De los viejos verbos

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

Facturas de electricidad.
Facturas de electricidad. CESAR TOIMIL

Un miércoles dejé de tener mi vida. Ahora pertenece a otros. Un 20 % al banco por la hipoteca, otro 5 % por la del coche...

23 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

De los viejos verbos, tener es el más peligroso. Antes, mucho antes que hoy, cuando era valiente porque la vida no apretaba, me dedicaba a escribir. Tenía tiempo. No recuerdo en qué año, pero sí que fue un miércoles. Un miércoles dejé de tener mi vida. Ahora pertenece a otros. Un 20 % al banco por la hipoteca, otro 5 % por la del coche. Íbamos muy quemados y usamos una cuota para irnos de vacaciones. Y, claro, la tele grande era una inversión… Otro 5 % para la moto. Otro 20 % es del psiquiatra, me da unas pastillas para volver a ser yo. ¿Qué yo?

Llené mi vida de objetos que prometían felicidad. Tuve un iPhone. Tuve un smartwatch. Tuve Gucci. Tuve Starbucks. Cada objeto nuevo es un intruso con brillo hueco, intrusos que me echan poco a poco de mi propio hogar. Consumo para tener y soy consumido. No tengo espacio, me he convertido en un escaparate recargado. Solo tengo tiempo para tener más cosas.

Ya no escribo. Ya no leo. No soy, no estoy. Solo tengo tiempo para tener. Compro mientras los objetos que poseo me expulsan de mi vieja vida. Sé qué tengo, no sé quién soy. La existencia era ligera, ¿cuándo comenzó a pesar tanto? Las cosas pesan. Pesan en los armarios, en los cajones, en la cabeza, en las tardes. Y yo, el español medio, estoy debajo de toda esa gravedad jupiterina, aplastado. Quizá siempre lo estuve. Ni escribo, ni leo, ni soy, ni sueño. Solo pago. Nacido para pagar facturas. Pago, luego tengo, luego me falta.

Y también tengo la sensación de que esto nunca fue lo mío. Ni el tiempo, ni la vida, ni siquiera yo.