El parque está sano

Abdón Dorcaribeira

BARBANZA

SIMÓN BALVÍS

El titular autonómico de Medio Ambiente, Xosé Manuel Barreiro Fernández, recorrió las marismas de Vixán y Carregal para evaluar la incidencia del fuel

13 feb 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

?a del nuevo conselleiro de Medio Ambiente, Xosé Manuel Barreiro Fernández, es una puntualidad netamente inglesa. Tres minutos antes de que las manecillas del reloj marcaran las cinco y media, el sucesor de Carlos del Álamo se apeaba de su flamante coche oficial para plantar los zapatos por primera vez desde su estreno del cargo en el aparcamiento de Carregal, a la sazón lleno de polvo y de medios informativos. Aquél era el punto de partida de un recorrido por el parque natural de Corrubedo. El objetivo, averiguar si hay chapapote. Además del conselleiro, formaban parte de la expedición, entre otros, José Luis Torres Colomer, alcalde de Ribeira y presidente de la Diputación; Higinio Sánchez Rodilla, delegado provincial de Medio Ambiente; y África Núñez, directora del parque. Dado que el itinerario fijado incluía zonas intransitables para cualquier coche normal, siete vehículos todoterreno se encargaron de transportar a la caravana de políticos, funcionarios e informadores. La primera parada tuvo lugar junto a la bocana que da acceso a la laguna de Carregal. Desde ese punto, se podía contemplar todo un surtido de barreras de variada índole, con las que se protege la riquísima flora del interior del complejo. Despliegue de barreras En primera línea frente al mar, se levanta una muralla de arena de 400 metros de largo por diez de ancho, y en sus puntos más elevados alcanza los seis metros de altura. Está flanqueada por dos empalizadas de troncos y centenares de sacos. En la boca del río, por donde fluyen y refluyen las mareas, se tiende una barrera flotante artificial de color naranja: la primera de las tres que se suceden a lo largo del curso del río. Además, una quinta defensa formada por pacas de paja protege una zona concreta de la laguna debido a su alto valor ecológico. Se trata, en concreto, de un área cubierto de turba.Tal despliegue defensivo tiene su sentido. El 2 de diciembre del 2002, uno de los primeros en que el chapapote entró en Barbanza, las barreras tendidas no pudieron contener el empuje de la marea negra, y el fuel se infiltró en las entrañas mismas del parque natural. Al pie de la primera barrera arenosa, Xosé Manuel Barreiro Fernández aprovechó para efectuar sus primeras declaraciones a los medios. El recién estrenado conselleiro se congratuló de que el parque dunar presentara tan buen estado, pero advirtió que no hay que confiarse. «As barreiras deben continuar: a nosa obriga é adoptar tódalas medidas posibles», anunció el político en medio de una barahúnda de alcachofas, cámaras, libretas y grabadoras.A continuación, la comitiva se desplazó hasta esa zona concreta protegida por doscientos metros de pacas de paja. Allí le tocó el turno de hablar a la directora África Núñez, quien explicó el proceso a través del cual se forma la turba: carbón vegetal originado a partir de vegetación de la marisma sepultada en arena. Asimismo, África Núñez advirtió de la facilidad con que se puede confundir la citada turba con el chapapote, dado que ambas sustancias tienen un color negruzco y son de un gran espesor. Los muertos son la clave Allí mismo, Barreiro escuchó de un empleado del parque cómo funcionan las barreras flotantes de protección. Según informó el operario, la clave de todo está en los muertos: gracias a que actúan de lastre, el faldón de la defensa se mantiene bien tenso cada vez que aumenta el nivel del mar, de tal forma que ni una gota de chapapote pueda escabullirse por debajo. Por fin, la laguna y el castro de Vixán fueron el penúltimo parón y, tras comprobar que todo estaba en regla, las autoridades se dirigieron con buen sabor de boca hasta el Cielga, punto final del peregrinaje. Quienes también se van a ir son los voluntarios de la comunidad de Madrid que, desde diciembre, se afanan en el parque recogiendo chapapote. Según parece, ya no tienen más trabajo que hacer.