Danielle Mosimann, peregrina inglesa residente en Alemania, portó el recuerdo de más de 100 víctimas hasta el fin del mundo
05 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Danielle Mosimann, artista y activista de 36 años, terminó hace unos días el Camiño de Fisterra. Decidió llegar al fin del mundo porque le dijeron que era una zona bonita y se sentiría conectada con Galicia, que era lo que ella buscaba. Pero no solo se limitó a hacer la ruta como una peregrina más, se autoencomendó la tarea de hacerlo con nada más y nada menos que con unas alas de las que colgaban los nombres escritos de más de 100 víctimas palestinas. Esta londinense, que vive en Berlín desde hace siete años, llegó a Galicia a finales de junio para una conferencia y decidió quedarse a conocer más y, como artista comprometida que es, decidió rendirle homenaje a las cerca de 38.000 víctimas del conflicto.
La idea de las alas no nace en Galicia, sino que se la trae de Berlín, donde forma parte del colectivo Grieving Doves, muy comprometido con la cuestión palestina y con sus víctimas. La iniciativa alada la puso en marcha una amiga suya y poco a poco se fueron sumando más personas al colectivo, que organiza manifestaciones y sesiones para escribir nombres de víctimas que quitan de listas de fallecidos, traduciéndolos un amigo suyo al árabe. El propio nombre del colectivo significa palomas afligidas, que es como ellos mismos se definen en sus redes, palomas de la paz que llevan en sus alas los nombres de los palestinos muertos. Actualmente tienen 16 pares de alas que se colocan sobre los hombros, 17 si sumamos las que ella confeccionó para el Camiño y que, a diferencia de las anteriores, se colocan en la mochila.
Con este tipo de obras, las alas o las representaciones que realiza, buscan experiencias creativas que vayan más allá de un solo punto de vista con diferentes perspectivas, que entretengan, pero sin decirle a la gente lo que tiene que pensar. Comparten la idea de que a través del arte y la cultura se puede ayudar a conseguir cambios sociales y medioambientales, creando arte conectada con el conflicto.
Danielle decidió honrar a las víctimas llevándolas consigo a Fisterra, al fin del mundo, como forma de afligirse y dar visibilidad a la situación que todavía está sucediendo. Dolerse no es una práctica muy extendida, dice, y que debe de haber espacios para ello, «no estamos cómodos con este tipo de prácticas», manifiesta. Por ello cree necesario encomendar la pérdida de vidas humanas. Al principio no sabía qué hacer con los nombres, solo sabía que los llevaría y acercaría al fin del mundo, como una especie de homenaje.
La gente lo encontró muy impactante visualmente porque iba toda de blanco, incluso llevaba símbolos como una palestina, buscando iconos que se conectaran sin necesidad de llevar una bandera. Recuerda una etapa, en la que grabando el paisaje, uno de los nombres se empeñó en ponerse delante de la cámara, para ella fue una señal de que la persona quería ser vista o recordada, lo que la decidió a investigar quién es quién cuando vuelva a su Berlín.
Al llegar a Fisterra, a modo de ritual, cogió todos los nombres que llevaba y los leyó uno a uno, compadeciéndose de la muerte de personas inocentes. Dice que el conflicto debe terminar y la importancia de las víctimas, que no solo son números, sino que son nombres, personas y sueños que tratan de humanizar. Ya en Santiago, en unos días iniciará el camino de vuelta a Berlín.