La hermosa ciencia

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

CIENCIA

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11 abr 2024 . Actualizado a las 15:17 h.

Decía Einstein que la teoría de la relatividad tenía que ser cierta porque era bellísima. Tantos años nos han hecho batallar entre ciencias y letras para que, al final, el genio alemán deje entrever en sus palabras que no es tan diferente un científico de un poeta. La poesía está ahí, como las leyes de la termodinámica y la Antártida: para ser descubiertas.

El lírico coloniza la poesía igual que el físico extrae con sudor en la frente los teoremas que gobiernan la realidad. Ante la armonía, la simplicidad inteligente y la belleza de las soluciones que adopta la naturaleza, el científico se convierte en poeta; así desviste sus leyes más profundas.

Existen ciertas simetrías matemáticas que la realidad se empeña en respetar, se repiten estructuralmente, existe una métrica que rige el universo como si fuese un soneto.

Uno se enamora y otro descifra de la forma más sencilla la aparente complejidad del cosmos. Esa complejidad es el reflejo de nuestras limitaciones, el poeta las soslaya y nos permite atisbar el mundo más allá del límite racional.

Cuando las preguntas se complican hay que reformularlas en un nuevo marco donde es necesaria la valentía y el rigor del científico-artista, esa fue la gran aportación de Einstein.

«Mientras se sienta que se ríe el alma,/ sin que los labios rían;/ mientras se llore, sin que el llanto acuda/ a nublar la pupila;/ mientras el corazón y la cabeza/ batallando prosigan,/ mientras haya esperanzas y recuerdos,/ ¡habrá poesía!.», decía Bécquer. Y mientras exista una pregunta, mientras haya un corazón latiendo, ¡habrá ciencia!