Manos arriba... ¡la tradición estalla en San Fins do Castro!
CABANA DE BERGANTIÑOS




























































El Berro Seco y el Santo da Pólvora protagonizan esta icónica romería de Cabana de Bergantiños: así fue este 1 de agosto
01 ago 2025 . Actualizado a las 23:56 h.Jóvenes y mayores se reúnen cada 1 de agosto en una hermosa carballeira de Cabana de Bergantiños, y por un único motivo: la fiesta de San Fins do Castro. La icónica romería, celebrada este viernes, está caracterizada por una misa al aire libre, una procesión, el Berro Seco y el Santo da Pólvora, además de las meriendas de familias y amigos. Ya han pasado unos cuantos años desde la última vez que el vino tinto, como arma arrojadiza, hizo acto de presencia en esta celebración de la parroquia de Cesullas, cediendo así el papel de estrella al resto de actos que conforman lo que se podría calificar de «ritual», esto es, los puramente tradicionales.
Con el contexto de un bello paraje, todo comenzó ayer en San Fins con los oficios frente a la ermita. La música de los grupos O Son do Castro, la coral de Cesullas y la Banda Eduardo Pondal, verdaderos clásicos, acompañó un acto repleto de caras jóvenes, que más allá de aburrirse, atendían a la ceremonia con la misma ilusión con la que un niño abre un sobre de cromos.

Tras la eucaristía, se inició una procesión que daría la vuelta a todo el bosque durante aproximadamente unos veinte minutos. Faltaban otros tantos para las tres de la tarde cuando la expectación se dirigió al Berro Seco, sobre el palco de la orquesta. El sacerdote, Liller Alexander Carrillo, como si de Melendi en un concierto se tratara, animó a la gente, micrófono en mano, a levantarse y agacharse hasta en tres ocasiones. Miles de personas siguieron las instrucciones del párroco, poniéndose en pie y exclamando «¡oooouuuu!» con los brazos en alto. Es una ceremonia instituida en su día por el cura folklorista Saturnino Cuíñas.

La guinda del pastel, al menos durante la jornada matutina, fue el Santo da Pólvora, acto en el que se quema una figura tradicional, elaborada artesanalmente, mientras da vueltas, al tiempo que crecen los ánimos de los presentes. Para después quedarían las meriendas. El día, al menos para el que estuviera allí por primera vez, parecía ser un completo éxito, aunque Alexander Méndez o José Eirís, de la Banda de Ponteceso, tenían en mente afluencias de otros años, en gran medida ligadas a la batalla de vino. Con o sin él, lo cierto es que el agradable ambiente invitaba a quedarse.