![](https://img.lavdg.com/sc/WKqcaOlgZGyKnPWmuG6yNdpwFWQ=/480x/2025/02/02/00121738528201526491115/Foto/j_20241111_170754000.jpg)
Trump denuncia la falta de respeto del planeta a su país como el principal problema de Estados Unidos: «Seremos la envidia de todas las naciones». Es la visión de un tirano que, tras escuchar a la obispa episcopaliana solicitar misericordia con los extranjeros, solo supo responder que le había faltado al respeto. Trump considera que los emigrantes son una basura que hay que limpiar de las calles. Es un ejemplo de tardo colonialismo rancio: el hombre blanco anglosajón y protestante que nació para gobernar el mundo. Oponerse implica convertirse en enemigo y pagar las consecuencias.
Sus votantes quieren votar a un partido fascista porque son fascistas. Se sienten humillados y viven su poder como antídoto contra la vergüenza al ver prosperar a emigrantes, se refugian en el odio al otro.
Cuando amenaza con conquistar territorios, con desplegar el ejército en la frontera con orden de disparar a matar o decide que atacará al narcotráfico con sus tropas en los países donde se cultiva la droga, está anunciando que no acepta ningún límite a su poder. ¿Por qué EE.UU. es el país donde más droga se consume? ¿Acaso se debe a las gigantescas diferencias sociales y a la falta de políticas de solidaridad?
Miles de venezolanos y peruanos se echaron a la calle en Madrid para celebrar su victoria, ¿están de acuerdo con ser expulsados de España como está ocurriendo con miles en Estados Unidos, atados de pies y manos como esclavos? Trump ha declarado el inicio de hostilidades, o hostialidades, como diría Caneda, presidente del Compos, a la civilización occidental. No conviene callar ni escurrir el bulto.