Lo hemos tomado en serio

Desire Kouakou [párroco]

CEE

30 abr 2023 . Actualizado a las 11:19 h.

L o primero que me viene a la cabeza cuando hablamos del Año Jubilar es dar las gracias. ¿Por qué digo esto? Porque la vida es eso, saber agradecer. Porque creo que cuando falta esta acción de gracias, falta todo. Hay que estar agradecidos a Dios por la vida, porque si estamos haciendo el Año Jubilar es porque estamos vivos. Todos esos hombres y esas mujeres del pueblo y los sacerdotes que pasaron por aquí mantuvieron firme todo esto.

Nos han dejado lo que tenemos y lo hemos tomado en serio. Seguimos la herencia, queremos que siga fructificando, que la gente conozca esta advocación de la Virgen María.

Me quería apoyar en un escritor, antropólogo y pensador francés Georges Bataille, que dice: «Descubro asombrado que el hombre es en sí una súplica sin respuesta». Es decir, que la verdad del hombre no está al lado de una simple eficacia. Hemos hecho el Año Jubilar y no podemos pensar «qué buenos somos». La persona humana es más que eficacia. Los seres humanos somos un misterio. Durante este período hemos hecho por entrar en este misterio y por descubrirnos, porque aunque no lo sepamos, seamos creyentes o no, estamos sometidos a una atracción de lo divino. A través de este año, tenemos que relacionar el cielo y la tierra como una petición. Vivimos en un mundo donde vemos los problemas y buscamos soluciones. Todo entra en la lógica, la técnica, la tecnografía. El trabajo es excavar para reconocer que esta vida la tenemos y hay que protegerla. Pero al mismo tiempo, la vida está hecha para arriesgar. Es un bello riesgo.

No es solo una romería, sino un momento en el que queremos orientarnos, dejarnos atrapar, buscar el sentido de la existencia, el misterio de la vida. Ahora no nos planteamos temas. Hay que volver a las preguntas fundamentales del hombre, a la reflexión. Hay que descubrir esta verdad.

En este mundo, al buscar la gran verdad nos encontramos con el abismo. Hay algo más grande aún que ir a trabajar y morir. Es lo que hacen los peregrinos. Algunos no son cristianos. Vienen andando, en silencio, y algo surge en sus corazones. Cuando llegan al santuario, mirando a la Junquera, a lo mejor encuentran un esbozo de respuesta a su pregunta.