La intensa lluvia hizo mella en la asistencia a la cita zasense
04 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Hubo en la Carballeira de Zas música de la buena, pero también una previsión del tiempo que auguraba lluvia y que dejó a muchos aficionados en sus casas. Hubo agua, sí, y mucha, pero los asistentes mantuvieron el espíritu de esta cita anual con lo mejor del folk.
Budiño fue segundo en los conciertos nocturnos. Estuvo acompañado por Isaac Palacín, batería de Berrogüetto, y por Fernando Barroso, con el bouzouki y que hizo doblete, pero a la guitarra, con Riobó. También Xabi Díaz, aunque lo cierto es que algunos echaron de menos otros músicos. Los entendidos comentaban que parte de la música estaba pregrabada. Lo que más se criticó fue que, precisamente en Zas, sonaran enlatadas unas pandereteiras.
A pesar de eso, Budiño se metió al público en el bolsillo, en parte porque recurrió a temas de su primer disco. Por entonces estuvo en la Carballeira y en los bises recurrió a la Muiñeira da Fonte de Pedra, que ya tocó en ese mismo escenario 16 años atrás.
El gaiteiro dio paso a John Whelan que en 1995 gritó aquel lume¡ que quedó como emblema de la fiesta. Ayer lo repitió, ya bien entrada la madrugada, pero con menos fuerza. A pesar se eso puso toda la carne en el asador y dejó entre la humedad de la Carballeira los ritmos de Irlanda. Estuvo algo afónico, pero compensó la falta con mucho ánimo y con la voz dulce de la cantante que lo acompañaba y que interpretó una decena de temas. En la percusión les completó Patxi, de Luar na Lubre. Además subió al escenario Andrés Penabad que acaba de sacar el disco Crossing y del que algunos dicen que es el Jimmy Hendrix del acordeón gallego. Contaban por la Carballeira que ambos se conocieron el jueves en la taberna de Bieito Romero. Sobre el escenario no parecía que la relación fuese tan reciente. Ambos compartieron un tema gallego. A pesar de que a John Whelan se le notan los años, lo cierto es que no defraudó en absoluto.
Le siguió la música de pub irlandés de Kalum Heinkk. Buenos, jóvenes, pero demasiado pocos. Los dúos están muy limitados y las anteriores presencias masivas de músicos colaboradores hicieron que su actuación quedara un poco solitaria y desangelada. Aún así, se portaron como merece la cita zasense.
Riobó remató la faena con maestría. Tuvieron la ventaja de que ya había dejado de llover, pero hacía mucho que había comenzado la madrugada y a pesar de que la humedad calaba los huesos, o quizá por eso, lograron que el público arrancara a bailar cuando casi salía el sol. Begoña, la violinista, con su ritmo contagioso fue una de las principales hacedoras de animación de última hora. A una parte del público le quedaron ganas de más y lo cierto es que a las ocho de la mañana algunos seguían la foliada.
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