
Un equipo del CNIC revela cómo se organiza el órgano desde las fases más tempranas del desarrollo embrionario, lo que ayuda a comprender mejor el origen de ciertas cardiopatías congénitas
29 may 2025 . Actualizado a las 17:23 h.El corazón esconde aún muchos secretos sobre su formación. Un reciente estudio publicado en la revista Developmental Cell, liderado por investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de Madrid, ha desvelado un hallazgo que podría cambiar nuestra comprensión del desarrollo embrionario y abrir nuevas vías para la medicina regenerativa.
Hasta ahora se pensaba que todas las células que forman el corazón (tanto las musculares, llamadas cardiomiocitos, como las que recubren su interior, las células del endotelio endocárdico) provenían de un único grupo precursor. Sin embargo, esta nueva investigación ha descubierto algo fascinante: el corazón se forma a partir de dos poblaciones celulares distintas que se desarrollan de forma independiente, pero coordinada, desde las fases más tempranas de la vida embrionaria.
Miguel Torres, jefe del Grupo de Control Genético del Desarrollo y Regeneración de Órganos del CNIC y autor principal del estudio junto a Miquel Sendra, destaca la importancia de este descubrimiento. «Permite -dice- entender mejor cómo se estructura el corazón en sus primeras fases, lo que podría ayudar a identificar el origen de algunas malformaciones cardíacas congénitas. Además, abre nuevas vías para la medicina regenerativa y la bioingeniería de tejidos».
Una danza celular en el embrión
El equipo del CNIC, utilizando técnicas avanzadas como el cultivo artificial de embriones de ratón, microscopía avanzada y trazado celular, observó que estos dos tipos de células cardíacas tienen orígenes separados dentro del mesodermo, una de las capas fundamentales del embrión.

Lo más sorprendente es que, a pesar de su desarrollo independiente, estas células entran al embrión de manera simultánea y migran coordinadamente hacia la región donde empezará a formarse el primitivo tubo cardíaco. Este baile sincronizado sugiere la existencia de mecanismos de organización increíblemente precisos en etapas donde apenas hay estructuras visibles.
Los científicos también notaron que estas células, aunque destinadas al corazón, son versátiles y tienen la capacidad de contribuir al desarrollo de otros órganos, lo que subraya su gran potencial en la formación del organismo.
El valor de la ciencia básica
Tanto Miguel Torres como Miquel Sendra enfatizan que este avance ha sido posible gracias a la ciencia básica, aquella que busca comprender lo desconocido sin una aplicación inmediata predefinida. «Es importante subrayar la necesidad de apoyar este tipo de investigación, basada en la intuición, la perseverancia y la libertad creativa, como motor fundamental del progreso científico», señalaron.
El estudio ha contado con el apoyo de diversas entidades, incluyendo la Fundación "la Caixa", la Company of Biologists, la Agencia Estatal de Investigación, el programa H2020 de la Comisión Europea (REANIMA) y Cardiobooost-CM de la Comunidad de Madrid, además del apoyo del FEDER.
Este hallazgo no solo profundiza nuestro conocimiento sobre uno de los procesos más complejos de la vida, sino que también establece las bases para futuras investigaciones que podrían revolucionar la detección temprana de malformaciones cardíacas y el desarrollo de nuevas estrategias en medicina regenerativa.