En Vilagarcía ya es 2015

Rosa Estévez
R. Estévez VILAGARCÍA

AROUSA

Mónica Irago

Un año más, los vecinos llenaron la plaza de Ravella a mediodía para despedir, doce horas antes que el resto del país, al 2014

31 dic 2014 . Actualizado a las 16:53 h.

En Vilagarcía ya ha arrancado el Año Nuevo. Diga lo que diga el reloj, apunte lo que apunte el calendario, para los cientos de vecinos que este mediodía tomaron las uvas y brindaron con champán en la plaza de Ravella, el 2015 ya ha comenzado. Ha arrancado en un ambiente un tanto gris, con cierta solemnidad, como si más que celebrar la llegada del nuevo año, los vilagarcianos saliesen a la calle para acudir al solemne entierro del 2014, que no ha traído demasiadas alegrías ni a la ciudad, ni a la comarca. Que se lo digan, por ejemplo, a los trabajadores de Lantero, que pancarta en alto quisieron sumarse a la ceremonia pese a tener la cabeza en otra cosa: el burofax que les ha remitido la empresa con las condiciones de un ERE que se augura draconiano. La del presidente del comité de empresa de Lantero fue, precisamente, una de las voces que resonaron en la plaza de Ravella minutos antes de que llegase el mediodía: su presencia había sido reclamada para formular, en voz alta, deseos para el 2015. Un representante de la Fundación Amigos de Galicia también pidió que el que empieza sea un año de menos necesidades y más solidaridad. Lito, de la orquesta Panorama, reivindicó el "orgullo de ser vilagarciáns". Y tanto el futbolista Dani Abalo como el músico Dani Barreiro renovaron su compromiso de seguir llevando el nombre de la ciudad allá donde vayan.

Las palabras de todos ellos no se escuchaban demasiado bien. A las puertas del Concello, la gente formaba un pelotón, golpeaba el suelo con los pies para espantar el frío, corría a buscar las bolsas de uvas y el vaso de champán que repartía el Concello y saludaba a familiares, amigos y conocidos. Si otros años el colorido era la nota característica de este ejército popular, en esta ocasión apenas se vieron gorros de Papá Noel ni cotillones comprados a última hora en los chinos. Será que la fiesta, como la procesión, van por dentro.

Cinco segundos antes de que el reloj marcase las doce en punto del mediodía, unas señales horarias radiofónicas advertían que llegaba la hora de hincarle el diente a las uvas de la suerte. Sustituir los engorrosos cuartos surtió efecto, y este año en la plaza casi todo el mundo comenzó el rito de comer el fruto de la vid cuando correspondía: a golpe de campanada. Bien es cierto que el trepidante ritmo que marcó el reloj no permitió a muchos acabar sus uvas con la puntualidad requerida. No importa. El 2015 ya está aquí. Y puede que esté llamado a ser un gran año. Así lo deseamos.