«Deberíamos hacernos la prueba del VIH al menos una vez en la vida»

Santiago Garrido Rial
s. g. rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

BASILIO BELLO

Ana Isabel Mariño trabaja en el hospital Arquitecto Marcide de Ferrol, está especializada en enfermedades infecciosas

01 dic 2023 . Actualizado a las 19:56 h.

Ana Isabel Mariño Callejo (59 años) es especialista en medicina interna, sobre todo en enfermedades infecciosas, y particularmente en sida. Estudió la carrera en Santiago, hizo el MIR en A Coruña, pasó por el Hospital da Costa, en Burela, y desde 1991 está en el Arquitecto Marcide de Ferrol. Trabaja en la unidad de enfermedades infecciosas del servicio de medicina interna del hospital, donde tratan, entre otros muchos, infecciones, enfermedades víricas, tuberculosis...

Mariño tiene numerosas publicaciones científicas, y ganó uno de los premios Best in Class que reconocen la calidad de atención al paciente, que concede Gaceta Médica en colaboración con la cátedra de innovación y gestión sanitaria de la Universidad Rey Juan Carlos, que premian anualmente la excelencia y calidad de los centros sanitarios españoles. Forma parte de la junta directiva nacional de GeSIDA.

-Su padre era médico. ¿Le viene de ahí la vocación?

-Alguien tenía que coger el relevo. La profesión me gustó más después, y la verdad es que ahora no haría otra cosa. Al estudiar Medicina no es que fuese lo que más me entusiasmaba, pero después todo cambió.

-Es especialista en medicina interna. ¿Cómo se puede definir?

-Es la más cercana a la gente. La más completa. Todo se ve desde una perspectiva global. Y es la más humanizada. Digamos que hay menos técnica y más que pensar. Para hacerla bien hay que estar mucho en contacto con las personas.

-¿Cuándo tratan a los pacientes?

-Cuando se dan determinados síntomas y hay que evaluar en conjunto para saber qué pasa. Un internista hila lo que pasa en el cuerpo, y que parece que no puede tener relación. Tenemos una visión global.

-Sin embargo, no es de las más conocidas.

-Bueno, es una especialidad que ahora no tiene tanto caché. No se inventan grandes técnicas, no se salvan vidas con un montón de recursos... Somos los más humildes, pero muy necesarios, y los más eficientes. Atendemos la mayoría de los casos, y con pocas necesidades de recursos: un libro, un fonendo, hablar con la gente, tocar, pensar. Somos diagnosticadores, y dependiendo del diagnóstico, tratamos o no. Sabemos un poco de todo, y somos capaces de globalizar. El cuerpo es un todo, interrelacionado. Vemos dónde empieza el problema y hasta dónde llega. Si no hubiera internistas, no existirían el resto de las especialidades. Vemos el puzle completo.

-Usted se especializó sobre todo en sida. ¿Cómo empezó?

-Nadie sabía lo que era. De repente veías a gente con muchas infecciones, que se iban muriendo, no se sabía qué pasaba. Y cuando pasa algo desconocido, sin explicación, o te escapas, o te metes a fondo. Yo me metía fondo. No se veía la causa que justificase aquello, y me metí de lleno. Un montón de colegas de todo el mundo empezamos a investigar. Estuvimos sin poder hacer nada para pararlo mucho años, solo las consecuencias del virus. Vi morir a mucha gente. Luchábamos a todas horas.

-¿Y como está ahora?

-Controlado, con el tratamiento que es debido. Es una enfermedad crónica, de momento sin cura, pero controlada. La supervivencia es casi la misma que la de cualquier otra persona. Antes, la gente que tenía sida, se moría. Ahora, no. Es una enfermedad crónica controlada. Los tratamientos de verdad empezaron en 1996, una fecha que no olvido. Lo más importante es que se diagnostique pronto.

-También hubo que luchar contra la estigmatización. Y se fue logrando.

-Al principio, sobre todo, pero aún queda algo. Y eso que es una infección ligada a la vida. Las campañas fueron muy intensas y eficientes. La casuística casi ha desaparecido entre toxicómanos. Pero se siguen produciendo contagios, aunque menos. Y, con gente tratada, la capacidad de contagio es bajísima. Tratar de diagnosticar cuanto antes es fundamental. Todos deberíamos hacernos la prueba del VIH al menos una vez en la vida, sin darle vueltas, sin pensar esto o lo otro. En las embarazadas se hace, por eso los bebés no se contagian nunca. Hay que diagnosticar lo más rápidamente posible, para tener tratamiento cuanto antes. Y no hay que confundir la infección por el VIH, el virus de inmunodeficiencia humana, con el sida, que es el estadio más avanzado de la infección.

«En Carballo están mis primeros amigos y mis primeros amores»

Ana Isabel Mariño es Anabel «para los de Carballo; solo me llaman Anabel aquí». Es una de las hijas (la mayor) del doctor Eduardo Mariño Iglesias, fallecido el 10 de febrero de 1999. Su infancia transcurrió en la localidad hasta los 9 años, cuando se fue a estudiar a Santiago, donde vivían sus abuelos, así que el tiempo que pasaba en Carballo era de vacaciones o fines de semana. Fueron muchos años y trayectos en Autos Carballo, «aquellos viajes tan largos». Aun así, la capital de Bergantiños es capital en su vida: «Es el sitio donde nací, donde di los primeros pasos. Mis primeros amigos, mis primeros amores están aquí», explica. Recuerda los días «tan fríos», cuando iba al colegio. Días que, en su conjunto, «se disfrutaban».

Su padre tenía una consulta, que casi era un ambulatorio comarcal, y que recuerdan varias generaciones de carballeses. «Todos los de la familia trabajábamos, y le ayudábamos. Uno abría, otro cortaba las gasas... Cada uno tenía una función. El de la puerta era el que más propinas recibía, y hacíamos un fondo».

Hay un recuerdo imborrable: «Lo llevaré por siempre: el olor a chocolate». Vivían encima de Chocolates Mariño, y cuando la fábrica estaba activa, lo impregnaba todo de aquel maravilloso aroma. Y hasta hoy.