Habanero, una cafetería con 56 años de vida

Leticia Castro O GROVE / LA VOZ

O GROVE

MARTINA MISER

El negocio abrió en la calle Castelao de O Grove el 12 de octubre de 1969, de la mano de José Domínguez, se ganó a la clientela con el fútbol en pantalla grande o el billar, y manteniéndose fiel a su esencia

31 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

No muchos negocios en O Grove pueden presumir de mantenerse con vida tras tres generaciones. Entre ellos se encuentra la Cafetería Habanero, que abrió sus puertas el 12 de octubre de 1969 de la mano de José Domínguez Casal, que venía de trabajar en el Gran Hotel A Toxa como camarero, y además había regentado durante un tiempo la Sala Marino junto a su hermano. Cuando separaron sus caminos, José apostó por abrir el bar en el 116 de la calle Castelao, en una zona en la que florecían negocios como Scorpio, Nido, Casa Pepe, Dorna o El Besugo, entre otros.

En aquel negocio familiar lo acompañaron su hijo Carlos, que tenía entonces quince años, y algunos empleados con los que había trabajado en A Toxa, que echaban una mano en verano. El local era más pequeño, aunque ya disponía de su enorme barra y un buen número de mesas acompañadas de cómodas sillas de escay. Apenas cinco años después, en 1.974, harían una escalera que conectaba con la planta de arriba, un espacio con máquina tocadiscos que funcionaba con monedas en la que «sempre soaba Demi Rusos», recuerda Carlos.

MARTINA MISER

Desde el Marino trasladó también su padre el negocio de las apuestas, que empezó con el sellado de quinielas. Unos años después, en 1.982, hicieron la primera ampliación, e introdujeron un proyector para ver el fútbol a lo grande. La planta de arriba desapareció y se convirtió en vivienda, y el bar creció en metros ocupando más terreno. Su padre se puso enfermo el día de la inauguración y ya no pudo volver a trabajar, así que Carlos, su mujer María, y su hermano Jose Manuel, que había dejado sus estudios de Medicina, quedaron a cargo del bar.

Servían desayunos que acompañaban de bollería «ou biscoitos que iamos coller á de Campaña, no Montiño», recuerdan, pero el trabajo más intenso era por la tarde, con el café, los digestivos y la partida de cartas, costumbre que sigue llenando el bar, o con el fútbol. Los refrescos y la cerveza iban siempre con aperitivo, «nunca faltaban os cacahuetes, que iamos buscar ao ultramarinos de Casa Abel», y tenían unos huesos sobre la cafetera con una leyenda que rezaba «Estes son os restos dun que se foi sen pagar».

El Habanero era, y es, punto de encuentro para quienes querían disfrutar también del billar, los dardos, o para leer la prensa, porque llegaron a tener hasta 18 periódicos.

La tercera generación

El día de la segunda apertura fue una fiesta, con señor Abel tocando el acordeón, pero no sería la única reforma que sufriría el bar. La última fue antes del 2000, una obra grande que obligó a la familia a trasladarse unos meses a otro local en la misma calle.

Fue poco después, tras bendecir la obra el sacerdote don Edmundo, cuando la tercera generación se incorporó al negocio, con Inés primero y Jacobo después. Ellos son el relevo en esta cafetería que lleva la chata del abuelo, José O Habanero. Un bar que mantiene una clientela fiel y atrayendo visitantes por la amabilidad que se respira desde la barra, y donde los churros se han convertido en otro clásico. Es de esos negocios que cerraron la puerta más bien poco, abrieron hasta algún Fin de Año para dar las uvas, y fueron cediendo a las peticiones de los clientes. Así que ahora sirven bocatas calientes por la noche, porque el fútbol sigue llenando el bar hasta la bandera. Tras la barra, a excepción de Jose Manuel, que se jubiló en 2017, todos arriman el hombro, pero ahora cierran un día a la semana.