¿Y con quién se quedan los niños?

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Padres pontevedreses y arousanos cuentan cómo se las apañan en estos días laborales en los que no hay colegio

22 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Iyana, desde Mieres para estar con los abuelos y, Adriana, con Mari Carmen. Iyana vive en Asturias y sus padres la trajeron hasta Pontevedra para que la cuiden los abuelos. En la foto de la izquierda, con el abuelo José Carlos. A la derecha, Adriana, de Vilagarcía, con su abuela Mari Carmen, que dice que la niña se porta de maravilla. Adriana, una belleza de tres años, se lleva a casa de sus abuelos a Kiconiko, su peluche y amigo del alma.

los que tiran de los abuelos

Miguel, en la sala de costura, y Martina, en la zapatería. Miguel acude estos días con su madre, Manuela, al local de arreglos de costura que ella regenta en Pontevedra. Y Martina hace lo propio en la zapatería de su madre, Pilar, en Vilagarcía. En ambos casos, los pequeños se entretienen con las tabletas electrónicas. Las madres reconocen que están acostumbrados a tener que acompañarlas cada vez que no hay cole. «Es lo que mamó», dice Manuela.

los que se los llevan al trabajo

«Somos privilegiados, y lo reconocemos». Son la envidia del resto de los padres, ya que pueden disfrutar con los niños en los días sin cole. Así lo contaba María Jesús, que posa en la foto de la izquierda junto a Luis, Manuel y Pepe. Ella es maestra. A la derecha, Cristina con su niña Carlota. Ella trabaja estos días por las tardes, pero dispone de las mañanas libres y, además, el padre de la niña es profesor y tiene vacaciones. Ayer, celebraban el cumpleaños de Carlota.

los afortunados que disfrutan a pie de calle con ellos

Esta semana, salvo en aquellos hogares en los que los padres disponen de ocho días consecutivos de vacaciones, conjugar el verbo conciliar es difícil. Imposible, que incluso dirían algunos progenitores. Los pequeños no volverán a las aulas hasta el martes que viene y solo hace falta poner un pie en la calle para darse cuenta de que, tanto en Pontevedra como en Arousa, se cuentan por decenas las familias que hacen mil y una filigranas para dejar a sus niños a buen recaudo. Y que, haber hay también, papás y mamás que estos días disfrutan felices con su prole. De estos últimos algunos reconocen su situación afortunada: «¡Soy una gran privilegiada!», decía ayer casi a voz de grito y con sonrisa abierta una maestra que jugaba con sus críos en un parque pontevedrés. Quizás todavía lo crea más después de leer estas líneas.

A las once de la mañana de ayer, si uno pisaba la Alameda de Pontevedra o el céntrico parque infantil de Barcelos llegaba a una conclusión rápida: esta semana debería considerarse la semana grande de los abuelos. Casi todos los pequeños que aprovechaban el sol para jugar al aire libre estaban a su cuidado. Es el caso de Iyana, de cinco años y que debe su nombre a una princesa asturiana, que había ido al parque junto con su abuelo José Carlos. Él es pontevedrés, pero su nieta no. La pequeña vive en la cuenca minera de Asturias, en Mieres, y sus padres la trajeron ayer hasta la ciudad del Lérez solamente para que quedase al cuidado de los abuelos mientras ellos trabajan. «Ambos están en el sector turístico, la madre ahora mismo va a Alemania a trabajar así que la abuela y yo nos encargamos de cuidarla estos días. Y estamos encantados».

José Carlos, ayer, no se limitó a llevarla al parque. Contaba él que antes habían ido a la biblioteca y que estos días harán actividades de todo tipo para que Iyana no tenga un solo minuto de aburrimiento. Precisamente, eso mismo perseguía ayer Mari Carmen. Ella es una abuela vilagarciana a la que ayer le encargaron el cuidado de Adriana, su nieta de tres años. Mari Carmen Fontela, todo dulzura, estaba feliz con la niña en casa: «Se entretiene de maravilla con los juegos, los dibujos o peinando a las muñecas», decía. Muy orgullosa ella de su pequeña, añadía que Adriana se estaba portando a las mil maravillas. Posiblemente, fuese cierto. Aunque la niña bien podría estar desmontando la casa y seguramente, a Mari Carmen, como a otros tantos y tantos abuelos, poco le importaría.

Enma, de Pontevedra, es otra abuela de las que ayer ejercía de cuidadora. Aunque, ella, nada más empezar a hablar, deja claro que no le importa en absoluto asumir ese rol: «Quiero que mis hijas abusen de mí todo lo que quieran», confesaba. Tiene diez nietos. Y anteayer mismo se quedó a dormir en su casa uno de ellos, con el que aprovechó para ver el partido de fútbol del Real Madrid. «Yo con el que le gusta el fútbol veo fútbol, si quieren cocinar cocinamos, si lo que les gusta es pasear vamos al parque... Me apunto a todo», enfatizaba esta alegre mujer.

«Menos mal que soy mi jefa»

Más allá de los abuelos, ayer había un gran ejército de padres e hijos que pasarán la semana juntos... pero, ojo, lo harán a pie de obra. Son progenitores que se llevan a sus hijos al trabajo como opción para conciliar. Manuela, Noli, y su pequeño Miguel, de seis años, son de esos. Ella hace arreglos de costura en un local ubicado en las galerías de La Oliva y ayer Miguel la acompañaba. El crío se entretenía a golpe de tecnología, con tableta electrónica y videoconsola, y ella le daba a la máquina de coser. «Lo lleva bien porque es lo que mamó de pequeño», señalaba Noli. Ella, en lugar de quejarse por los días laborables sin colegio, daba las gracias: «Menos mal que soy mi propia jefa y me lo puedo traer». Miguel va a veces a la ludoteca, sobre todo por las tardes, pero su madre dice que supone un desembolso importante.

En Vilagarcía, en la zapatería D´Pe, Martina también jugaba a su tableta. Su madre, Pili, lo explicaba: «Me la tengo que traer, y menos mal que puedo hacerlo porque es mi tienda. Ella está bastante acostumbrada a venir en estos días en los que no hay colegio, así que se entretiene bastante bien. Lo peor es cuando ni siquiera te los puedes llevar contigo», indicaba esta mujer.

Mientras Miguel y Martina, con sus pocos años, hacen pinitos de vendedores en la lonja de Vilaxoán la jornada iba como de costumbre. Allí no había niños ayer pululando entre el marisco que se iba a subastar. Pero sí se hablaba de ellos. Lo hacía un grupo de cuatro padres. Raquel, Mariana, José y Martín. Todos ellos son afortunados porque no tuvieron que hacer demasiadas peripecias para dejar a sus hijos bien cuidados. Pero es una suerte relativa. Basta con escuchar a Mariana: «No meu caso o pai está parado, así que como desgraciadamente xa está na casa encárgase de coidar os nenos», indicaba.

El gremio más «envidiado»

Hasta aquí, los padres que, a lo largo de estos días, se acordarán unas cuentas veces, y no para bien, de quienes hacen un calendario escolar con tantas vacaciones. Pero ahora toca ver la otra cara de la moneda. Hablar con los profesores que también son padres y que estos días disfrutan de lo lindo de sus hijos. Ayer solo había una palabra para definir cómo se encontraban: encantados. Lo contaba Fernando Aguín, de Portonovo. En su caso, la alegría es doble. Él da clases en Cambados y su mujer en Meaño. No pueden comer habitualmente con sus hijos así que estos días «comemos, paseamos e pasámolo xenial xuntos». No se van de vacaciones porque tienen tres críos de corta edad. Pero se lo pasarán en grande en su tierra. Igual de contenta estaba María Jesús Domínguez, una maestra pontevedresa. A media mañana, paseaba por la Alameda con sus tres niños, Manuel, Luis y Pepe. Y confesaba abiertamente lo que pensaba de su situación: «¡Soy una privilegiada!», decía.

Más allá de abuelos y padres existe la opción de las ludotecas, casi siempre privadas. ¿Hay locales en la zona que permiten conciliar? Sí. En Pontevedra, confirmaban un amplio horario y plazas desde A Casa de Teo y en Vilagarcía lo hacía La Ludo de Lore. Claro que, dejar a los niños en ellas, obviamente, implica pagar.