![El torero Sánchez Mejías en 1950](https://img.lavdg.com/sc/G9Ll2L44RCoIc4iQbp9g-cF4p2w=/480x/2023/08/21/00121692635101893127119/Foto/H14D3000.jpg)
La plaza estaba abarrotada, tanto las gradas de los tendidos de sol como los de sombra. Cuando el astado salió del toril, la señora María estaba entusiasmaba pensando en lo que iba a ver. Muchos sostenían en sus manos un librito para entender el arte del toreo. Todo empezó con el paseíllo y el toque de clarín pronto anunció el primer tercio para aquel toro llamado Barroso, el tercio de varas, donde el picador salió montado en el caballo, protegido este con un faldón y con los ojos tapados, y al terminar la faena todos pudieron ver luego al torero realizar muchos lances y pases con el capote y con la muleta. Allí se vieron verónicas, pases de pecho, naturales, etc. Era todo como una danza, donde un torero, vestido de luces y un animal se desafiaban mutuamente.
En el tercio de banderillas, los subalternos colocaron tres hermosos pares y ya cuando, al fin, llegó el último tercio, la tensión era máxima, era la suerte de matar. La faena fue impecable. El toro muerto dio una vuelta al ruedo arrastrado por los caballos y la gente enfervorizada agitaba los pañuelos blancos pidiendo a las autoridades la concesión de dos orejas y la vuelta al ruedo. La gente arrojaba objetos a modo de trofeos al torero, mientras este saludaba con la montera en su mano.
La música de aquel pasodoble aún animaba más a la gente. Otro momento supremo de la lidia fue cuando la gente pidió el indulto para aquel otro magnífico toro llamado Jabonero, que lucía espléndido cuando fue conducido a los medios.
Aquellas corridas virtuales eran estupendas. Los toros y los caballos eran unos magníficos robots, aunque la señora María recordó otros tiempos con toros salvajes, donde el sufrimiento y la sangre eran reales, pero la sensibilidad sobre el maltrato animal había propiciado que las corridas se aboliesen, ahora todo era virtual.
La tarde de toros se completaba con una visita al museo donde se exhibían obras de arte, tanto de la pintura como de la literatura relacionadas con el toreo, haciendo un exhaustivo recorrido histórico, desde las escenas de tauromaquia del arte griego, el toro de Creta, el minotauro, los famosos toros de Guisando, las pinturas de Goya, y finalmente remataban con un paseo por una dehesa para ver algunos toros en libertad, pastando en los prados, siempre bajo la atenta mirada del mayoral.
La señora María sintió que le faltaba algo, la tensión de otros tiempos.