Cris y Desiré, estudiantes gitanas: «En nuestro entorno no había referentes; ahora mi hermana pequeña llora si suspende»

AROUSA

Nadie antes que ellas había logrado el título de la ESO en su círculo familiar y social. Aunque afrontaron momentos duros, ahora quieren trabajar y seguir formándose
12 abr 2025 . Actualizado a las 20:04 h.Aunque la velocidad a la que se impone la revolución digital pueda hacer pensar otra cosa, en realidad los cambios sociales son movimientos lentos y complejos, difíciles de comprender, predecir y, por supuesto, muy costosos de tutelar. Al hilo de las incesantes oleadas migratorias de las últimas décadas, el foco de la interculturalidad acostumbra a situarse en la necesidad de arbitrar fórmulas de integración de colectivos enteros que llegan a Europa occidental desde Asia o África (los lazos con Sudamérica lo facilitan relativamente) sin reparar en que enclaves como la península ibérica son escenario de un proceso de este tipo, incompleto desde hace seiscientos años. Nada nuevo bajo el sol, desde el momento en que la sociedad paya y la gitana han vivido de espaldas y en absoluta desigualdad. En la medida de sus posibilidades, el Concello de Vilagarcía puso en marcha hace seis años un programa para tratar de enhebrar dos culturas que conviven sin conocerse a fondo. Dos chicas, Cristina Dosanjos Dosantos, de 18 años, y su prima Desiré Raúl Dosanjos, de 19, demuestran con su ejemplo que el esfuerzo merece la pena.
Las dos viven en el asentamiento de Berdón, al pie del monte Xiabre, las dos cursaron Primaria en el colegio Rosalía de Castro de Carril, y las dos han obtenido el título de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en el instituto de O Carril.
Esto, que en casa de cualquier chaval payo es algo normal, el mínimo de la formación reglada que se exige en la calle, constituye para su gente un hito, un logro extraordinario. Nadie, ni hombres ni mujeres, lo había hecho antes en sus círculos familiares y sociales. «Nosotras, la Primaria, no sé ni cómo la sacamos. Tienes que comprender que en nuestro entorno nadie nos decía que tuviésemos que estudiar. Y claro, éramos niñas, y lo que las niñas quieren es jugar. Si suspendíamos, no pasaba nada. No teníamos ningún referente. Ahora, yo tengo una hermana de siete años, Desi tiene una de ocho, y como suspenda llega a casa llorando, preguntándome cuántas suspendía yo y con mucha rabia. Quiere ser profesora».
Estas palabras son de Cristina, que en estos momentos hace prácticas profesionales en Fundiciones Rey, correspondientes a un ciclo medio de Xestión Administrativa. «Estoy muy contenta y muy a gusto. En la empresa se portan fenomenal conmigo, me dan mi tiempo para aprender, se nota que hay mucha unión en el trabajo». Su madre, muy orgullosa, espera que consiga un empleo.
El mismo orgullo se respira en casa de Desiré. «Mi madre —asegura— me apoya en todo». Al acabar la ESO decidió matricularse en un ciclo medio de Actividades Comerciais. «El bachillerato me dio miedo, pero ahora voy a hacer el curso de monitora de tiempo libre y espero poder hacer también el ciclo superior de Educación Infantil». Se le nota que quiere ser profesora. «Los niños pequeños me encantan», afirma con una sonrisa, y lo demuestra en la secuencia de charlas que el departamento municipal de Servizos Sociais ha organizado en los diferentes centros educativos de Vilagarcía para dar a conocer la cultura gitana entre los chavales. Los niños payos no disimulan su curiosidad. «Son muy receptivos, preguntan y van directos. Les sorprende que las bodas o los bautizos puedan durar tres días». Para los pequeños gitanos, este programa en los colegios constituye la oportunidad de fijar un referente. «De pensar, si Desi pudo, yo también puedo hacerlo». Y la etapa adecuada para que el ejemplo enraíce está en Primaria. Al llegar la ESO, a partir de los doce años, es muy posible que las inercias socioculturales hagan descarrilar el tren educativo.
La propia Cristina recuerda un ambiente muy distinto en el colegio y en el instituto. «Para mí la ESO fue fantástica. Justo cuando empieza la adolescencia, cuando se forman los lazos entre amigos y nadie conoce a nadie». No habían ido las cosas tan bien en Primaria. «No querían estar conmigo y hubo momentos en los que sentí que me rechazaban por ser gitana. Después, en el instituto, entendí que no era algo personal». Comprender no es justificar, pero ayuda a poner en evidencia los mecanismos de la discriminación y a diseñar el camino de la integración. Este camino.