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Su hijo fue el primer integrante de la escuela de un Fontecarmoa que hoy tiene la mejora cantera de Galicia
25 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Poco se podía imaginar Ángel Vilas (Noia, 1966), cuando perdía las partidas contra Luis, el camarero del Liceo de Noia, que el ajedrez iba a ser una parte tan importante en su día a día. Tanto para ser parte fundamental del que, probablemente, sea el mejor club de Galicia (el Fontecarmoa) y vicepresidente de la federación gallega. Ángel llegó a Cambados por motivos profesionales, es funcionario, en 1990. Su siguiente destino fue Forcarei y regresó a Vilagarcía en 1996.
El camino hacia el ajedrez fue el habitual: sus hijos probaron diversas actividades deportivas y una de ellas fue esta. «O rapaz (Alexis se llama) empezou a xogar ben e a gustarlle», recuerda. Fue en el Liceo, donde entonces había escuela de ajedrez y él era quien se encargaba de llevarlos a jugar y poco a poco se fue involucrando más, pero de repente aquello desapareció y había que buscarse la vida. «Case nin sabía que existía o Fontecarmoa, porque era un equipo de adultos e non tiña escola, pero contactamos con eles», dice Ángel. Fue el actual presidente del club vilagarciano, Roberto Vidal, quien se encargó de darle clases. A él solo, porque en aquel momento era el único niño que tenía el club. «Víame tan triste levando a so un rapaz que me dixen isto ‘hai que cambialo'». Y cambió, vaya sí cambió. De uno a más de doscientos, en una transformación brutal.
En el año 2000 el club pasó a la Casa da Xuventude y poco a poco, a base de trabajo, el club fue creciendo. «O xadrez daquela igual ea a terceira actividade deportiva dos rapaces. Tiñamos que agardar a ver que facían os de fútbol, ou os de iudo para ver a que hora podían vir os rapaces con nós», recuerda. Pero, a base de paciencia, y con la ayuda de los buenos resultados que pronto comenzaron a llegar la dinámica cambió.
La llegada de monitores, la recuperación de jugadores de Vilagarcía de Arousa que estaban en otros clubes y que pasaron a militar en el Fontecarmoa y la incorporación de Julio Torrado como director deportivo son, en opinión de Ángel, las tres patas que sustentan a una entidad que el pasado sábado se erigió como el segundo mejor club de Galicia, al perder contra el Xadrez Ourense en la final de la División de Honor autonómica por el desempate, y que la próxima temporada competirá en la Primera División Nacional. Es decir, es uno de los 16 mejores equipos de España. Pero no hubo prisas para llegar ahí. «Temos descartado fichaxes porque podían entorpercer o crecemento dos rapaces», apunta Vilas. Hasta contar ahora con nada menos que con quince equipos, uno de ellos a las puertas de la élite estatal. Pero esto no cambiará la filosofía del club. «Non somos partidarios de fichar a un Gran Maestro para que xogue con nós unhas partidas o ano. Si quere participar con nos, para ensinarnos dando clase, iso pagámolo, pero so por xogar non. Xa faremos nós os Gran Maestros», sostiene Vilas.
El salto a la federación, dice Ángel, fue rápido. Él quería estar para poder seguir trabajando par que el club mejorara, y los responsables en aquel momento del organismo federativo enseguida vieron que ahí había predisposición y ganas. A los cuatro años de entrar en el Fontecarmoa ya pasó encargarse del trabajo con la base en la federación. Doce años lleva como vicepresidente. Suficiente tiempo para hacer un diagnóstico sobre la salud del ajedrez gallego: «Está moi ben. Fomos campións de España e hai dous equipos en Primeira División, algo que nunca pasou».
Pero, al margen del ajedrez, Ángel también estuvo 16 años en la junta rectora de la fundación de deportes y ahora es el presidente del consello consultivo, un organismo que pretende ser el puente entre los clubes y el concello, pero como reconoce Ángel «hai que darlle unha volta, tanto o consello consultivo, como á propia fundación». No es nada fácil, porque como afirma Vilas, que conoce bien el percal, Vilagarcía es proporcionalmente la ciudad de Galicia con más actividad deportiva «e con eventos de gran relevancia», concluye.