El jubilado de Alcoa que a sus 76 años sigue ampliando su museo de antigüedades: así vivíamos no hace tanto

María Cuadrado Fernández
MARÍA CUADRADO ALFOZ / LA VOZ

ALFOZ

Valentín González, de Alfoz, se emplea a fondo cada día en el cuidado de sus tesoros: «Foi unha moi alegría grande recibir o outro día a un grupo de Asturias»

18 feb 2024 . Actualizado a las 11:31 h.

De la casa de Valentín González Paz (Alfoz, 1947) han salido varias piezas para el Museo do Pobo Galego — «viñeron nun furgón buscalas»—, un banco de castaño para el Museo Provincial de Lugo, un cuadro de un barco para el Museo Provincial do Mar de San Cibrao... Y con todo, Valentín no deja de ampliar en San Pedro de Mor (Alfoz) su propio museo, bautizado como «Casa Tin». Abrió al público en junio de 2018 como un museo de la radio y, desde entonces, la colección de fondos no ha dejado de crecer. En días pasados las visitas guiadas a Casa Tin han vuelto a reactivarse.

Este jubilado —que trabajó en Alcoa hasta 1992— tiene actualmente 76 años y dedica buena parte de su jornada diaria a cuidar de su patrimonio. Él lo disfruta y le gusta que otros también se recreen, aprendan y tengan la oportunidad de echar la vista atrás. Porque adentrarse en este espacio de carácter museístico es volver sobre los orígenes, sobre el pasado que ha marcado nuestro hoy.

Él se ocupa de todo

Valentín se ocupa del cuidado de los fondos, de abrir y de cerrar el museo —con entrada gratuita— y de atender a los visitantes. Aunque la mayoría se concentran en la temporada estival, en días pasados se reabrió el período de visitas guiadas y quince viajeros de la comunidad vecina se presentaron en Casa Tin interesados en indagar más también sobre etnografía popular. «Foi o primeiro grupo que veu de Asturias e a min emocionoume moito. Viñeron de vista ao Castelo e chamáronme para saber se podían acercarse. Para min foi unha alegría grande e creo que marcharon encantados. Xa me dixeron ‘hay que volver y mandar a más'».

Valentín no para. La jubilación le garantiza tiempo libre para atender «500 maciñeiras», vigilar cómo crece la madera en los montes y atender sus piezas de colección.

Además de una completa selección de aparatos de radio —en torno a 300—, «teño 200 e pico reloxos de parede, de pulsera, de bolsillo...», un amplio muestrario de herramientas, de aperos y de útiles de distintos oficios, botellas de bebidas «cheas» de brandy, licores...: «Teño anís de todas cantas marcas hai». Tampoco faltan en este espacio gramolas, tocadiscos antiguos e imágenes de santos: «Na casa de abaixo tiña unha capela. Antes víñaos ver máis xente».

El impulsor de Casa Tin lleva varias décadas coleccionando y almacenando todo tipo de piezas: «Tiven que facer unha nave para ampliar e poder meter todo». Confiesa que disfruta tanto de su pasión por el coleccionismo como de ejercer de anfitrión con las visitas.

«Cando ven xente ver o museo pásoo de marabilla. Eu non gaño nada con esto, que a visita é de balde, pero dame gusto que veñan. Parolamos un pouco e voulles ensinando todo e dándolles a información que teño», asegura Valentín, a quien le gustaría recibir también a escolares, sobre todo porque cree que en el museo podrían ver muchas piezas que les ayudarían a entender mejor el día a día de sus antepasados y la esencia de la cultura popular.