¿Se acelera el envejecimiento a los 34 y a los 60 años? Mitos y certezas sobre un proceso imparable
VIDA SALUDABLE
Te explicamos cómo llegar a esta etapa del ciclo vital con energía y salud. ¿Hay edades clave o un deterioro progresivo?
15 feb 2022 . Actualizado a las 17:58 h.El envejecimiento es un proceso inevitable que nos ocurre, más tarde o más temprano, a todos. Aunque las señales externas son fáciles de detectar (canas, caída del pelo, arrugas), en realidad, envejecer es algo más complejo de lo que podría parecer a simple vista.
Lo primero que debemos entender es que el envejecimiento se dispara en distintos momentos en cada parte del cuerpo. «Normalmente el envejecimiento, como es un proceso multifactorial, afecta de diferente forma a cada órgano. No se puede hablar de un conjunto en envejecimiento, sino que cada sistema, cada órgano en el organismo, va envejeciendo de una manera diferente y unos muestran estos procesos de envejecimiento más tempranamente que otros», explica Dámaso Crespo, médico investigador y vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). De hecho, las señales de envejecimiento en un órgano determinado o una parte del cuerpo no implican ni están necesariamente relacionadas con un nivel de degeneración a nivel del organismo en su totalidad.
«El envejecimiento es un proceso progresivo. Hay teorías que incluso dicen que el envejecimiento comienza en el mismo instante de la fecundación, porque en ese momento ya la carga genética que aportan el ovocito y el espermatozoide va a tener mucha repercusión en lo que vaya a suceder en estadios posteriores. Desde ese momento, se da todo un proceso diacrónico que va ocurriendo con el tiempo. En algunas personas, este envejecimiento se manifiesta de forma más temprana y en otras, se manifiesta en etapas más tardías», dice Crespo.
Sin embargo, «esto no quiere decir que una vaya a vivir más y otra menos. Dos personas pueden vivir el mismo tiempo, vamos a poner 100 años, y una podrá ya tener desde los 50 años características de una persona envejecida y otra no manifestarlas hasta los 80. No es un problema de parecer más o menos viejo, que se caiga el pelo, que se vuelva canoso, que se formen arrugas, que se tenga alteraciones en la audición y la visión. Se puede tener mucho de eso y tener una longevidad exactamente igual que una persona que no presenta ninguna de estas manifestaciones», aclara.
Pero, por supuesto, las manifestaciones del envejecimiento en el cuerpo sí que llegan a afectar a la calidad de vida. Especialmente cuando hablamos de nuestro rendimiento físico y cognitivo. «Cuando somos jóvenes, hacemos de todo. Saltamos, salimos de noche y al día siguiente vamos a trabajar, practicamos deportes sin calentar. Y un día, de repente, esas cosas que teníamos tanta flexibilidad como para poder hacerlas, ya no son lo mismo. Al jugar al fútbol con los amigos sentimos pinchazos en la articulación, o nos sentimos un poco más agotados si no hemos dormido bien, o la resaca se siente peor», describe Antonio Ayala, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (SEMAL). «Un proceso de envejecimiento es, por ejemplo, la pérdida de agudeza visual para la lectura, lo que se llama la presbicia. Otro es la presbiacusia, en la que se va perdiendo audición. También se da una disminución en la velocidad de la marcha, por alteración del sistema musculoesquelético, y un deterioro cognitivo que se suele presentar, a veces en edades tempranas, como puede ser en un Alzheimer esporádico, o en etapas más tardías, donde casi todas las personas mayores dicen que tienen problemas de memoria», detalla Crespo.
Como reportan los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) en su sitio web, «A medida que usted envejece, cambia la forma en como los sentidos (gusto, olfato, tacto, vista y oído) pueden darle información acerca del mundo. Dichos sentidos se vuelven menos agudos y esto puede hacer que le sea más difícil notar los detalles». Estos cambios, explican desde NIH, ocurren porque se modifica el umbral de sensación. Los sentidos reciben información del ambiente en forma de sonido, luz, olores, sabores y tacto. Esta información sensorial se convierte en señales nerviosas que son transportadas al cerebro. Allí, las señales se convierten en sensaciones. Se requiere una cierta cantidad de estimulación antes de que se haga consciente de la sensación. Este nivel mínimo de sensación se denomina umbral. El envejecimiento eleva este umbral, especialmente en la visión y la audición, de modo que se necesita más estímulo para hacerse consciente de la sensación.
¿Qué determina el envejecimiento?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde un punto de vista biológico, el envejecimiento «es el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte». Ahora bien, esos cambios no son lineales ni uniformes, y su vinculación con la edad de una persona en años es más bien relativa. La diversidad que se aprecia en la vejez no es una cuestión de azar. Más allá de los cambios biológicos, señala el organismo, el envejecimiento suele estar asociado a otras transiciones vitales, como la jubilación, el traslado a viviendas más apropiadas y el fallecimiento de amigos y parejas.
«Del envejecimiento no sabemos las causas. Sabemos los factores que acortan y alargan la vida. Por ejemplo, vivir en una ciudad contaminada te acorta la vida. El sedentarismo te acorta la vida. Fumar, también. Una buena alimentación te alarga la vida, una no exposición al sol alarga la salud de la piel. Sabemos los factores que contribuyen a que vivamos más o menos, pero no sabemos por qué ocurre el envejecimiento», precisa Ayala.
A nivel biológico, sí es cierto que podemos encontrar numerosas teorías acerca de cómo participan distintas proteínas o moléculas en este proceso. En concreto, un estudio recientemente publicado en la revista Nature halló que unas 1.400 proteínas presentes en la sangre variaban de forma significativa según las etapas de la vida de los más de 4.000 sujetos analizados. Lo interesante de esta investigación es su conclusión de que, como sostiene la OMS, el proceso de envejecimiento no funciona de forma lineal, sino que al parecer se acelera periódicamente en tres momentos clave, alrededor de las edades de 34, 60 y 78 años.
«Son teorías que se postulan con el objetivo de construir conocimiento, pero no hay nada concluyente. Sí que es cierto que hay moléculas que van determinando diversos pasos en el envejecimiento. Por ejemplo, en los varones, se ha demostrado que cuando bajan las hormonas sexuales se produce un incremento de la velocidad del envejecimiento. Lo mismo sucede en las mujeres a partir de la menopausia. Una proteína muy famosa es la insulina. Está claro que aquellas personas que tienen deficiencia de insulina o alteraciones en su metabolismo tienen un envejecimiento un poco más acelerado que aquellas personas que tienen unos niveles de insulina homeostáticos que se encuentran en valores normales. Pero vuelvo a insistir en que no hay nada concluyente» aclara Crespo.
«Las personas que se cuidan bastante pueden tener un aspecto más joven, por ejemplo en la década de los 50, conservando el aspecto que tenían a principio de esa década. Los tejidos se van descolgando poquito a poco, entonces parece que las personas envejecieran de repente, pero no. El envejecimiento es una pérdida progresiva de todas las funciones biológicas», insiste Ayala.
¿Cómo retrasar el proceso de envejecimiento?
Esta es la pregunta del millón. Quién no quisiera posponer la alarma del envejecimiento para más adelante, como si hubiese un despertador que nos permita descansar cinco minutos más en la juventud. Pero, claro, esto no es posible. «No se puede prevenir el envejecimiento, es una etapa de nuestro ciclo vital», explica Crespo.
Sin embargo, existen mecanismos que nos permiten envejecer de forma más lenta en áreas clave, como el rendimiento cognitivo. «Hay 3 factores que retrasan el envejecimiento. En primer lugar, la alimentación sana y equilibrada. Lo que llamamos la dieta mediterránea se ha demostrado fundamental para enlentecer el proceso de envejecimiento», afirma Crespo.
Basada en alimentos de origen vegetal, como cereales integrales, verduras, legumbres, frutas, frutos secos, semillas, aceite de oliva, hierbas y especias, la dieta incluye raciones moderadas de pescado, marisco, lácteos y carne de aves. El aceite de oliva, clave en esta dieta, aporta vitamina E, beta-carotenos y ácidos grasos monoinsaturados que reducen el colesterol total y, en particular, ayudan a controlar el colesterol malo. Los frutos secos y las semillas tienen el mismo efecto. Los carbohidratos son una fuente importante de energía y los vegetales crudos incorporan vitaminas, minerales y fibra a la dieta, además de agua.
La dieta mediterránea es beneficiosa porque, además de ser cardiosaludable, incluye todos los nutrientes que en otros casos se incorporarían en forma de suplementos fitosanitarios. «La dieta mediterránea tiene todos estos productos y es mucho mejor comerse una naranja o un kiwi que tomarse una píldora de vitamina C», indica Crespo.
«La manera en que cocinamos los elementos también es importante. Todo lo quemado, lo sobrecocinado, especialmente los panes y las carnes, nos envejece, porque induce un sistema de detoxificación en el hígado que conviene no despertarlo. Cada vez que trabaja, produce radicales libres y eso está muy vinculado al envejecimiento», dice Ayala.
Por otro lado, «conviene no abusar de los aditivos, lavar muy bien los alimentos para quitarles los pesticidas u otros productos. Esos compuestos xenobióticos, es decir, esas sustancias que nuestro cuerpo no produce, nos envejecen», explica Ayala.
«En segundo lugar, es importante el ejercicio físico. El andar, el caminar es muy bueno, sobre todo para las personas mayores», aconseja Crespo. Cuando se trata de demorar el proceso de envejecimiento, mantener un estilo de vida activo es fundamental, ya que previene los problemas cardiovasculares, que son uno de los principales problemas en la edad avanzada.
Y en tercer lugar, está lo que el investigador denomina «el ejercicio mental». «Mantener nuestro cerebro activo nos va a ayudar a no perder esta memoria y a mantener la actividad neuronal en un proceso muy dinámico», asegura Crespo. En concreto, el especialista recomienda actividades como la lectura, la realización de crucigramas y de sudokus. «También animo a la gente a aprender un nuevo idioma, que desarrolla mucho el cerebro. Establece mucha sinapsis, incrementa los niveles de neurotransmisores. Eso facilita el enlentecimiento del envejecimiento del cerebro, con lo cual es fundamental», explica.
Por su parte, Ayala destaca el cuidado de la microbiota y del sueño como aspectos fundamentales. «Por la noche se secretan dos de las sustancias más regeneradoras y protectoras que tenemos los seres humanos, que son la melatonina y la hormona de crecimiento», detalla.
«También está el control del estrés. El estrés envejece mucho, porque produce una hormona que es el cortisol, que degrada el colágeno de la piel, sube los lípidos de la sangre y disuelve los huesos. El cortisol es una hormona que tiene su ritmo circadiano, la producimos normalmente a la mañana para poder levantarnos. Luego baja después de comer, preparándonos para que surja la melatonina, que es la hormona de sueño. Pero como el cortisol se produce también por estrés, se pueden tener niveles de cortisol permanentemente elevados, lo que tiene unos efectos tremendos en el envejecimiento», explica Ayala.
En cuanto a tratamientos, «se puede recurrir al reemplazo hormonal con endocrinólogos, urólogos o ginecólogos, para restablecer los niveles de estrógeno y progesterona, en el caso de las mujeres y testosterona en el caso del hombre. Luego, todo lo que es la medicina regenerativa, con tratamientos con células madre, también ha abierto un frente importante», según Ayala.
Por último, Crespo recomienda mantener una buena hidratación. «Aconsejo tomar mucha agua, ya que durante el proceso de envejecimiento, las personas pierden la sensación de sed. Y las reacciones químicas en nuestro organismo se producen en el medio acuoso. Al no experimentar sed, la inmensa mayoría de las personas mayores están deshidratadas», explica.