






















Organizaron un acto sorpresa para entregarle el séptimo Dan
03 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Nadie se fue de la lengua y el protagonista no se enteró. José Ángel Crespo había salido a dar una vuelta por el barrio de O Piñeiriño, donde tiene instalado desde hace más de treinta años su gimnasio Squash, y cuando volvió, alucinó. «Vi mucha gente en la entrada del gimnasio y me extrañé un poco. Luego ya al entrar vi a gente que no veía hace mucho tiempo y me hicieron poner el kimono los muy cabrones», recordaba a la mañana siguiente tomando un café, todavía emocionado por lo que le había sucedido la tarde anterior. Porque «los muy cabrones» eran medio centenar de yudocas, la mayoría de Vilagarcía, pero otros llegados de toda Galicia. Pupilos suyos que ahora dan clases en A Coruña o en Marín, o en Pontevedra o en tantos otros lugares, que se pusieron de acuerdo para rendir homenaje a una institución de este deporte en Galicia.
Una institución
Porque José Ángel Crespo es una institución en Galicia, pese a ser vasco. Acabó aquí por lo que él califica «como una venada». Estaba en San Sebastián con un compañero y le dijo que si montaba un gimnasio, que lo llamara y se iba con él. A esas alturas, él ya era una referencia estatal. En 1971 ya era campeón de España y fue declarado mejor deportista nacional siendo todavía júnior. En 1973 participó, ya como deportista de la categoría absoluta, tanto en el Europeo de Bélgica, como en el Mundial que se disputó en Suiza. Su presencia en el equipo nacional le valió para compartir entrenamientos con la guardia imperial de Hirohito. Y un par de años después comenzó a dar clases. Llegó hasta el sexto Dan y ahí se detuvo, porque el séptimo y el octavo los dan por historial deportivo. Ese séptimo, que él nunca buscó, lo recibió el pasado viernes en su gimnasio de las manos de los muchos amigos que hizo en más de medio siglo sobre los tatamis.
Acabó en Vilagarcía tras haber pasado antes por A Estrada y por Pontevedra. «Solo había taekuondo en Vilagarcía de aquella y me dijeron ‘aquí no vas a hacer nada. No vas a levantar el yudo’. Empecé con dos niños, cuyos padres eran policías. A una no le gustaba nada el yudo y tenía que agarrarla para que no se me fuera para casa. Luego, cuatro, luego seis y así hasta ciento y pico niños que tuve», recordaba hace tres años en las páginas de La Voz de Galicia.
Además del reconocimiento de quienes han sido durante todos esos años sus compañeros, y del séptimo Dan, Crespo también recibió como regalo una camiseta con algunas de esas frases míticas con las que motivaba a sus alumnos, un kimono y un cinturón. Y un vídeo con multitud de recortes de prensa, fotografías y recuerdos de su trayectoria.
Crespo habló, por supuesto, pero muy emocionado para dar las gracias a todos los que allí estaban por algo que no esperaba. «Son cosas que pasan», decía con modestia al día siguiente. Cosas de alguien cuyo impacto en el yudo de Galicia se aventuró desde aquel primer campeonato gallego en el que participó allá por los años 70: «Me duraron entre todos diez segundos. Era entrar y salir, entrar y salir».