Un cantero que salta de Caamaño al Reina Sofía

María Xosé Blanco Giráldez
M. X. Blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

Avalado por tres décadas de trayectoria, Juan Cabeza exhibe una escultura sobre el Prestige en el prestigioso museo

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El Reina Sofía, un prestigioso museo madrileño dedicado al arte contemporáneo, inauguraba hace unos meses una gran exposición de 15.000 metros cuadrados y dos mil obras, todas ellas realizadas entre los años 80 y la etapa actual. Feminismo, desahucios, 15M, Expo 92 y Prestige son algunos de los temas que abarca una muestra que tiene representación barbanzana. Desde su taller de Caamaño, el cantero Juan Cabeza Quiles (Pontecesures, 1957) dio el salto a la sala de la capital con su Apóstol del chapapote, una réplica en pequeño de la escultura que tiene en el paseo marítimo de Porto do Son, en homenaje a los voluntarios que limpiaron el fuel de las costas gallegas.

Detrás de esta pieza y de su autor hay nada menos que tres décadas de intensa trayectoria en una profesión en la que Juan Cabeza irrumpió por casualidad: «Un día vi a un cantero picando piedra y me gustó. Después leí un reportaje en prensa sobre la Escola de Canteiros de Poio y allí me fui». Tras formarse en este centro durante tres años y emprender después la doble carrera de maestro y escultor en Mondoñedo, recaló en la localidad de Caamaño con el propósito de ser maestro en una escuela taller de Noia. Reconoce que, como los planes se truncaron, tuvo que improvisar y decidió montar su propio negocio en un rincón de Galicia que le atraía especialmente.

Pasión por los cruceiros

Desde entonces, las rocas son su gran pasión: «La piedra engancha. Los años van restando fuerzas, pero siempre se puede, un oficio es un tesoro». Aunque moldea bloques rocosos hasta convertirlos en obras de arte, tiene claro que la tarea que desempeña es un trabajo y debe ser por lo tanto remunerado: «Llevó más de 30 años trabajando por encargo, siempre intentando conseguir el máximo resultado adaptándome al presupuesto, claro».

Entre las últimas piezas elaboradas resalta un escudo heráldico para el castillo de la Chatonnière, en Francia, pero echando la vista a toda su carrera se queda con todos los trabajos que hizo en relación con el mundo de los cruceiros. Moldeó de cero algunos, restauró varios y ahora está inmerso en la confección de maquetas a escala: «Ahora estoy con una copia del cruceiro de Fondo de Vila de Padrón, obra de un escultor de A Pobra do Deán».

Menciona, como un trabajo que le resultó «muy gratificante», la recuperación, a partir de escasos restos, del cruceiro que dividía los antiguos concellos de O Caramiñal y Santiago do Deán. Y añade, en este mismo ámbito, un reto a cumplir: «Todavía no restauré ninguno de capeliña y tengo gran interés, puedo intentar demostrar que este tipo de piezas son anteriores al resto y exclusivas de Barbanza. De lo que no tengo duda es de que Barbanza es la zona cero de los cruceiros y A Pobra, un lugar muy destacado dentro de ella».

Es precisamente este mundo de los cruceiros que tanto le apasiona, el que esconde uno de los grandes proyectos en los que está trabajando Juan Cabeza y que consiste en ponerle el punto y final a un libro sobre este tipo de elementos patrimoniales: «Si ve la luz va a mover los cimientos de lo que se dijo hasta ahora».

Dos homenajes

Más allá de esa línea de trabajo altruista de investigación de los cruceiros, el cantero de Caamaño se muestra contrario a realizar obras de arte gratuitas: «Los artistas tienen hijos y a los hijos les crecen los pies». Pero hubo dos hechos históricos que le tocaron especialmente la fibra sensible y que hicieron que esas claras convicciones se tambalearan. El primero fue el desastre provocado por el Prestige y la marea solidaria que desencadenó: «La afluencia de voluntarios dispuestos a pelear contra el chapapote provocó en mí el deseo de invitarlos a todos, como mínimo a una cerveza. Ante la imposibilidad de hacerlo, maquiné un homenaje de piedra». Tras ver al entonces presidente de la Xunta apelando a la ayuda del Apóstol Santiago para luchar contra la marea negra, creó su Apóstol del chapapote.

Luego llegó la pandemia y Juan Cabeza volvió a sucumbir a sus principios. Creó, para el hospital de Barbanza, una copia de la estela vadiniense, grabando sobre ellas los nombres de los primeros sanitarios que fallecieron por covid en el mundo.