Por primera vez desde que participo en el Correndo pola Costa jugaba en «casa», por mucho que los corcubioneses reneguemos a llamar así a Cee y viceversa. Qué gran sensación la de conocer que viene tras la siguiente curva. Y más cuando has podido practicar sobre el propio recorrido unos días antes. Se daban todos los ingredientes para hacer la mejor marca, el mejor puesto. Y no fue hasta la llegada a meta que caí en una obviedad tan grande como desapercibida hasta entonces: el circuito es más rápido para mí, pero también para cada uno de los competidores. Tras salir lanzado y verme al lado de Pablo Mira y no muy por detrás de Dimas Búa entró el vértigo y ahí tocó resistir. El tramo desde el muelle de Brens al hospital fue un quiero y no puedo para alcanzar a los de adelante, pero lo mismo le sucedía a los de atrás. Otra vez solo y otra vez en el limbo. Menos mal que esta vez no tocó un esfuerzo extra en la meta, porque el calor primero y el viento después ya habían hecho mella. No obstante, los ánimos de voces conocidas son balsámicos para los músculos. Y también para la cabeza.