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22 jun 2025 . Actualizado a las 20:59 h.Os 100 do Barbanza reúne a participantes de todo tipo, desde corredores de trail curtidos en mil carreras a personas que se enfrentan por primera vez a un trazado de cien kilómetros. Los perfiles son tan variados como las historias de superación que hay detrás de cada una de los 300 participantes que tomaron la salida el sábado en A Pobra, pero hay algo que todos ellos tienen en común: «Todos tenemos un grado de locura, pero ¡bendita locura!».
La pasión por el deporte y el afán de superación son otras de las características comunes de todos los participantes, pero la locura a la que se refería Loli, que a sus 67 años no se pierde nunca la cita barbanzana, se cuela en las conversaciones de todos, desde los recién estrenados en la prueba de trekking más extrema a los más veteranos: «Calquera que vexa o que sufrimos hoxe pensará que estamos tolos», contaba José do Pazo, otro de los habituales a sus 79 años. Esta vez no le acompañó su inseparable Amalia, pero él no falló a la cita y completó los cien kilómetros después de más de 21 horas. Y no tiene intención de dejar de caminar a pesar del sufrimiento: «A miña relixión é o deporte. Todos deberiamos dedicarlle como mínimo unha hora ao día, porque a nosa mente vai agradecer que teñamos o corpo san. O premio a ese esforzo vaicho dar a vida, seguro».

Hablaba también Xosé de que Os 100 do Barbanza ponen a prueba la resistencia mental, y no era el único. Con tantos kilómetros en las piernas, la lucha es de cada uno consigo mismo y de su cabeza con su cuerpo, como contaba Marcos, lucense que participó por sexta vez y que entrena a diario para prepararse para pruebas como esta. Mientras reponía fuerzas reconocía que en una distancia tan larga hay muchos momentos de flaqueza: «Hai que buscar unha harmonía entre o corpo e a cabeza, a mente pode xogarche malas pasadas, veste abaixo e aínda que o corpo vaia ben a cabeza quere parar. Hai que mentirlle para que che faga caso e seguir».
Esa mentalidad llevó hasta la meta a Miguel Mayán, noiés que se estrenaba en Os 100 do Barbanza. Hasta ahora, la distancia máxima que había recorrido era de 30 kilómetros, así que al cruzar la meta estaba tan exultante como cansado: «Estou moi contento por acabar, pero agora o que me apetece é deitarme», contaba exhausto mientras explicaba que para él lo más duro fueron las bajadas y que la posibilidad de abandonar cruzó por su mente en algún momento: «Pénsalo, claro, pero xa pasara o quilómetro 50, pensas que cada vez queda menos e segues adiante. E nos avituallamentos había amigos e coñecidos que viñan a animar e iso axuda moito».
En la meta también esperaban muchos familiares, como los de la rianxeira María Jesús: «É moi duro, pero moi gratificante, coñeces a moita xente no camiño e iso tamén é moi enriquecedor. É unha experiencia única».
En pareja
La mayoría emprenden la aventura en solitario y hacen compañeros por el camino, pero también hay quien afronta el reto en pareja, como Pablo y Lidia. Llaman la atención porque después de cien kilómetros de dura caminata, con 3.000 metros de desnivel y un terreno pedregoso, les quedan fuerzas para bailar. Bailan entre las ovaciones que reciben los que acaban de cruzar la meta.

Él es sordo, lo que añade todavía más mérito a la hazaña: «Soy la primera persona sorda, al menos en Galicia, que hace 100 kilómetros y la experiencia ha sido maravillosa. Con altibajos, como la vida misma. La primera parte fue muy bien, muy bonita, pero la noche es muy larga y con el amanecer empezó a hacer calor y fue complicado». Con todo, él su mujer se compenetraron a la perfección y acabaron la carrera. Lo que no sabe es si repetirá: «De primeras lo que me sale es decir que no vuelvo más, pero luego veremos si nos pica el gusanillo».
Aunque en una prueba así no hay ganadores, el primero en cruzar la meta fue, por segundo año consecutivo, Eduardo Fabeiro, en tan solo 10 horas y 14 minutos, instaurando un nuevo récord.