Los pulmones de fumadores, un envejecimiento prematuro que se puede frenar

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Cuatro neumólogos y un internista explican cómo cuidar el sistema respiratorio y detallan el proceso de recuperación posterior a dejar de fumar

06 sep 2024 . Actualizado a las 18:01 h.

Un pulmón sano tiene un color rojizo, es elástico y permite que sus tejidos se amplíen para dejar espacio al oxígeno. El de un fumador habitual adquiere un tono más ennegrecido; tiene cicatrices y poca flexibilidad. Le cuesta más retener el oxígeno, función que, paradójicamente, es la principal. Presentan mayores dificultades para distenderse, más deterioro y una menor ventilación. Una imagen vale más que mil palabras, por eso Carlos Rábade, neumólogo del Hospital Clínico de Santiago de Compostela y miembro de la Sociedad Gallega de Patología Respiratoria, Neumología y Cirugía Torácica (Sogapar), cree que utilizarla sería una buena forma de concienciar acerca de los efectos de este tóxico. 

Para crecer en eficacia, convendría primero aprender a definirlos. «Los pulmones son los grandes olvidados», dice Àlvar Agustí, catedrático de Medicina de la Universidad de Barcelona y consultor senior del Instituto Respiratorio en el Hospital Clinic de Barcelona. Un par de órganos, esponjosos y núcleo del sistema respiratorio, que se activa, aproximadamente, unas 25.000 veces al día. Inspiración y espiración. La anatomía ha sabido preservar a los responsables de una de las función imprescindible —y con efectos inmediatos— en la vida. Están situados dentro del tórax, protegidos por las costillas y a cada lado del corazón. A su alrededor se extiende la pleura, una doble membrana lubricada que previene y evita el encuentro entre pulmones y la pared interna de la caja torácica. 

El izquierdo es más pequeño que el derecho porque comparte espacio con el corazón, y cada uno suma unos 500 millones de alvéolos, una especie de bolsas llenas de aire, en las que se produce el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono entre el pulmón y la sangre.

Empiezan a formarse durante el embarazo y no completan su estructura hasta la veintena. Los pulmones también son adolescentes. «Se ha demostrado que la inhalación de tóxicos y contaminantes por la madre conlleva consecuencias respiratorias en la futura descendencia», resume la doctora Sandra Dorado, coordinadora del Área de Enfermedades Respiratorias de Origen Ocupacional y Medioambiental de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), quien da una tremenda importancia a esta etapa de la vida.

Después, a medida que pasan los años, se agregan diferentes exposiciones a tóxicos inhalados, que añaden perjuicio a la salud y función pulmonar. La experta los define como exposoma, e incluye en esta clasificación al tabaco, exposiciones laborales o la contaminación del aire, tanto interior como exterior. «Se ha demostrado que los inhalantes pueden originar o agudizar patologías respiratorias como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), infecciones respiratorias o neumonías, enfermedades pulmonares intersticiales, cáncer pulmonar, patologías pulmonares vasculares, aparte del propio declive de la función pulmonar», señala. 

La biología, una vez más, marca la diferencia entre sexos. El doctor Àlvar Agustí explica que la salud pulmonar sigue un ritmo diferente en las mujeres que en los hombres. «Mientras que la función máxima se alcanza entre los 20 y 25 años en la población masculina, en las mujeres se produce algo antes, un poco antes de los 18», precisa. Una diferencia que no sería significativa si no fuese porque ambos grupos se suman a los hábitos tóxicos a la misma edad. «Comienzan a fumar entre los 14 y 15 años. Eso quiere decir que en una chica, el tabaco afecta a un pulmón que prácticamente está desarrollado; mientras que el del chico todavía está creciendo y puede ser un lastre en su desarrollo», indica. Para ambos, eso sí, el perjuicio es enorme. Que aquí nadie se confunda. 

A partir de la segunda década de vida, estas dos esponjas empiezan a ver mermada su capacidad y función. Es un proceso lento y progresivo, pero comprobado. «Se mantienen con un menor deterioro si se practica actividad física regular y se evita la exposición a inhalantes perjudiciales», explica la miembro de la Separ.

Por el contrario, el envejecimiento pisa el acelerador cuanto más se expone a tóxicos inhalados: «Van produciendo estrés oxidativo e inflamación de la vía aérea, obstrucción bronquial o posibles lesiones premalignas en determinados casos», apunta la doctora Dorado. 

La salud pulmonar, una muestra de la salud general

Que cumplan años mejor o peor depende, en gran parte, de los hábitos de vida. Conocer su estado es un buen indicador de la salud general, aunque poco empleado en las consultas. «Entender cómo los pulmones se desarrollan como un marcador, no solo de salud respiratoria, sino de salud general, es un tema muy importante en el que llevamos trabajando los últimos diez años», explica Agustí, quien tiene varios ejemplos para demostrarlo. Personas que a los 25 años tienen una función pulmonar por encima de lo normal, «a lo largo de su vida, envejecen mejor y tienen menor riesgo de enfermedades cardiovasculares o cáncer», destaca. 

Todo lo contrario sucede entre aquellos cuya capacidad respiratoria no alcanza su máximo esplendor en esta franja de edad. El neumólogo catalán apunta a que entre un 10 y un 12 % de la población se enfrenta a este problema, y las causas que lo explican son variables. «Si un niño ha nacido prematuro o con bajo peso, si en la infancia hay muchas infecciones, si la dieta no es adecuada o si median factores genéticos», precisa el investigador. Apenas se conoce, pero todo suma en tu potencia al respirar. 

Esta importancia en la salud general hace que, cada vez más, se reclame el valor de la espirometría como indicador de un buen desarrollo. «Es una medición pulmonar muy sencilla, en la que solo hay que soplar en un aparato», señala Agustí, quien lamenta que no se practique. Su uso en distintos contextos, como en revisiones pediátricas, ayudaría en la tarea de la prevención. «Guarda relación con los músculos, sabemos que los niños que tienen una mala función pulmonar tienen poca masa muscular; también con el cerebro, ya que aquellos que tienen baja función pulmonar, presentan un cerebro más lento; y a su vez, se vincula con enfermedades cardiovasculares y metabólicas como la diabetes», señala el neumólogo. Por todo ello, velar por su bienestar resulta fundamental. 

No solo es el tabaco, aunque es el gran protagonista

El factor de riesgo principal es el tabaco. Con cada calada, el pulmón del fumador se expone a unas 4.000 sustancias tóxicas que, en su mayoría, se forman durante la combustión y una gran cantidad se consideran carcinogénicas. Como consecuencia, «se produce una respuesta inflamatoria y una liberación de sustancias con una cascada de consecuencias», detalla el doctor Juan Antonio Riesco, miembro del área de tabaquismo de la Separ.

Entre ellas, tienen lugar cambios en el calibre y morfología del bronquio, que deriva en una gran cantidad de secreciones mucosas; el pulmón pierde capacidad de distenderse debido a la destrucción progresiva de ssu tejidos, y paralelo a ello, el pulmón pasa a diferenciarse, poco a poco, de uno sano a identificarse como el de un fumador. 

Según el doctor Riesco, los cambios pueden manifestarse en tres formas diferentes: un pulmón sucio, «como consecuencia del acúmulo de secreciones y engrosamiento de las paredes del bronquio; un pulmón con aspecto de globo, distendido e hinchado, «lo que se conoce como hiperinsuflado, a raíz de la pérdida de distensibilidad del “fuelle pulmonar”»; y, por último, un pulmón muy oscuro, «ennegrecido» en las partes más distales, «que sucede debido a la destrucción», apunta el experto. 

Un grupo de personas entra a una zona apta para fumar tabaco en Tokio, Japón.
Un grupo de personas entra a una zona apta para fumar tabaco en Tokio, Japón. FRANCK ROBICHON | EFE

Así, a nadie le extraña que el tabaco se encuentre entre los principales responsables de un sinfín de enfermedades. Desde su consecuencia más conocida, el cáncer de pulmón y otros tumores, hasta enfermedades inflamatorias de la vía aérea como el asma, la EPOC o la bronquiolitis; patologías que se acompañan de rigidez como la fibrosis pulmonar; e infecciones respiratorias, entre ellas, las neumonías o tuberculosis, «ya que este tóxico produce una alteración de los mecanismos de defensa», recuerda el doctor Riesco. 

Es más, el organismo y sus sistemas están profundamente conectados. Así como la salud pulmonar puede ser un indicador de salud general, el pulmón «puede ser el origen de otros procesos y enfermedades que se produzcan en otros órganos, como los problemas cardiovasculares», señala el doctor Riesco, quien hace referencia a los procesos inflamatorios que presenta y a la liberación de sustancias dañinas, como la causa de esta asociación. 

Fumadores pasivos

El tabaco no solo afecta a quien lo consume, sino también, a los que están a su alrededor. Desde la Separ, reconocen que el tabaquismo pasivo se ha reducido en los últimos años en espacios públicos, gracias a la legislación aprobada. Sin embargo, «no sucede lo mismo en los domicilios».

Niños, adultos y personas de edad avanzada siguen expuestos a este tóxico y se considera un importante predictor de pérdida de salud, especialmente en los grupos más vulnerables —en la población infantil, en un factor de riesgo para el desarrollo de otitis o asma—.

En cifras, y según la entidad médica, uno de cada cuatro no fumadores sufren tabaquismo pasivo en lugares de ocio. Es más, calcula que cerca del 17 % de la población no fumadora con más de 16 años está expuesta al humo del tabaco y nuevos productos. Por orden, los espacios con mayor riesgo son las zonas de ocio, seguidas de los hogares, los centros educativos, los espacios de trabajo o la hostelería. Se incluyen diferentes categorías porque en ellas hay espacios donde la gente fuma, como las terrazas o los parques. 

El vapeo, una preocupación que mira a los jóvenes

El vapeo y otras nuevas formas de consumo de tabaco, como dispositivos electrónicos o de baja combustión, «no solo no han demostrado no ser eficaces para ayudar a dejar de fumar —como así se anunciaron—, sino que producen gran cantidad de sustancias perjudiciales para la salud», indica el miembro del Área de Tabaquismo de la SEPAR. Algunas de ellas en cifras más bajas a las del tabaco convencional, pero otras, en cantidades superiores. 

Desde la Separ, recuerdan que este tipo de dispositivos pueden ser la puerta de acceso al tabaco de los adolescentes y que, en muchas ocasiones, dan lugar a fumadores duales. Todo ello, en el contexto de que no existe un umbral de uso de seguridad. En el caso de los cigarrillos electrónicos se han descrito efectos tóxicos sobre el aparato cardiovascular y respiratorio, efectos carcinogénicos, así como un aumento de la susceptibilidad a la infección porque alteran, igualmente, el sistema inmunitario. 

En su documento de posicionamiento, la Separ también explica que la mayor parte de estudios a favor del tabaco calentado corresponden a la industria tabacalera. En realidad, esta forma presenta capacidad adictiva y efectos negativos —y conocidos— «en el sistema nervioso central, en el endocrino, cardiovascular, respiratorio, en el aparato gastrointestinal y musculoesquelético, así como en el metabolismo en general y desarrollo del feto», recoge la entidad. De hecho, poco después de su consumo, se ven las consecuencias: irritación ocular, bronquial y faríngea, cefaleas o malestar digestivo. 

La contaminación, un mal al que muchos están condenados

La contaminación es otro enemigo de los pulmones y puede encontrarse en diferentes formas: polución atmosférica, gases y humos procedentes de la industria, automóviles o la combustión de biomasa. La Organización Mundial de la Salud le atribuye unas siete millones de muertes anuales, de las cuales, se calcula que la mitad se deben al aire inhalado en el exterior. La polución se reconoce como causa del cáncer de pulmón, de EPOC o asma, y además, aumenta el riesgo de infecciones respiratorias o la sintomatología, como la tos y la expectoración. 

Todo ello, la convierte en motivo de envejecimiento pulmonar. Por ello, en el 2020, la revista European Respiratory Journal publicó una serie de medidas para intentar, en la medida de lo posible, reducir su daño: el empleo de mascarillas cuando los niveles de contaminación local fuesen altos o no hacer ejercicio al aire libre en estos momentos; optar por rutas con un menor nivel de tráfico, primando espacios abiertos y evitando las horas punta, así como mantener las ventanillas cerradas en una situación similar. 

Los tóxicos, sea tabaco o contaminación, acceden a los pulmones por la nariz o boca y se ven obligados a superar las barreras defensivas. «Acceden al árbol bronquial y alvéolos en función del tamaño de la partícula», indica la doctora Sandra Dorado. Cuando es inferior a 2,5 micrometros, es capaz de traspasar la membrana alveocapilar y alcanzan el torrente sanguíneo, «lo que a su vez produce efectos sistémicos, así como cerebrovasculares», añade la neumóloga. 

Las defensas de la vía aérea incluyen el moco nasal, los cilios del epitelio bronquial o los productos antioxidantes endógenos. En este sentido, Dorado reconoce que la respiración nasal ofrece una defensa más potente, «debido a la mucosidad nasal y epitelio nasal, además de favorecer el calentamiento y humidificación del aire que entra», precisa. Por ello, conviene priorizarlo. 

El compendio del ejercicio y la nutrición

Varias personas caminan por la playa de A Lanzada.
Varias personas caminan por la playa de A Lanzada. MONICA IRAGO

La buena noticia es que, al igual que existen sustancias que los perjudican, hay maneras de cuidarlos. Todos los expertos consultados coinciden en recomendar la práctica de ejercicio físico, especialmente, el de un carácter más cardiovascular o aeróbico. Según Rábade, «aumenta la capacidad pulmonar, disminuye la frecuencia cardíaca y promueve la salud general respiratoria», precisa. Sin embargo, no sirve cualquier cosa. José Antonio Díaz, portavoz del Grupo de Trabajo de EPOC en la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y médico internista en el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), explica que si se elige caminar, se debe seguir un buen ritmo, «que no sea salir a ver escaparates». La intensidad es importante.

La alimentación también es importante. A menudo, se suele relacionar la dieta con una salud cardiovascular o neurológica. Sin embargo, la pulmonar debe entrar en la ecuación. En primer lugar, porque el correcto aporte de macro y micronutriente conlleva un buen funcionamiento del organismo en general. Y, por otro, porque los alimentos pueden ayudar a paliar el efecto de algunos tóxicos. Varias publicaciones, entre ellas, la publicada en la revista europea, hablan de las ventajas de los alimentos con carácter antioxidante y antiinflamatorio, para hacer frente, por ejemplo, a la polución. 

Así, recogen en otro estudio publicado en Nutrients, «se ha demostrado que algunos nutrientes como las vitaminas B, la vitamina C, la vitamina E, la vitamina D y los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 tienen efectos protectores contra el daño inducido por las partículas en suspensión». ¿La razón? Una dieta saludable con un alto aporte de estos compuestos bioactivos contribuye a atenuar el estrés oxidativo y la inflamación. Eso sí, precisaban que eran necesarios más estudios. 

La nutrición impacta tanto en el desarrollo como en el mantenimiento. Rábade recuerda que la respiración se produce a través de un músculo, el diafragma. «Por ello, una buena alimentación favorece que podamos tener una mejor capacidad pulmonar. Si nuestro músculo respiratorio está bien nutrido, habrá un mayor tono muscular y el aparato respiratorio se verá compensado», señala el neumólogo del CHUS. 

Además, una alimentación saludable es una variable de enorme peso en el sistema inmunitario, esencial en la prevención de infecciones, otro factor que, de ser repetido, daña al pulmón. «Las infecciones respiratorias de repetición favorecen que haya una inflamación, y esto conlleva a un deterioro de la capacidad pulmonar, por ello, en la medida de lo posible, se deben prevenir», precisa Rábade. 

Vacúnate

Y en este último punto entra uno de los grandes avances de la medicina: las vacunación frente a los virus más frecuentes. Rábade apunta, especialmente, a la de la gripe, del covid o el virus respiratorio sincitial, «los cuales en gran medida producirán un deterioro de las vías aéreas, tanto de gran calibre, como pequeño», señala. Es más, Àlvar Agustí alaba la labor que se hace con el calendario vacunal infantil, pero recuerda que ya se está poniendo sobre la mesa un registro adulto. Al final, el sistema inmunitario también envejece —la inmunosenescencia—, y debilita la respuesta ante según qué estímulos. «Así aparece la necesidad que ahora se habla de vacunas como la del herpes, de la tos ferina, o del virus respiratorio sincitial, los cuales creíamos que era un problema en niños, pero ahora vemos que hay en adultos», contempla el conocido neumólogo. 

Nunca es tarde para dejar de fumar, pero cuanto antes, mejor

Abandonar el hábito tabáquico siempre compensa a quien lo hace. Con todo, la lógica es aplastante: cuanto antes, mejor. Un estudio publicado en Jama Network Open en el 2022 encontró que, aquellas personas que habían dejado de fumar antes de los 35 tenían un riesgo de mortalidad similar a aquellos que nunca lo habían probado. A partir de este punto, las desventajas aumentaban. 

En un primer momento, el humo del tabaco ataca directamente a las células del aparato respiratorio. Estas empiezan a perder su forma y funcionalidad. «Se quedan chafadas, aplanadas, pero no son cancerígenas todavía», contaba Esteve Fernández, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública, en esta entrevista, donde añadía: «Es un estadio previo, aunque si continúan teniendo el estímulo negativo del tabaco pueden tener mutaciones que las vuelven locas», alertaba. Ahora bien, si el impacto es limitado y corto en el tiempo, el experto explicaba que estas pueden volver a la vida y a su estado normal. 

Este aspecto todavía está bajo estudio. El neumólogo Àlvar Agustí explica que la regeneración del pulmón que se produce todavía es muy limitada, en contraposición a lo que sucede con otros órganos, como el hígado. «Pero, cuando se deja de fumar, se deja de dañar el pulmón. Por eso, hoy por hoy se considera un tratamiento en sí», responde. 

En este punto, cobra especial importancia la getomics, donde el tiempo se suma a la genética y al entorno, para explicar una enfermedad. «Añadimos esa T, porque la misma interacción entre genes y entorno tiene resultados diferentes en función del momento, de la edad, en la que ocurre», indica el doctor. 

Algo que se observa a la hora de dejar de fumar. Si alguien toma esta decisión a los 30 o 40, estará a tiempo de recuperar su función pulmonar, «y podrá igualarse a la de una persona no fumadora cuando tenga 60 años, es decir, dos o tres décadas después», precisa el experto del CHUS. Sin embargo, ni siquiera a los 70 es tarde para ello. «Se van a prevenir procesos infecciosos y se mejorará la sintomatología, por ejemplo», aporta Rábade. 

El beneficio, según el doctor Juan Antonio Riesco, se empieza a notar desde los primeros momentos, cuando empieza a disminuir la frecuencia cardíaca o las cifras de la tensión arterial. «Los mecanismos de defensa pulmonares comienzan a recuperar funcionalidad, y en los primeros días, el paciente nota como efecto paradójico beneficioso que experto más que antes», avisa el neumólogo y miembro de la Separ. Esto se debe a que las defensas, que ahora funcionan mejor, favorecen los mecanismos responsables de la limpieza pulmonar. Además, se reduce la inflamación y, por lo tanto, «se disminuirán los ruidos respiratorios y la tos», hay una mejoría de la disnea y de la tolerancia al esfuerzo. «Y aunque esto no se note, habrá un mejor pronóstico al disminuir el riesgo de cáncer e infecciones respiratorios», celebra Riesco, quien señala que la teoría se aplica a fumadores sin patologías, pero también, a aquellos que tienen enfermedades asociadas, cuya calidad de vida solo se incrementará.

La EPOC, menos asociada al tabaco en el imaginario popular

El cáncer de pulmón no es la única enfermedad a la que un fumador se expone. Los expertos ponen también el foco en la EPOC, que se caracteriza por un daño irreversible en estas esponjas. «El gran problema del tabaco es que no se basa en un ataque agudo de tabaquismo, sino en una exposición prolongada», contempla José Antonio Díaz, portavoz del Grupo de Trabajo de EPOC en la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Este es, según la visión del experto del CHUS, el principal enemigo en la lucha contra este tóxico. «Puedes fumar un montón de veces y no te pasa nada, no hay un miedo a ello», contempla. Desde medicina interna, observa el amplio abanico de comorbilidades que van asociadas a esta patología. 

Las partículas del tabaco que entran en el organismo generan, primero, «una reacción local en las células de los pulmones, que van a intentar eliminarlas de ahí», y después, una sistémica, porque parte de estas sustancias alcanzan el torrente sanguíneo y se esparcen por el cuerpo humano. Así, no solo daña al aparato respiratorio, sino a otros sistemas. 

La epoc es una enfermedad crónica que, una vez se desarrolla, acompañará al paciente durante toda su vida. También es progresiva y el deterioro es general. El espectro de pacientes, según el internista del CHUS, es amplio: «Desde aquellos que sienten fatiga cuando hacen ejercicios importantes, a los otros que tienen fatiga de reposo o que están conectados a un sistema de oxígeno domiciliario», indica. 

En este sentido, la EPOC es un buen ejemplo para hablar del organismo como un todo. «Los pacientes con enfermedades crónicas suelen tener otras que van sumando. En esta, hay una serie de afectaciones asociadas como la hipertensión arterial, la fibrilación auricular, la cardiopatía isquémica, la insuficiencia cardíaca o la enfermedad renal crónica», enumera el doctor Díaz. En parte, tienen que ver con la edad de los afectados; y en parte, con un aspecto que subyace en todas, la inflamación. «El hecho de que el cuerpo está inflamado predispone a una asociación de enfermedades y a un deterioro de todos ellas», señala el internista, quien destaca que una patología no suele estar aislada de la otra. «Suelo decir que son seres vivos dentro de nosotros mismos», dice.

En el caso de la EPOC se observa una evolución con agravamiento y mejora, con evolución, y detrás de cada exacerbación se encuentra la inflamación, estado que los tóxicos propician. 

Signos de alerta: «Con la tos, el pulmón está protestando»

El estado de los pulmones se manifiesta en el exterior. Cuando existe una enfermedad que los involucra, dice Agustí, se manifiesta con dificultad respiratoria, tos, expectoración o sensación de ahogo. «Muchos pacientes te dicen que tienen tos porque fuman, y es cierto, pero al mismo tiempo es un signo de que el pulmón está protestando, de que algo no le va bien», indica el neumólogo.  El envejecimiento se está acelerando y hay decisiones que uno puede tomar a nivel individual.

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.