La calle de los vinos recibe el verano con la mitad de sus establecimientos cerrados
22 jun 2020 . Actualizado a las 21:18 h.La situación no es nueva, se arrastra desde hace meses, en realidad, pero gana una nueva luz con la llegada del verano, temporada alta en la que las terrazas de A Baldosa constituían uno de los símbolos de Vilagarcía. La calle de los vinos no atraviesa, sin embargo, su mejor momento. La mitad de los bares, cinco de once, permanecen cerrados. El Churruca continúa sin actividad. La Marimorena, pendiente de una reapertura bajo un nuevo formato, tampoco ha descorrido la verja. El Dysania, el antiguo Lembranza, no ha dado señales de vida y el cartel de traspaso cuelga del Bar de Co. Viño Vila lleva años clausurado a cal y canto. Las buenas noticias llegan de la mano de un veterano, el Xoxe’s, que recupera su horario de apertura a lo largo de toda la semana, y del Bar de Toño, que le dará una nueva oportunidad al Vilagarcía tras una orientación asiática que no cuajó.
También del resto de establecimientos que mantienen el tipo, claro, con el Insuíña a la cabeza, el Baldosa, la cafetería Grettel y el Stocolmo 2.0, en cuya esquina las cosas cambian a medida que uno se interna en Valentín Viqueira, la calle transversal, donde el propio Stocolmo, Diurno y Trastero han tomado el relevo en el ecosistema hostelero y ofrecen terrazas muy concurridas. Mientras, la prolongación hacia O Castro, discreta pero eficaz, conserva un buen tono gracias a la de Jito, Mareas Vivas, el Tablizo, O Curruncho o la vermutería.
«Me arriesgo ahora porque creo que el verano va a ser bueno y le va a dar vida a la calle»
Con el frenazo del coronavirus todavía cediendo, Antonio Martínez se ha animado a reacondicionar uno de los seis locales que permanecían cerrados en A Baldosa. Aunque su idea era inaugurar El Bar de Toño ayer, el momento se retrasará finalmente hasta mañana. El riesgo existe, reconoce el nuevo inquilino de la calle de los vinos de Vilagarcía, aunque se trata de un riesgo calculado. «Me animo ahora porque vimos una oportunidad buena con el alquiler, por la calle y porque los números nos dicen que podemos dar este paso», explica Toño, que hasta ahora había trabajado con su hermano en el Nautilus del barrio de O Piñeiriño.
El verano es la época del año en la que la hostelería arousana se juega el tipo a su manera, haciendo acopio de fondos para sobrellevar el invierno, siempre más complicado. La pandemia no lo ha puesto nada fácil, pero Toño mantiene un razonable optimismo. «Yo el verano lo veo bien, positivo, creo que va a ser bueno y que le va a dar vida a la calle». Y aunque no confía en que puedan llegar a la ría visitantes de latitudes demasiado lejanas, sí lo hace en el denominado turismo nacional: «Galicia ha sido la primera en salir y eso debería darle confianza a la gente».
La restauración pendiente de las once obras de arte que configuran un espacio único
Probablemente no sea el mejor momento para materializar la idea, ya que la prioridad ahora apunta a la reactivación de la economía local, y para la hostelería es fundamental trabajar sus terrazas al máximo, pero cualquier plan de recuperación de A Baldosa debería tener en cuenta las once obras que, entre 1993 y 1994, protagonizaron un proyecto pionero en Galicia por lo que respecta a la integración del arte en el entramado urbano.
Deterioradas algunas, ocultas otras, pero solo unas pocas desaparecidas, aquellas piezas hacen de la T que forman A Baldosa, Valentín Viqueira y Juan García un espacio único y, por añadidura, un elemento propicio sobre el que reedificar la singularidad de la calle de los vinos de Vilagarcía, que gracias a ellas es también la calle del arte, por mucho que se haya camuflado. Hace dos años, el Concello dirigió su mirada hacia este punto por primera vez en mucho tiempo y reunió a la mayoría de sus autores con el objetivo de diseñar una restauración que, sin embargo, continúa pendiente de ejecución.
En el entorno de A Baldosa trabajaron Uxío López, Xaquín Chaves, César Lombera, Manolo Chazo, Xurxo Alonso, Ciro Sánchez, Guillermo Charlín, Xan Paz, Eusebio Rivero, Víctor Rúa y Guillermo Pedrosa. Lo hicieron con mosaicos, módulos de fundición de hierro y acero cortén, porcelanato o vidrio. A excepción de las urnas que Rivero instaló para subrayar la importancia de la conserva para la economía y el comercio local, y de parte del diseño con el que Sánchez enmarcó el local de América Foto, sus obras siguen ahí.