Las mil y una miradas de Valle-Inclán que se gravan en la piedra

Antón parada RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

El ilustre escritor es la efigie más repetida en el repertorio de bustos y figuras que adornan el concello pobrense desde hace décadas

17 may 2016 . Actualizado a las 05:40 h.

Siempre es un acto complicado el de determinar quién merece o no una estatua en una ciudad o población. Dependiendo de la magnitud y el alcance de las obras de un vecino, estas suelen condicionar o asegurarse un rincón que le recuerde. Pero, ¿qué ocurre cuando uno de estos lugares ha albergado a un nombre decisivo para la cultura de todo el país? Pues que a veces una sola representación se torna insuficiente.

Si de algo puede presumir A Pobra es de haber tenido a un vecino de la talla de Ramón María de Valle-Inclán. El novelista, poeta y dramaturgo emblema de la generación del 98 copa buena parte de las estatuas de esta localidad, entre los tributos guardados a él mismo y los que hacen honor a sus escritos.

La primera parada no se ubica concretamente en el casco urbano pobrense. En lo alto del mirador de A Curota, un busto del literato corona las vistas en una zona con aparcamiento habilitado. Habrá que avanzar hasta otro entorno natural, esta vez en el corazón de la urbe, para encontrar la siguiente manifestación del autor de Luces de bohemia. En el medio de los jardines que llevan su nombre se localiza un bajo relieve con su rostro.

Una gran explanada cercana, la plaza Alcalde Segundo Durán, no solo rinde tributo con su denominación al antiguo regidor sino que también cuenta con dos placas de metal, una de ellas con su perfil grabado.

Poetas y trabajadores

El epicentro de honra a Valle-Inclán no podía ser otro que el de su museo. Frente al auditorio se halla una estatua de cuerpo entero labrada en bronce de este. Mientras, la puerta principal es flanqueada por uno de sus personajes de las sonatas estacionales, el Marqués de Bradomín, y por un pedestal terminado en un libro abierto.

No muy lejos, se alza la plaza de otro ilustre vecino con su correspondiente figuración. Se trata del ensayista Victoriano García Martí, que fue nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua Española y de la gallega. No obstante, el sitio en la memoria colectiva no se consigue solo a golpe de pluma, pues se ha tenido a bien recordar el esfuerzo de los trabajadores de una villa muy relacionada con la actividad marítima.

Tanto en la fuente de la plaza Rosalía de Castro como en la mitad del paseo de O Areal se destinaron dos lugares para acordarse de las mujeres trabajadoras. El oficio elegido no fue otro que el de las pescantinas. El primero lo hace mediante piedra y el segundo con metal. Por último, la plaza frente a los jardines alberga una muestra de respeto a todos aquellos antepasados que se vieron forzados a emigrar, a través de una imagen de un hombre que posa un pie sobre el puerto y señala hacia tierras lejanas.

El escritor guarda las vistas. Este observatorio fue dedicado al creador del esperpento.

Señalando la prosperidad. Una mención a un drama que aún se recuerda. Fotos: Adrián González

Simbolizado en las pescantinas. No solo a los literatos se les ha venido guardando respeto.

Una última sonata. Uno de los personajes más conocidos de la obra de Valle fue esculpido.

El emblema de la villa. Miembro de la RAE y de la RAG, llegó a estudiar con Émile Durkheim.

Una imagen obligada. La plaza del museo está presidida por el autor al que está dedicado.