Los burros de mi madre

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

OSCAR CORRAL

26 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Creo que mi madre siempre ha considerado de mal gusto presumir de hijos. Lo entiendo conmigo, pero de mi hermana bien que podría haberlo hecho, y tampoco. Recuerdo conversaciones de ella con conocidas que le contaban que sus hijos eran maravillosos; nosotros, no, nosotros éramos asilvestrados, dormilones y desordenados. Tardé mucho en comprenderlo.

Yo creía en la fábula del burro: un señor desesperado se encuentra con un amigo radiante que le dice: «tienes mala cara». «Sí, macho, tengo mucho trabajo, los niños no paran de enredar… ¿cómo haces tú para tener tan buen aspecto?» «¿Yo? Yo tengo un burro que lo hace todo: me adelanta trabajo, me cuida a los niños, me limpia el coche….». «Qué maravilla, te compro el burro por tres mil». «No, que ese burro me ayuda mucho». «Por diez mil, ¡por favor!» «De acuerdo, pero solo porque eres amigo». Al mes se reencuentran y el señor comenta «sigo mal, o peor. El burro solo come y caga, no vale para nada». A lo que el amigo responde: «¡Anda que así vas a vender el burro!».

Mi madre no vendía bien a los burros, y hacía muy bien, porque este burro que escribe tiene una desproporcionada tendencia a creerse caballo y, al final, nadie da más coces que la vida. Sin embargo, mamá, no he aprendido nada y yo sí quiero presumir de ti, porque estoy muy orgulloso de cuánto te estás volcando con causas solidarias en esta nueva etapa, te lo digo poco aunque siempre lo esté pensando. Eres como la abuela, las almas grandes cuidan de las cosas pequeñas. Todo está bien, en las tardes lentas de Ribeira siento tu sangre en mis venas.