El calvario de la endometriosis: «Llevo 25 años tomando calmantes y sufriendo, sin tener una vida normal»

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

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La boirense Sonia Blanco padece esta enfermedad desde que tenía 18 años, pero no se la diagnosticaron hasta los 34

27 mar 2022 . Actualizado a las 18:46 h.

Aunque más de dos millones de mujeres en España sufren endometriosis, esta es todavía una enfermedad poco conocida. Se produce debido a que el tejido que normalmente recubre el interior del útero crece fuera de este provocando, en la mayoría de los casos, un dolor insoportable. Es denominada también la enfermedad silenciosa, porque su diagnóstico puede retrasarse varios años. Quienes la sufren exigen investigaciones y avances médicos, para lo que han optado por darle visibilidad a través de diferentes iniciativas, entre ellas, la Marcha Mundial por la Endometriosis que se celebrará mañana.

La boirense Sonia Blanco la padece desde que tenía 18 años, pero no fue hasta los 34 cuando se la diagnosticaron. Durante ese período, vivió un auténtico calvario. Con cada menstruación soportaba un dolor que la tumbaba en cama, dificultándole incluso acudir a su puesto de trabajo: «Tenía que andar con una bolsa de agua caliente en el barriga para aguantar». Ningún médico le daba una solución: «Llegaron a tratarme de hipocondríaca».

Lejos de mejorar, su estado empeoró con el paso de los años, hasta el punto de padecer cólicos, vómitos e incluso desmayos, llegando a ingresar con una amenaza de peritonitis. Fue entonces cuando una resonancia arrojó luz sobre la causa de su tormento, tenía endometriosis de grado cuatro (severa) extendida por los ovarios, el útero, el intestino y la vejiga: «Dentro de lo malo tuve suerte, pues hay quien tiene afectado incluso el pulmón».

El diagnóstico puso fin a las dudas de Sonia Blanco, pero abrió la puerta a otro tipo de incertidumbres: «No es un cáncer que te puede matar, pero tienes que aprender a vivir con la enfermedad para siempre, porque no tiene cura». Y las salidas que se plantean para tratar de mitigar el dolor son pocas: «Valoraron operarme y extraer el útero y los ovarios, pero las células iban a quedar igualmente en el cuerpo. Yo solo quería que me quitaran el dolor, porque estaba desesperada». Trataron de conseguirlo con un tratamiento de eliminación de la menstruación, pero a los cólicos persistentes se fueron sumando otros efectos derivados de la medicación, como insomnio, desgaste de huesos y cansancio crónico.

 

Intento de ser madre

Hace cuatro años, Sonia Blanco todavía tuvo valor para tratar de hacer realidad su sueño de ser madre, recurriendo a una clínica privada: «Fui sometida a tres fecundaciones in vitro, pero todas negativas». Y todo ese tiempo tomó un tratamiento hormonal que, con cada regla, la dejaba postrada en la cama de un hospital para recibir calmantes por vena. Acabó renunciando a tener familia y trató de recuperar una vida normal que nunca llega: «Puedo sufrir cólicos de los que encartan a las tres de la tarde o a las cuatro de la mañana, por lo que me veo incapaz de hacer planes. Llevo 25 años con calmantes y sufriendo, sin tener una vida normal».

La irrupción del covid contribuyó a empeorar el estado de esta boirense, propietaria del parque de juegos La Jungla, que padece una ansiedad derivada de los problemas surgidos por el largo cierre de su negocio: «Era lo que me faltaba, porque de tantas medicinas que llevo tomando a lo largo de mi vida ya hay muchas, como los antibióticos, que mi estómago no admite».

Sonia Blanco está convencida de que parte de los problemas que padece son fruto de lo tarde que llegó su diagnóstico: «Creo que la endometriosis siempre fue un tema tabú por tratarse de una enfermedad asociada a la regla. Estoy segura de que si hace años la gente hablara de ella, en mi caso no habría llegado al grado cuatro». También considera que si se le dedicaran los recursos necesarios, las mujeres que la padecen no sufrirían tanto, puesto que habría tratamientos para, por lo menos, mitigar las consecuencias.

Ella quiere, con su testimonio, ser una gota de la ola reivindicativa que está empezando a coger forma, al tiempo que busca servir de ayuda a aquellas mujeres que ven normal tener tormentosas menstruaciones.