Los mayores, los mejores calladitos

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

Mónica Irago

Vilagarcía se ha convertido en una ciudad para jóvenes con buen rollo y ganas de ser felices

27 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta mañana fui a comprar de todo al supermercado. Haciendo honor a mi condición de jubilado, comparé precios, sé dónde son más baratos los productos de limpieza, más económica la carne y más fresco y asequible el pescado. Es más, juego cada semana a la ruleta en la App del Día. La semana pasada me tocó un bote de yogur de fresa y plátano y esta semana, un paquete de arroz.

Así que estaba en la cola del súper con mi arroz, mi litro de yogur y otros productos hasta llegar a 15 euros —si compras menos, no hay regalos de ruleta, está todo estudiado— y detrás de mí venían dos caballeros septuagenarios. Como uno de ellos gastaba bigote, el otro lo saludó entusiasmado y motejándolo: «Qué alegría verte, Bigote Arrocet». Se abrazaron, comentaron el clima, el fútbol femenino, que ya es tema de conversación en la cola del súper, lo que equivale a su normalización absoluta, y no dejaron de hacer una prudente incursión en la política relacionándola con la microeconomía.

«Están disparados los precios, esto es una ruina», se quejó Bigote Arrocet. «Y la culpa es tanto de los unos como de los otros», repartió culpas su colega. «Todos son iguales, nos llevan a la ruina los de un lado y los del otro, a ver si viene alguien y arregla esto», ratificó don Bigote y yo me imaginé a Abascal llegando en su caballo blanco de Santiago y «desfaciendo» el entuerto y la ruina.

Repuesto del susto provocado por la imagen justiciera del caballero Espanta Moros, no pude por menos que fijarme en los dos compradores de la cola, tan deseosos ellos de tiempos mejores, y me percaté de que Arrocet llevaba tres botes de helado Häagen-Dazs, el más caro del mercado, y el otro, una caja de langostinos tigre y otra de zamburiñas. «¡Caramba con la ruina!», exclamé para mis adentros porque quienes creemos que no se vive tan mal como dicen, callamos para no estar mal vistos. Ahora, lo que mola es proclamar que estamos en la ruina, aunque viajemos, comamos y alternamos como nunca. Y no solo don Bigote y su anciano colega, sino también los jóvenes. Aunque sobre eso si que no se puede decir nada.

Ahí está el caso de los restaurantes. Puedo asegurar con profusión de datos contrastados y confiables, fruto del puro empirismo, que quienes llenan los restaurantes son, en su mayoría, parejas jóvenes o grupos de amigos de entre 20 y 45 años. Eso no quiere decir que sean ricos ni que dejen de tener problemas, simplemente significa que llenan los restaurantes… Y los aviones…

Claro está que son otros tiempos y que cada época tiene su afán. Pero lo cierto es que yo, antes de casarme, solo visité dos veces un restaurante chino para celebrar las licenciaturas de algún amigo. A un restaurante de cierto nivel solo me acerqué con trabajo fijo y en edad madura. En cuanto a vuelos, la primera vez que monté en avión fue pasados los 30 y porque me lo pagó una empresa. Y el segundo vuelo fue acompañando a los alumnos de Fontecarmoa a Tenerife.

De acuerdo, estas son historia del abuelo Cebolleta y, como concluimos un antiguo alcalde de Vilagarcía y un servidor charlando en plena calle, es mejor estar callado, no escribir de estos temas y respetar el lugar común de que los jóvenes sufren mucho y nosotros lo tuvimos todo muy fácil, aunque compráramos el primer piso llegando a los 40 y la hipoteca se llevara un tercio del sueldo. El otro tercio se lo llevaban los plazos del utilitario. Y si comprábamos merluza fresca un sábado en la plaza de Vilagarcía, la última semana del mes la superábamos a base de hígado de cerdo encebollado y espaguetis con tomate. Pero si cuentas eso, parece que estás quitando mérito a los jóvenes y si argumentas que con Abascal no van a estar mejor, aunque Vox sea el partido más votado hasta los 45, te escupen un insulto como el que recibió hace poco: «Demócrata caduco».

La pasada semana se celebró en Vilagarcía el Atlantic Fest. Cuentan las crónicas que fueron muy divertidas, que hubo mucha gente, mucho buen rollo y mucha felicidad. Además, Vilagarcía se llenó de jóvenes y hoy, todo lo que atrae a los jóvenes está guay y es pro, cool, chévere, chulo, molón… ¡Ay! Retiro lo de molón que es viejo.

Las Vallejianas

¿Se acuerdan de las Vallejianas, aquellas fiestas de los años noventa organizadas por José Manuel Pérez Vallejo? En el programa aparecieron la Orquesta de TVG, París de Noia, Montana, D’Tacón, Israel, Los Satélites, un derby de burros, la actuación estelar de Tony Kamo, popular mentalista que ejercía de hipnotizador con Raffaella Carrá y lo más de lo más: Massiel, Pablo Abraira, Los Bravos, La Década Prodigiosa y Paolo Salvatore. Pero las críticas eran furibundas y el argumento era demoledor: «Estas fiestas no son para jóvenes».

En el año 2025, Vilagarcía, más que ciudad de fiestas es una ciudad de festivales y en sus programas aparecen Bestia Bebé, Grande Osso, Pablopablo, Sanguijuelas del Guadiana, The Testarudes, Lendakaris Muertos, Heredeiros da Crus y una cosa llamada A Duendeneta. Deberíamos denunciar que Vilagarcía es una ciudad solo para jóvenes, pero cualquiera dice nada. ¡A callar, viejo!

Los baby boomers compramos piso

a los 40

y montamos en avión a los 50

Hemos pasado de La Década Prodigiosa a los Sanguijuelas del Guadiana