguir participando -democracia no solo es poder votar, es participar con nuestra iniciativa- en foros, artículos y publicaciones más extensas que ofrecer a las generaciones posteriores en dura competencia con herramientas alienantes.
Mondoñedo tiene historia, paisaje, fuentes, plazas, monumentos y cantinas - taberna do Valeco, por ejemplo, y más- donde nuestras almas mariñanas encuentran posada y tertulia. No solo es gastronomía heredada de Cunqueiro o de esa tarta con la forma del rosetón catedralicio que trajo el séptimo Conde de Lemos a su regreso del irrepetible virreinato de Nápoles. Es el taller de ese valenciano que se nos hizo mariñano por la gracia de Dios y no solo dejó obras escultóricas, hizo escuela que seguirán sus huellas -Juan Puchades- o los trabajos de investigación amén de sus enseñanzas desde las aulas o en la propia Catedral del inolvidable don Enrique Cal Pardo.
Lamento y todo buen mariñano estará preocupado por la situación de PESCADOS RUBÉN, entre Burela y A Vila Mariñeira de Foz- así me lo enseñó mi inolvidable amigo y maestro Suso del Bahía-. Una empresa que trabaja con los productos de esa mar infinita que nos permite limitar con Inglaterra y que ha sido despensa, autopista y mestizaje cultural. No es una crisis más. No es una crisis menor que la de ALCOA. Y además es más fácil de resolver desde los poderes públicos que la de la factoría aluminera.
No miremos desconsolados y nada más, como sucedió con las últimas conserveras de Celeiro. ¡Me niego y me indigna! Decía un gran hombre- Cándido Rey Camba- desconocido para muchos, maestro para mi generación, por sus palabras y su ejemplo, que aunque las actividades económicas que pasaban de padres a hijos tuvieran un final, a los de esta costa al norte del norte, siempre nos quedaría la mar. Y añado: hay que cuidarla más allá de las banderas azules. Hay que vigilar el impacto de los vertidos industriales. Hay que drenar o arar esas rías de maravilla. Hay que luchar por nuestros derechos pesqueros y marisqueros. Hay que formar patrones, marineros, pescadores, en definitiva los mareantes del siglo XXI, más allá de ese insostenible nicho de empleo en la hostelería. -sana envidia siento cuando mi amigo Andrés, Rubito, me recuerda que su hijo es el práctico que le ha sustituido- .
Porto Celeiro y Porto Burela son dos enclaves a cuidar. Dispongo de un documento de octubre de 1972 cuando las fuerzas civiles del Concello de Cervo, se dirigen en papel del Estado, con las correspondientes pólizas y entrada por Registro, a la Comisión Plenaria del Ayuntamiento de Cervo, para demandar basado en Derecho escrito, que no estaban dispuestos a consentir el traslado de la sede capitalicia; del Concello a un edificio de Burela -su alcalde Arcadio Pardiñas era de ahí y tenía sus propios intereses urbanos- y así se evitó la maniobra; desgraciadamente años después se facilitó la segregación.
Pero Burela es una tierra que ha mirado a la mar desde su propia existencia. Con el paso del tiempo, el Cantábrico fue adquiriendo cada vez más importancia en la economía del lugar. Así que defendamos a Pescados Rubén como símbolo de tal y con las mismas fuerzas que se le dedican a ALCOA.