El corazón verde del Bamio

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCIA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Luisiño lleva tres décadas en la directiva y a sus 83 años procura no perderse ni un partido de su equipo

18 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A Luis García Loureiro, «chámome José Luis, pero ponlle Luis, que por José non me coñece ninguén», los achaques de la edad lo tienen últimamente visitando el hospital más de lo que le gustaría. Lo lleva con resignación y cumple con lo que le dicen los médicos, pero eso sí, el fin de semana que no lo coja ingresado, porque ahí sí que el disgusto es grande. Un fin de semana sin poder acercarse al campo a ver a su Bamio es un drama. De hecho, reconoce que lleva muy mal lo del parón veraniego de partidos, y hasta el navideño se le hace largo. Luis, a sus 83 años, sigue teniendo en sus manos en cada partido de su club el mando del marcador electrónico y a nadie se le ocurre siquiera pensar en arrebatárselo.

No le está dando muchas alegrías el equipo sénior del Bamio, que milita en Tercera Autonómica, pero como dice la canción, a él el resultado ya le da igual. «Antes si que me enfadaba, pero xa hai anos que non», apunta. Él disfruta yendo al campo y disfruta viendo a los «rapaciños», que ahora son ya cerca de cuarenta en los equipos alevín e infantil del club. Tampoco se pierde sus partidos, los de casa, pero donde es un fan incondicional es con el conjunto sénior. Ahí sí que va a los que se juega en el campo Mari Paz Vilas y en los que hay que coger el coche para ir a O Grove, Cambados o a donde toque. De hecho, la temporada pasada el cuerpo técnico decidió que era él quien se merecía el premio al mejor jugador porque no se perdió ni un solo de los encuentros. Dicho y hecho, así fue nombrado y, como galardón, una camiseta con el doble cero como dorsal y con su nombre, Luisiño, a la espalda. Una camiseta que le acompañará siempre porque ya ha dicho a su familia que cuando muera quiere que se la pongan. «A min que me poñan a roupa do Bamio, quero vela alá», afirma con rotundidad, aunque su nieta Antía intenta convencerlo para que se la dé a ella.

Socio desde siempre

Luis no estaba en la primera directiva cuando se creó el Bamio, pero sí que fue socio del club desde el primer momento. Y uno de los socios colaboradores, porque pronto comenzó a encargarse de buscar los balones que caían en las fincas de los alrededores de un campo que entonces era de tierra. Al poco ya entró en la directiva y comenzó a encargarse del utillaje, de abrir y cerrar el campo o de gestionar la cantina, labor que compartía con su inseparable compañero Manolo. «Fun vicepresidente e fun ascendendo», bromea, porque ese ascenso lo ha llevado a ser nombrado por sus compañeros presidente de honor hace seis años.

Esa rutina la quebró la pandemia y también los años, pero él sigue siendo un fiel feligrés del Bamio, sigue acudiendo al Mari Paz Vilas cada fin de semana para ver a su equipo. «A min isto tráeme tolo. Veña inda que sexa a rastro. Mentres o corpo aguante, hei de vir ao fútbol», asegura convencido.

Tres décadas involucrado en el club de su parroquia, pese a que él nunca había jugado al fútbol de joven en ningún equipo. Sí jugaba, evidentemente, pero como cualquier chaval con la pelota. Tres décadas en las que el fútbol ha cambiado —«para empezar, o campo», dice Luis—, pero no para mejor en algunas cosas porque a él le molestan especialmente los malos comportamientos que a veces ve en las gradas. El lado bueno llega con la rapazada que ahora viste la camiseta verde de su equipo. «Isto é bonito, é moi bonito», afirma mientras de fondo se escucha a los chavales más jóvenes del club, los del equipo alevín, entrenar en el Mari Paz Vilas. En sus partidos, como en los de los infantiles, también es Luis el encargado de llevar el marcador. No falla nunca, salvo que algún achaque por la edad se lo impida. Sentado en la grada encenderá el marcador electrónico e irá apuntando los goles. Siempre con una sonrisa, dando muestra de que de verdad se lo pasa en grande aunque ahora, como dice, esté «escarallado». «É o que me gusta. Senón que fagho? Quedar alí na casa?», concluye.