«Me dicen que soy de los últimos trabajando madera maciza y de forma artesanal»

OUROL

Sebastien Leprèvost llegó a Ourol descubriendo que «mi lugar está aquí» y habiendo recibido hace poco el sello de Artesanía de Galicia, en un oficio que ejerció su tatarabuelo
08 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Con 37 años tenía ansias de viajar y conocer lugares desconocidos como el norte de España y Portugal para llegar a África, pero una avería en mi furgoneta, justo en Vilachá, cambió mi rumbo», declaraba hace un año. Con el número 11.597 acaba de registrarse en Artesanía de Galicia la carpintería Sébastien Leprévost (Rouen, 1981), para quien «es un reconocimiento» a su trabajo, un oficio con el que soñaba desde los 7 años de edad. «Mi tatarabuelo era carpintero», recuerda. Ya tenía el gen de la pasión por la madera. «En Francia era demasiado complejo y costoso abrir una carpintería, no estaba listo para emprender o invertir tanto tiempo y energía», dice de su etapa en su país. Sin embargo, lo ha logrado en Ourol, la localidad a la que llegó hace años y donde descubrió nada más poner un pie que «mi lugar es aquí». El sello gallego lo obtuvo tras presentar un dosier detallado con sus trabajos, desde la madera «bruta» hasta que él la transforma bien en mueble, ventana u otro tipo de estructura. Tenía que demostrar que elabora de forma artesanal y con maderas macizas y nobles, algo que cada vez se ve menos en la profesión, dice. «Los comerciales que recorren toda Galicia y me traen herramientas me dicen que soy de los últimos trabajando en madera maciza y de forma artesanal».
Él hizo una apuesta que no ve tan arriesgada como podría parecer desde fuera: «No es tan complicado. De hecho, tengo muchos pedidos de puertas y ventanas y ahora de sillas y mesas de diseño. ¡Estoy encantado!». «Yo me adapto al cliente y hago de todo continúa pero si hago ventanas, todo el mundo me pide ventanas y si hago escaleras, todo el mundo me pide escaleras». Se produciría algo así como un efecto llamada, aunque él prefiere diversificar. «Mi meta seria hacer mobiliario de diseño, enfocarme más en la parte creativa». dice. Incluso se ha planteado entrar en el mercado de las denominadas tiny house.

Si echa de menos Francia no es necesario explicarlo en estas líneas, porque su rostro lo dice todo. Recuerda que antes de Ourol fueron tres años en su vida viajando de voluntario . «Como un peregrino», compara bellamente. «Y cuando llegué aquí ya estaba listo para lo que iba a pasar», añade. Por ser extranjero nunca encontró ninguna piedra en el camino. «Yo me adapto bastante bien. Cuando viajaba a África, Perú, Brazil en dos días ya me sentía en casa. Yo me adapto a la gente, a las tradiciones, a lo que comen... a todo. Sin embargo, otros extranjeros puede que no se adapten y lo pasan mal. Yo estoy muy integrado». Esa actitud suya abierta a escuchar y aprender también ha favorecido que los vecinos de Xerdiz le acogiesen, cree su pareja Cristina. Ambos son los artífices del proyecto cultural rural AlasRaíces que tiene sede en su propia casa. Una vivienda típica de aldea a la que Sébastien va dando forma, con la materia prima de la madera como base fundamental, poco a poco. Además, reciben en su hogar también a gente que viene de otros países, gracias a una plataforma de voluntariado .
«Yo me adapto a la gente, a las tradiciones, a lo que comen... a todo»
«Eu xa son galego», dice con acento francés. En su país le queda su padre, añadiendo: «Se sorprendió de hasta donde llegó el hijo. Desde la nada a esto». «A los 20 años les dije 'chao, me voy a Perú' y ahí empecé mi viaje de la vida, varias veces en Perú, también Brasil, Paraguay, Canadá, México, Cuba... ¡Y Galicia!». De nómada a sedentario, llegando a un enclave que bautizaron lógicamente como AlasRaíces. «Un verdadero viajero siempre busca donde caer. Si sigue viajando durante toda su vida es que está perdido. A cada lugar al que iba yo siempre buscaba qué poder hacer, en qué podía invertir y cómo podía vivir», dice.


Su hogar está abierto al mundo, literalmente. Los próximos voluntarios que llegarán, dicen Cristina y Sébastien , son de Quebec. Él ofrece talleres: «Sí, mucha gente viene aquí porque quiere aprender las bases de la carpintería. A varios les di formación básica, como aprender a dibujar y hacer encajes. Han venido ya de Irlanda, Alemania, Nicaragua, etcétera. En septiembre-octubre quiero montar otro taller porque hay gente que me pide formación. Será varios días, aún no sé si va a ser de carpintería o de bricolaje básico». Recordamos el éxito de un programa de televisión que se llamaba Bricomanía. «El bum de las manualides añade está llegando aquí cuando en Francia llevamos unos 50 años». «Creo que todo el mundo puede aprender de todo», comenta Leprévost . «Trátase de recuperar a autonomía e ser como era a xente de antes que entendía o básico de fontanería, electricidade ou madeira ainda que traballaran noutra cousa, cando a nosa xeneración xa perdeu iso», apostilla Cristina en la charla.

El paladar es también un puente hacia los recuerdos, en este caso gastronómicos y culinarios. Lo que más echa de su país es el queso camembert. Aquí en Galicia lo que más le gusta es la «carne richada... pero da miña sogra», matiza sonriendo.