Fernando Quintela, pintor: luz, color y música al servicio del sosiego

Serxio González Souto
serxio GONZÁLEZ VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

«Introspección», su obra más reciente, se disfruta con la amplitud reparadora de una respiración profunda

09 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mirada interior que se dirige a los propios actos o estados de ánimo». Esta es la definición que la Real Academia Española ofrece acerca del término Introspección. Difícilmente podría haber escogido Fernando Quintela Gallego (Vilagarcía, 1955) un mejor título para la muestra que hasta el 24 de julio acogerá la sala de exposiciones que alberga el auditorio de la capital arousana. Una colección de pinturas fruto de dos años de trabajo cuya percepción motriz, ese ojear introspectivo del que nos hablan las páginas del diccionario, se remonta en realidad mucho más atrás en el tiempo. Al menos hasta los atardeceres de aquellos veranos en los que la chavalada de Vilagarcía —donde Fernando siempre ha vivido, a excepción de su período de formación en Enfermería y del año que derrochó en Ceuta, «salvando al Ejército español de la amenaza musulmana; la mili, una de las mayores pérdidas de tiempo que he conocido», expone con retranca— se reunía en torno al espigón del muelle de Pasajeros cuando no había dinero ni oportunidad de hacer mucho más. Lo cual no era poco, a juzgar por sus resultados.

Partiendo de que ninguna sucesión de palabras sustituirá la experiencia de la contemplación directa de cualquier obra, pero puestos a traducir su efecto a signos escritos, podríamos sostener que Quintela recrea con sus pinceladas una determinada atmósfera. Lo hace con un particular empleo del color y de la luz, sin que la figuración llegue a emerger más que de forma muy sutil en alguna de sus obras, a medio camino entre el impresionismo y la abstracción. El tercer elemento sobre el que se levanta su pintura está más allá de ella misma, pero no por eso deja de constituir un pilar fundamental de su inspiración. «Esto es el resultado de muchas horas de trabajo con música, una de las bases de mi vida».

Explica el pintor que cada trazo sobre el lienzo se acompaña de una banda sonora. En Introspección resuenan ecos de la vertiente más reposada de Pink Floyd y de la experimentación de Weather Report, la banda norteamericana que hizo de la fusión y del encuentro entre el jazz y el rock su seña de identidad.

MARTINA MISER

Bajo el sobrenombre de Chenano, Fernando hizo sonar la noche de los años 70 y 80 en Vilagarcía. «Como disc jockey, nada de dillei», puntualiza. La de aquella época, añade, es la música de su vida. El rock de las décadas de los 70, los 80 y parte de los 90.

Desde muy joven, Quintela sintió la pulsión de lo artístico a la hora de expresar algo difícil de definir. Una inquietud alejada tal vez de su faceta profesional en la sanidad pública, que ya ha quedado atrás, pero en ningún momento de su forma de ser y estar en el mundo. Hace 31 años, de la mano de Guillermo Pedrosa —«un maestro», asegura—, la pintura logró canalizar esa vocación. A ponte pantasma, Solpor na Arousa, Acougo, Sombras brancas o Escuro solpor son algunos de los títulos que tratan de atrapar el espíritu que anida en sus pinceladas. Sosiego, calma, probablemente una cierta melancolía. Introspección se disfruta con la amplitud reparadora de una respiración profunda, y surte un efecto parecido. A excepción de cuatro pequeñas obras, en las que la ceniza desempeña un papel protagonista como homenaje al gran Leopoldo Nóvoa, no hay síntoma alguno de conflicto o desgarro, sino un trago de sabiduría destilada por el paso de los años: «El fracaso es la oportunidad de levantarte y seguir».