Filosofía del suelo

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

ALBERTO LÓPEZ

Nos debatimos entre el encanto del parqué y la modernidad de la cerámica, la dicotomía del millennial

06 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En la lucha constante entre el devenir y la nada, mi mujer, mi hija y yo iniciamos la odisea de construir nuestro propio hogar. Un santuario donde el espíritu se afirme. Compramos un piso y comenzamos a reformarlo. Tirar todo para nacer de nuevo. Y ahora, en su estado casi primigenio de cemento y cal, sus paredes reclaman la voluntad de transformarse. Estamos con el suelo, la base ineludible donde se escribe el primer verso de nuestra revolución personal.

Sin un buen suelo toda historia resbala. Nuestra pequeña refina el arte de gatear mientras mi mujer y yo nos debatimos entre el encanto del parqué y la modernidad de la cerámica, la dicotomía del millennial. Ahora mismo, el suelo es el centro de la obra. Testigo silencioso de nuestras caídas, pero también raíz de los saltos de alegría que están por venir.

Hay que tener los pies en el suelo, dicen. Se hace camino al caer. Una familia, su hipoteca, su sacrificio, sus noches sin dormir, sus anhelos y su suelo. Un suelo para juntarlos a todos como el anillo de Sauron. El cemento es áspero y nuestros sueños frágiles. Es duro, es difícil pero, a la vez, en el sencillo acto de elegir un revestimiento se esconde la promesa de un mañana que, a pesar de sus imperfecciones, está lleno de posibilidades.

Con el pulso de Ribeira bajo nuestros pies, mi mujer, mi hija y yo esculpimos un renacer. Aquí, en un cruce entre lo que fue y lo que venga, pero con vistas al mar, el suelo se transforma en cimiento, en el verso contundente que proclama: este es el inicio de nuestro imperio de vida, este es nuestro hogar.