El boirense que atravesó el sur de Europa en bici: «Morí de pena, hay mucha pobreza»

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. Blanco RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

cedida

Arturo Piñeiro cubrió en 28 días los casi 4.400 kilómetros que separan Atenas de la plaza del Obradoiro

18 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La bicicleta y el Camino son sus pasiones y Arturo Piñeiro (Boiro, 1970) volvió a aunarlas en un nuevo reto: cubrir los casi 4.400 kilómetros que separan Atenas de la plaza del Obradoiro a través de un trazado por el sur de Europa. Durante los 28 días que estuvo pedaleando pasó buenos y malos momentos, incluso malísimos, pero hace un balance positivo de la aventura, la de mayor envergadura de todas las emprendidas hasta la fecha. Tanto, que ya está pensando en la siguiente.

Hace un par de años, el boirense afrontó un reto parecido por el norte de Europa, completando con éxito la distancia, casi cuatro mil kilómetros, desde Oslo hasta Santiago. Por eso en esta ocasión eligió bordear el mar Mediterráneo. Como un buen peregrino, se alejó de las zonas turísticas, evitó reservar alojamiento con antelación y se conformó con comer lo que había en unas alforjas que aprovisionaba de vez en cuando en algún supermercado: «Non fixen uso de ningún restaurante».

Para el punto de partida, la ciudad de Atenas, solo tiene un calificativo: «Impresionante». Radicalmente opuesto al que emplea para referirse a los escenarios que se encontró justo a continuación, a su paso por el interior de Grecia y Albania: «Morí de pena, hay mucha pobreza. Viven como en la España de hace 60 años y no saben lo que es una bicicleta o una tarjeta de crédito». En la costa de Montenegro volvió a ver la luz, que se apagó a su llegada a Bosnia: «El trato en la frontera no fue bueno y después no quise adentrarme mucho porque sentí cierto miedo».

Optó por recorrer la costa de Croacia y acertó: «Es muy bonita y tiene unos acantilados preciosos». Y siguió maravillándose con Venecia, Génova, Mónaco, Niza... «En pocos kilómetros pasé de ver una pobreza extrema a estar ante una riqueza ya exagerada», recuerda. Cuando, en Jaca, pisó territorio español no se lo podía creer: «Después de 21 días, fue el primer contacto que tuve nuevamente con gente, porque yo no hablo inglés ni francés, así que hasta ese momento me entendía prácticamente por señas».

Alivio tras la tensión

Y se sintió nuevamente seguro: «En algunos de los países por los que pasé no hay ni normas para proteger a los ciclistas y me daba la impresión de que si me llegaba a tirar un coche me quedaría allí para siempre». Por eso, estar de nuevo en España fue un alivio para Arturo Piñeiro: «Subir el Somport fue el mejor momento de todo el recorrido».

Atrás quedaba el trago más amargo, que el boirense pasó en tierras francesas. Durante todo el viaje siguió el mismo esquema, aprovechando la parada del mediodía para hacer una reserva para pasar la noche: «No lo hacía antes porque es difícil calcular el tiempo que te va a llevar cubrir una distancia, todo depende del desnivel, de las fuerzas...». Aquel día confirmó, vía internet, un albergue, pero cuando llegó al edificio, estaba cerrado a cal y canto. Cerca encontró un cámping y acabó durmiendo en la zona de las duchas, sobre unos cartones: «Pasé miedo, pensando que podía venir cualquier gamberro darme un golpe y llevarse la bici y las alforjas».

Pero Arturo Piñeiro olvidó ese y otros malos momentos en cuanto vio la catedral de Santiago: «Un reto de este tipo supone un sacrificio enorme y cuando alcanzas la meta, la satisfacción que sientes es tan grande que hace que ya te entren ganas de repetir». Además, asegura que en ningún momento sintió el deseo de abandonar.

En su cabeza tiene claro el próximo reto a afrontar e incluso se lo trasladó a los responsables del Ayuntamiento de Boiro a su llegada a la plaza de Galicia, el pasado sábado. En cuanto termine la guerra de Ucrania, quiere cubrir la distancia entre Kiev y Santiago: «Es la ruta que me falta por hacer, atravesar Europa por el centro». Y si el conflicto bélico se alarga, tratará de conseguir un pase, con la ayuda del Concello, para partir de Moscú.

Aunque los retos que afronta Arturo Piñeiro son distancias considerables e incluyen tramos que discurren por territorios inseguros, él no tiene miedo: «Hay que tener respeto y cuidado en la carretera, sobre todo en aquellos lugares en los que no entienden lo que es una bici».